25 de noviembre de 1975
LA FLOR MÁS BELLA
¿Cuál es la flor más bella del Paraíso y de la tierra?
¿Cuál es, hijo mío, la obra más bella de la Creación?
¿Cuál es, hijo mío, lo que mayormente es querido a la Trinidad Divina?
Es el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra Madre, objeto del amor eterno de Dios, Uno y Trino.
Pues bien, de lo que le es más querido a su Corazón, Dios ha querido hacer don a vosotros.
Flor estupenda y fragante, tiene en sí los perfumes de todas las virtudes, flor que no tiene competencia ni en el Cielo ni en la tierra,
tanto se separa por su belleza de los Ángeles y de todas las criaturas de la tierra.
Dios la ha mirado a Ella desde siempre, Dios la ha amado y la ha hecho objeto de sus complacencias desde siempre; Dios la ha
querido junto a Él para la realización de su infinito proyecto de amor.
La ha hecho Corredentora, Madre, Reina, la ha hecho
poderosa.
Ante Ella se someten las jerarquías angélicas y las generaciones humanas la llaman Bienaventurada.
Dios ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y después del Hijo, la Madre.
Pero los hombres no siempre
han demostrado y demuestran haber entendido el don de Dios.
Flor hecha de candor inmaculado, de pureza, de amor, de generosidad. Flor única en el Cielo y en la tierra, nunca habrá otra igual.
Ella es la verdadera obra maestra de Dios, comparada con la cual todo está descolorido y todo es poco.
Pues bien, esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites. Los que no admiten esto, porque dicen que no creen en las
numerosas intervenciones de Mi Madre en favor de la Humanidad peregrinante en la tierra, no saben lo que es el amor; su corazón
es árido, su mente está oscurecida hasta el punto de no ver.
No conocéis el Amor
Ya te dije que fe, esperanza y amor no pueden estar nunca separadas; son (un poco como las Personas de la Santísima Trinidad)
distintas pero unidas por ser una en tres. ¿Cómo podría ser de otra manera? Son virtudes sobrenaturales participadas al alma de
todo cristiano por Dios mismo, por lo que el cristiano se hace hijo de Dios, partícipe de Su naturaleza y por tanto semejante a Dios.
Pobres hijos míos, pobres sacerdotes qué mísera vida es la vuestra ¡no conocéis el amor! Qué triste vida es la vuestra; ¡no conocéis
la causa motriz de la alegría, de la esperanza!
No conocéis la fuerza que hace vencer las pruebas y las dificultades; ¡qué corrupta
naturaleza es la vuestra!
Mundo y Demonio ponen continuamente obstáculos en vuestro camino; por eso estáis frecuentemente por los suelos.
¿Porqué
estáis intranquilos y rebeldes? Porque donde no hay amor hay resentimiento que degenera, aún en ministros míos, no pocas veces
en odio.
No hijos, no hay zonas neutrales o se está en el área del amor infinito de Dios o se está en el área del Enemigo de Dios y del
hombre, es decir de Satanás.
Por lo tanto, no creer o incluso sólo dudar de las numerosas intervenciones mías y de mi Madre en favor de la Humanidad
(intervenciones siempre realizadas según la necesidad de los tiempos) es como negar la esencia de Dios que es amor, y la realidad
de la Flor más bella de la tierra y del cielo, que es el Corazón Inmaculado de mi Madre.
El amor tiende necesariamente al objeto amado, el amor se vuelca sobre el objeto amado. No entender esto es no entender la
naturaleza del amor.
Ya he lamentado el comportamiento de la Jerarquía sobre este punto al que no se le ha dado la necesaria importancia. No se ha
indagado suficiente ni objetivamente.
Los juicios dados por muchos Obispos han estado condicionados por miedos, por temores
personales, el miedo a comprometerse etc..
No se ha buscado la verdad, sólo la verdad, despojándola de todo elemento extraño.
Siempre el terrible yo aflora en todas las acciones, el miedo a la responsabilidad; en fin, ellos mismos primero, los intereses de
Dios y de las almas después...
¡Cuánto tiempo perdido, cuántas almas obstaculizadas, cuántas condenas injustas!
¡De cuánto bien han sido privadas tantas almas!
Es tremenda la responsabilidad de los que tienen autoridad de indagar, de juzgar con verdad y justicia y no con cobardía e
injusticia.
Con mentira se comportan cuando anteponen su propia persona a los verdaderos intereses de Dios.
Con injusticia se
causa daño a las almas con injustas condenas.
Amor sin medida
Hijo, quisiera hacerte comprender con una comparación el grandioso plan de amor de tu Señor:
Imagina unos padres que tienen un único hijo al que aman locamente y forma el objeto, la finalidad de su vida.
Pues bien, un día se
les pide dar ese hijo para salvar de la muerte a otras muchas criaturas humanas.
Estos padres aun amando con un amor indescriptible al hijo, firman ellos mismos su muerte.
El hijo, que a su vez ama
desmesuradamente a sus padres, consiente sacrificarse por tantos hermanos suyos.
Amor sin medida del padre y de la madre por el
hijo, amor sin medida del padre y de la madre por los condenados a morir sin el sacrificio del hijo, amor sin medida del hijo por sus
padres y por sus hermanos menores que salvar.
El Amor tiende a dar y a darse, Dios ama infinitamente al Hijo y lo da por la salvación de la Humanidad, el Hijo ama infinitamente
al Padre y acepta morir por la humanidad.
El Padre celestial y la Virgen aman respectivamente a su Hijo y lo dan por la salvación de los hombres.
El amor del Hijo por el Padre celestial y por los hombres se encuentra en su Corazón misericordioso así como el amor de mi Madre
y vuestra por Dios Uno y Trino y por vosotros se encuentra en su Corazón Inmaculado.
Pero ¿qué saben de este misterio de amor
mis incrédulos sacerdotes?
¡He aquí su aridez espiritual, he aquí porqué no quieren sufrir!
El sufrimiento es el alma del amor...
Esto sí lo han entendido las almas víctimas. Pero los sacerdotes ¿qué saben de esto y qué cosa tienen para dar a las almas si están
privados del amor?
¿Qué cosa tienen para dar sino a sí mismos? He aquí porqué se buscan siempre a sí mismos, aunque hablan hipócritamente con
palabras de amor.
Sus palabras rebuscadas serán siempre frías y privadas de cualquier fuerza de penetración. Son unos mercenarios
que no hacen nada sin contentarse a sí mismos, que no saben qué cosa quiere decir adecuarse a la voluntad divina, ya que esto
exige amor.
Son egoístas. Por fuerza: son orgullo, por lo tanto egoísmo; son mercenarios que en un mañana próximo, cuando los lobos entren
en medio de la grey para descuartizar a las ovejas, huirán a millares, dejando detrás de sí sólo ruinas.
Traicionarán a Dios y a los hermanos; no verán sino a sí mismos.
¿Cómo podrían amar si nunca han conocido el amor?
Y esto es por culpa de ellos, hijo, por su culpa, porque han dejado caer en el
vacío los impulsos de mi Gracia.
Qué tremenda visión, qué zona oscura son estos sacerdotes míos, hijos de mi Iglesia. ¡Cuánto frío y hielo en torno a ellos!
"Qui non diligit manet in morte"26.
Están sí, en la muerte porque el alma sin amor esta muerta; están en la oscuridad tanto por no
ver, como por no creer lo que las almas simples ven y creen; son peso muerto para mi Iglesia, son miembros gangrenados de mi
Cuerpo Místico, son un sufrimiento y un daño incalculable para ellos y para las almas.
Son sarmientos separados de la vid, son
como la higuera maldita que producía sólo hojas y nunca frutos.
¡Pobres hijos! Orgullo y presunción los han hecho perder el camino firme, son incapaces de ascender hacia las conquistas del bien,
no tienen la fuerza de subir a la cumbre de la Santa Montaña.
Es necesario despertarlos de ese sueño de muerte por el que están atenazados.
— ¿Cómo, oh Señor?
“Hijo mío, lo sabes: ¡humildad, oración, y sufrimiento!
Con la humildad se abate la soberbia, con el sufrimiento se enciende el fuego, con la oración se constriñe a Dios a la Piedad y a la
Misericordia.
Hijo, he aquí porqué quiero que los Obispos intenten dar vida en las Parroquias a la institución de mis amigos, a la "Pía Unión
Amigos de Jesús Eucaristía”.
Deben comprender que ésta es una cuestión de fe y de amor.
Es mucho más importante que tantas
otras actividades encender el fuego del amor, encender los braseros de fe y de caridad.
En todas partes es posible, no importa el número de los que se adhieran, importa que en todas las parroquias, los amigos de Mí
presente en el Misterio de la fe y del amor, se conviertan en mis aliados para salvar a las almas en peligro.
Es necesario para que en la hora de las tinieblas que se avecina, las almas de los fieles sepan dónde pueden templarse y alimentarse
y tengan un punto seguro para no perderse en la oscuridad de la noche.
Cuesta poco, por eso háganlo mientras tienen tiempo. Ahora basta hijo, quien tenga oídos para oír que oiga.
Te bendigo, ofréceme tus sufrimientos, estáte Conmigo. Esta noche te has desvelado y me has consolado con tu amor.
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