VATICANO, 26 Dic. 14 / 10:06 am (
ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco recordó este viernes al primer mártir, San Esteban, y todos los cristianos perseguidos por la fe; y afirmó que las palabras de Jesús de que sus discípulos serán odiados a causa de su Nombre, “no turban la celebración de la
Navidad, sino que la despojan del falso revestimiento empalagoso que no le pertenece”.
“Con su martirio, Esteban honra la venida al mundo del Rey de reyes, da testimonio de Él, y ofrece como don su misma
vida, en el servicio a los más necesitados. Y así muestra cómo vivir en plenitud el misterio de la Navidad”, señaló Francisco durante el Ángelus.
En ese sentido, pidió orar “por cuantos son discriminados, perseguidos y asesinados por su testimonio de Cristo. Quisiera decir a cada uno de ellos: si llevan esta
cruz con amor, han entrado en el misterio de la Navidad, han entrado en el corazón de Cristo y de la
Iglesia”.
A continuación las palabras del Papa antes y después del Ángelus gracias a Radio Vaticana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Hoy la liturgia recuerda el testimonio de san Esteban, elegido por los Apóstoles, junto con otros seis, para la diaconía de la caridad – es decir para asistir a los pobres, a los huérfanos, a las viudas - en la comunidad de Jerusalén, fue el primer mártir de la Iglesia. Con su martirio, Esteban honra la venida al mundo del Rey de reyes, da testimonio de Él, y ofrece como don su misma vida, en el servicio a los más necesitados. Y así muestra cómo vivir en plenitud el misterio de la Navidad.
Serán odiados. El Evangelio de esta fiesta recuerda un parte de las palabras de Jesús a sus discípulos en el momento en que los envía en misión. Dice, entre otras cosas: ‘Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará’.
Estas palabras del Señor no turban la celebración de la Navidad, sino que la despojan del falso revestimiento empalagoso que no le pertenece. Nos hacen comprender que en las pruebas aceptadas a causa de la fe, la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida.
Para acoger verdaderamente a Jesús en nuestra existencia y prolongar la alegría de la Nochebuena, el camino es justo el que indica este Evangelio. Es decir, testimoniar a Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo a ir contracorriente y pagar en persona. Y, si no todos están llamados, como san Esteban, a derramar su propia sangre, a todo cristiano se le pide sin embargo que sea coherente, en cada circunstancia, con la fe que profesa.
Coherencia. Es la coherencia cristiana, es una gracia que debemos pedir al Señor: ser coherentes, vivir como cristianos. Y no decir soy cristiano y vivir como pagano. La coherencia es una gracia que hay que pedir hoy.
Seguir el Evangelio es ciertamente un camino exigente – pero ¡bello, bellísimo! - el que lo recorre con fidelidad y valentía recibe el don prometido por el Señor a los hombres y a las mujeres de buena voluntad. Como cantan los ángeles el día de Navidad: ¡paz, paz!
Paz Esta paz donada por Dios es capaz de apaciguar la conciencia de todos los que, a través de las pruebas de la vida, saben acoger la Palabra de Dios y se comprometen en observarla con perseverancia hasta el final.
Hoy, hermanos y hermanas, oremos, en particular, por cuantos son discriminados, perseguidos y asesinados por su testimonio de Cristo. Quisiera decir a cada uno de ellos: si llevan esta cruz con amor, han entrado en el misterio de la Navidad, han entrado en el corazón de Cristo y de la Iglesia.
Sacrificio de los mártires. Recemos también para que, gracias al sacrificio de estos mártires de hoy – son tantos, tantísimos - se fortalezca en todo el mundo el compromiso para reconocer y asegurar concretamente la libertad religiosa, que es un derecho inalienable de toda persona humana.
Queridos hermanos y hermanas, les deseo que pasen serenamente las fiestas navideñas. Que san Esteban, diácono y protomártir, nos sostenga en nuestro camino cotidiano, que esperamos coronar, al final, en la fiesta alegre de la asamblea de los santos en el Paraíso.
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