20 de enero de 1976
INSTRUMENTOS DOCILES
Cuántos son los así llamados buenos que dicen:
"Señor, Señor", pero ¡qué pocos son los dispuestos a hacer verdaderamente la
voluntad divina!
Son numerosísimos los que se consideran instrumentos de Dios; lo afirman casi con convicción.
Pero la verdad es otra: son
instrumentos de sí mismos, esto es de su propio orgullo, lo que quiere decir instrumentos de Satanás. Hijo, no hay alternativas o
sois de Dios o sois siervos de Satanás.
Un instrumento no maneja nunca nada. Un instrumento se deja manejar.
Si obispos y sacerdotes se dejaran manejar verdaderamente como instrumentos disponibles en las manos de Dios, la Iglesia sería,
para el Cielo y para la tierra, espectáculo asombroso de santidad y de amor.
Mis Ángeles quedarían admirados y los hombres de la
tierra fascinados.
37 Desde la eternidad.
En cambio ¡qué triste visión! Visión de horrorizar, de desórdenes morales, visión de pasiones deshonestas, visión de luchas, de
odios, de males de toda especie...
No de palabra
Hijo, mis palabras no cambian jamás. Serán salvos no los que me pertenecen de palabra, sino los que me pertenecen con la plena
adhesión a la voluntad del Padre Celeste.
Si muchos de mis obispos no se ven obedecidos, si deben constatar que sus iglesias están sacudidas desde los cimientos, antes de
buscar la causa en el exterior, busquen esas causas en el interior de su vida.
Es fácil hablar de instrumentos de la Providencia, pero
no ha sido igualmente fácil para muchos volverse instrumentos de la Providencia divina.
Sí, hijo, es la historia del primer pecado que se repite siempre en el tiempo, pero cuya lección no se aprende nunca.
Satanás provoca la caída del hombre. El hombre, rompe el estupendo orden preestablecido, la maravillosa armonía de la naturaleza
y de la gracia.
El pecado es desorden gravísimo, que provoca y genera otro desorden en cadena, en el mundo del espíritu, de la gracia, y de la
naturaleza.
Pecan los primeros padres, sigue la inmediata rebelión de los sentidos, la rebelión de la naturaleza: "deberás arrancar de la tierra el
pan con el sudor de tu frente; tú, mujer, parirás con dolor".
No podréis comprender jamás lo que habéis perdido: la admirable, gozosa armonía de la gracia y de la naturaleza. Paraíso terrenal
fue llamada la primera morada del hombre; ¡terrestre pero paraíso!
Males en cadena
Obispos y sacerdotes deberían estar bien instruidos acerca de las terribles consecuencias del primer pecado.
Como deberían saber que estas consecuencias son regeneradas por la consumación de cada pecado y en modo extraordinario por el
pecado de soberbia.
Un pecado de soberbia, de orgullo y de presunción, hecho por un obispo o por un sacerdote, provoca en su Iglesia local
consecuencias de males en cadena. Muchos desordenes tienen aquí su origen.
He aquí, hijo mío, el porqué de mi insistencia, casi exasperada en lo que a ti respecta, con la que te repito que se ha comprendido
muy poco de un problema fundamental para mi Cuerpo Místico.
Es doloroso deberlo constatar, pero bastantes obispos y sacerdotes son como el necio que al edificar su casa se ocupa en cosas de
poca importancia, como ciertos motivos ornamentales, y descuida los cimientos y las estructuras de sustentación, por lo que el
resultado será una bella casa destinada a un seguro derrumbamiento.
¿No es esto necedad?
¡Pues bien, esta necedad impera en la Iglesia!
Te lo debería repetir quién sabe cuántas veces, a fin de que cada uno se decida finalmente a tomar en la debida consideración el
grave problema.
Hijo, has podido darte cuenta también esta mañana en la reunión con X.
No se quiere creer en una realidad tan evidente. Pero esta
ceguera, estas mentirosas convicciones que el Enemigo ha logrado con astucia maligna arraigar en las almas, no podrán ni evitar, ni
retrasar un solo momento la purificación requerida por el Amor, que no puede tolerar más allá el descarado dominio de Satanás en
el mundo y sobre las almas que, numerosísimas, se están perdiendo.
¡Se considera inútil, incluso ridículo un mandato mío a los apóstoles de echar los demonios, a los que hoy en cambio se les han
abierto de par en par todas las puertas!
¡Soy persona viva!
Hijo, dilo a todos, no te preocupes en lo más mínimo de las reacciones cualesquiera que sean. Soy Yo Jesús, que lo quiero, te lo
ordeno.
Dilo fuerte que basta con aquella seudo-prudencia por la que se ha llegado al temor de hacer saber a todos que Yo, Jesús, verdadero
Dios y verdadero Hombre, soy Persona viva, real como vosotros, más que vosotros, con todo derecho y deber de hacer oír mi voz a
quien, como y cuando quiero, o en el modo en que quiero Yo.
Dilo, hijo, que tengo el derecho y el poder de llamar a quien quiero, cuando y como quiero, para cualquier tarea que se deba llevar
a cabo en Mi Iglesia.
Estén ellos persuadidos de que Yo los he elegido para ser sacerdotes, a algunos de ellos para ser obispos y, como los he llamado,
puedo de nuevo, y tengo el poder, de elegir entre mis sacerdotes a aquellos a los que confiar tareas especiales que llevar a cabo en
el modo y en el tiempo establecidos por Mí.
No te canses de rezar y de ofrecerte. Mira, los otros no se cansan de ofenderme.
Tus sufrimientos han aumentado, pero sabes que
son la medida de tu amor por Mí.
Te bendigo, hijo, y contigo bendigo a todos aquellos que, con espíritu de verdadera humildad, sepan acoger la urgente invitación
del Hombre-Dios que quiere a todos salvos.
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