27 de noviembre de l975
NO ESTAMOS LEJOS
Hijo, me has manifestado tu deseo de conocer y comunicarte con el santo Mártir Octavio, aquí está:
“Soy San Octavio, Mártir romano. Quiero sepas que en el Paraíso no se vive una vida de inercia sino una vida intensamente activa.
En el Paraíso se tiene la plenitud de la vida. Entra dentro de lo normal el deseo de comunicarse entre nosotros; el Cuerpo es único,
una sola es la Cabeza; también las actividades, mientras los peregrinos en la tierra no se desvíen en cosas dañinas al cuerpo entero
y lesivas de los derechos de todos los miembros, ante todo los de la Cabeza.
Hermano mío, no te ha faltado jamás, desde tu nacimiento y no te faltará hasta el fin de tus días terrenos, la asistencia y ayuda que
se nos ha consentido.
Mucho más grande habría sido si más intenso hubiera sido tu deseo de recibirlas y más frecuente tu requerimiento. La Bondad
Divina nos ha concedido el encuentro, entonces pongámonos de acuerdo para una colaboración recíproca más fecunda.
Es alegría
para la Bondad divina y gozo para nosotros, hermano mío, volver nuestras relaciones más íntimas, hacerlas más frecuentes, más
confidenciales y sobre todo más fecundas de bien.
¡No estamos lejanos de vosotros, hermano¡
Es un error el pensarlo, somos miembros libres e inteligentes del mismo Cuerpo.
La
misma Vida divina nos alimenta a nosotros y a vosotros. Es sólo que nosotros os amamos mucho y vosotros nos amáis mucho
menos, nos amáis tan poco que os olvidáis de nosotros.
La comunión de los santos
Pero tú sabes, hermano, que el amor tiende necesariamente a la unión, a la unión perfecta. ¿Cómo se puede volverla fácilmente
realizable? No puede realizarse si el amor es unilateral.
¡Hermano mío, dilo a todos que el bien en la tierra podría ser inmenso, incalculable si vosotros, todavía peregrinos, vivierais como
nosotros ardientemente deseamos vivir (y lo vivimos en la medida que vosotros lo consentís) el dogma de la Comunión de los
Santos!
En el Paraíso no se puede uno entristecer por nada, de otra manera no sería felicidad perfecta, pero si algo nos pudiera entristecer
sería ciertamente esto, el haber perdido inmensas posibilidades de bien y haber descuidado una fuente maravillosa de recursos
Espirituales y también materiales para el bien personal y social de la Iglesia.
Por bondad divina nos sea concedido encontrarnos y comunicarnos con mayor frecuencia para honor y gloria de nuestro tres veces
Santo Dios, Uno y Trino.
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