Con la comitiva que regresa a Siquem. Parábola de
la gota que excava la roca.
21 de enero de 1947.
1Jesús
va andando por un camino solitario; delante de Él, los parientes de
los niños; a su lado, los de Siquem. Están en una zona desierta. No
se ve ningún centro habitado. A los niños los han montado en unos
burritos cuyos ramales lleva un pariente, cuidando del niño. Los
otros burritos, libres de caballeros porque los de Siquem han
preferido ir a pie para estar cerca de Jesús, preceden al grupo de
los hombres, en manada y rebuznando de vez en cuando de alegría por
volver al establo sin peso alguno, en un espléndido día, entre
lindazos orlados de hierba nueva en la que de vez en cuando hunden
sus ollares para saborear un bocado y luego, con ambladura juguetona,
caracolean y dan alcance a sus compañeros cabalgados, lo cual hace
reír a los niños.
Jesús habla
con los de Siquem o escucha sus conversaciones. Es patente que los
samaritanos se sienten orgullosos de tener con ellos al Maestro, y
sueñan más de lo que conviene; tanto, que dicen a Jesús, señalando
los montes altos que están a la izquierda de quien camina hacia el
Norte: «¿Ves? Mala fama tienen el Ebal y el Garizim. Pero, para ti
al menos, son mucho mejores
que
Sión.
Y serían totalmente buenos si Tú quisieras, eligiéndolos como
morada tuya. Sión es siempre guarida de los Jebuseos. Y los de ahora
son para ti todavía más enemigos que los antiguos para David*. Él,
porque hizo uso de la violencia, tomó la ciudadela; pero Tú, que no
haces uso de la violencia, no reinarás allí. Nunca. Quédate aquí
con nosotros, Señor, que nosotros te honraremos».
Jesús responde: «Decidme: ¿me
habríais amado si con violencia os hubiera querido conquistar?».
«Verdaderamente... no. Te
queremos precisamente porque eres todo amor».
«¿Por esto, entonces, por el
amor, reino en vuestros corazones?».
«Así es, Maestro. Pero es
porque hemos acogido tu amor. Ellos, los de Jerusalén, no te aman».
«Es verdad.
No me aman. 2Pero,
vosotros que sois todos muy expertos en el comercio, decidme: cuando
queréis vender, comprar y ganar, ¿acaso os desalentáis porque en
ciertos lugares no os estimen?, ¿o, más bien, realizáis igualmente
vuestros negocios preocupándoos sólo de hacer buenas compras y
ventas, sin tener en cuenta si del dinero que ganáis está ausente
la estima de quien con vosotros ha comprado o vendido?».
«Sólo nos preocupamos del
negocio. Poco nos importa si al negocio le falta la estima de quien
trata con nosotros. Terminado el negocio, terminado el contacto. La
ganancia queda. El resto... no tiene valor».
_____________________
* David
en
la toma de Jerusalén, narrada en 2
Samuel 5, 6 10; 1 Crónicas 11, 4 9.
«Bueno, pues, Yo también, Yo,
que he venido a actuar los intereses del Padre mío, me debo
preocupar sólo de esto. Que luego, en donde actúo estos intereses,
encuentre estima o burla o frialdad, eso a mí no me preocupa. En una
ciudad comercial, no con todos se gana, no con todos se hacen compras
y ventas; sino que, aunque se trate con uno sólo, si se saca una
buena ganancia, se dice que ese viaje no ha sido inútil, y se vuelve
una y otra vez. Porque lo que la primera vez no se obtiene sino con
uno se obtiene con tres la segunda, con siete la cuarta, con muchos
las otras. ¿No es así? Yo, respecto a las conquistas para el Cielo,
hago como vosotros para vuestros negocios: insisto, persevero,
encuentro que es suficiente la pequeña en cuanto al número
pero grande una sola alma salvada es ya una cosa grande ,
grande compensación conseguida con mi esfuerzo. Cada vez que voy
allí y supero por conquistar, como Rey del espíritu, aunque
sólo sea a un súbdito todo lo que puede ser una reacción
del Hombre, no digo, no, que haya sido inútil el que haya ido, ni
que hayan sido inútiles los dolores o las fatigas; al contrario,
digo que las burlas, injurias y acusaciones han sido santas, dulces,
deseables. No sería un buen conquistador si me detuviera ante los
obstáculos representados por graníticas fortalezas».
«Pero necesitarías siglos para
superar estos obstáculos. Tú... eres un hombre y no vivirás
siglos. ¿Por qué perder tu tiempo donde no te aceptan?».
«Viviré mucho menos. Es más,
pronto ya no estaré con vosotros. Dejaré de ver albas y ocasos, en
cuanto hitos de días que surgen y días que concluyen, y los
contemplaré únicamente como bellezas de la Creación y alabaré por
ellos al Creador que los hizo y que es Padre mío; dejaré de ver el
florecimiento de las plantas y la maduración de los cereales, y no
tendré necesidad de los frutos de la tierra para mantenerme en vida,
porque, una vez que haya vuelto a mi Reino, me nutriré de amor.
Pero, a pesar de todo, derribaré esas muchas fortalezas fuertemente
cerradas que son los corazones de los hombres.
3Observad
esa piedra de ahí, bajo aquel manantial, en la ladera del monte. El
manantial es muy sutil. Yo diría que, más que fluir, gotea: una
gota que lleva cayendo quizás siglos en aquella roca que sobresale
de la ladera del monte. Y la piedra es bien dura. No es caliza
friable ni blando alabastro. Es basalto durísimo. Y, sin embargo,
fijaos cómo en el centro de la piedra convexa, y a pesar de serlo,
se ha formado una minúscula balsa, no mayor que el cáliz de un
nenúfar, pero sí suficiente para reflejar el cielo azul y dar de
beber a los pájaros. ¿Esa concavidad en la roca convexa, acaso la
ha hecho el hombre para engastar una gema azul en la piedra obscura y
poner en ella un cuenco refrescante para los pájaros? No. El hombre
no se ha ocupado de ello. Quizás, durante el transcurso de los
muchos siglos en que los hombres vamos pasando por delante de esta
roca excavada por una gota secular con su inexorable y rítmico
trabajo, nosotros somos los primeros en observar este basalto negro
con su turquesa líquida en el centro, y admiramos su belleza, y
alabamos al Eterno por haber querido que existiera para delectación
de nuestros ojos y refrigerio de los pájaros que anidan por aquí
cerca.
Pero, decidme: ¿acaso la
primera gota que brotó por debajo del saliente basáltico situado
encima de la roca, y que cayó desde esa altura sobre esta piedra,
fue la que excavó el cuenco que refleja el cielo, el Sol, las nubes
y las estrellas? No. Millones y millones de gotas, una tras otra, una
tras otra, se han ido sucediendo, brotando como una lágrima allá
arriba, bajando tornasoladas a golpear contra la piedra, y, con una
nota de arpa al morir en ella, han ido rebajando, en medida
inmensurable por su pequeñez, la materia dura. Y así siglos y
siglos, con el movimiento de los granos en un reloj de arena,
marcando el tiempo: tantas gotas por hora, tantas en el curso de una
vigilia, tantas entre el alba y el ocaso, tantas de una a otra
neomenia, y de Nisán a Nisán, y de siglo a siglo. Resistente la
piedra, persistente la gota.
El hombre, que es soberbio y,
por tanto, impaciente y ocioso, habría arrojado maceta y uñeta
después de los primeros golpes, diciendo: "Esto no se puede
excavar". La gota ha excavado. Era lo que debía hacer; aquello
para lo que fue creada. Y ha rezumado, una gota tras otra, durante
siglos, hasta excavar la piedra. Y no se ha detenido luego diciendo:
"Ahora se encargará el cielo de alimentar el cuenco que yo he
excavado, con el rocío y las lluvias, la escarcha y las nieves".
No, ha seguido cayendo; y ella sola llena el minúsculo cuenco en el
tiempo del calor veraniego o del rigor invernal. Mientras que las
lluvias, violentas o suaves, fruncen la pileta, pero no pueden
embellecerla ni ensancharla ni ahondarla, pues ya está colmada y es
ya útil y hermosa. El manantial sabe que sus hijas, las gotas, van a
morir en la pequeña cavidad, pero no las retiene; al contrario, las
mueve a ir hacia su sacrificio, y para que no estén solas y se
pongan tristes les envía nuevas hermanas, de manera que la que muera
no esté sola, y se vea perpetuada en otras.
4Yo
también, siendo el primero en golpear, en golpear cien, mil veces
contra las fortalezas duras de los duros corazones, y perpetuándome
en mis sucesores a los cuales enviaré hasta el final de los
siglos abriré en ellas hendeduras, y mi Ley entrará como un
sol a dondequiera que haya criaturas. Y si luego éstas no quieren la
Luz y cierran las hendeduras que el inexhausto trabajo haya abierto,
Yo y mis sucesores no tendremos culpa de ello ante los ojos del Padre
nuestro. Si ese manantial se hubiera abierto otro canal al ver la
dureza de la roca y hubiera goteado más allá, donde hay terreno
herboso, decidme vosotros si tendríamos esa gema brillante, y los
pájaros ese límpido refrigerio».
«Ni siquiera se le hubiera
visto, Maestro»; «como mucho... un poco de hierba un poco más
tupida incluso en verano habría indicado el sitio donde el hilo de
agua goteaba»; «o incluso, habiéndose podrido las raíces por la
continua humedad, menos hierba que en otras partes»; «y fanguillo;
nada más; por tanto, un goteo inútil».
«Vosotros lo
habéis dicho. Un inútil, al menos ocioso, goteo. Yo también, si se
diera el caso de que prefiriera únicamente aquellos lugares donde
los corazones están dispuestos a acogerme por justicia o simpatía,
llevaría a cabo un trabajo imperfecto; porque trabajaría, sí, pero
sin fatiga, es más, con mucha satisfacción del yo,
con un complaciente compromiso entre el deber y el gusto. Ya no pesa
trabajar donde a uno le rodea el amor y donde el amor hace dúctiles
a las almas que uno debe labrar. Pero, si no hay fatiga, no hay
mérito, y tampoco hay mucho beneficio porque pocas conquistas se
hacen si uno se limita a aquellos que ya están en la justicia. No
sería Yo, si no tratase de redimir primero en orden a la
Verdad, luego en orden a la Gracia a todos los hombres».
5«¿Y
piensas lograrlo? ¿Qué vas a poder hacer, más de lo que has hecho
ya, para convencer a tus adversarios de lo que dices? ¿Qué, si ni
siquiera la resurrección del hombre de Betania ha valido para que
los judíos digan que eres el Mesías de Dios?».
«Me queda por hacer algo aún
mayor, mucho mayor que lo hecho».
«¿Cuándo, Señor?».
«Con la Luna llena de Nisán.
Poned atención entonces».
«¿Habrá una señal en el
cielo? Se dice que cuando naciste el cielo habló con luces, cantos y
estrellas extraños».
«Es verdad. Para decir que la
Luz había venido al mundo. En Nisán habrá señales en el cielo y
en la tierra. Parecerá el fin del mundo a causa de las tinieblas, el
temblor y el bramido de rayos y terremotos, en el firmamento y en las
entrañas abiertas de la Tierra. Pero no será el final; antes al
contrario, será el principio. Cuando vine, el Cielo dio a luz para
los hombres al Salvador, y, por ser acto de Dios, la paz fue
compañera del acontecimiento. En Nisán será la Tierra la que, con
voluntad propia, dará a luz para sí al Redentor, y, por ser acto de
hombres, la paz no será su compañera, sino que lo que habrá será
una horrenda convulsión. Y entre el horror del momento de este mundo
y del infierno, la Tierra abrirá su seno bajo las saetas encendidas
con el fuego de la ira divina, y expresará a gritos su voluntad,
demasiado ebria como para conocer su alcance, demasiado endemoniada
como para evitarla. Cual desquiciada parturienta, creerá estar
destruyendo el fruto considerado maldito, y no comprenderá que, al
contrario, lo estará elevando a lugares en que jamás será
alcanzado por dolor ni asechanza algunos. El árbol, el nuevo árbol,
desde entonces extenderá sus ramas por toda la Tierra, durante todos
los siglos, y el que ahora os habla será reconocido, con amor u
odio, como verdadero Hijo de Dios y Mesías del Señor. Y ¡ay de
aquellos que le reconozcan sin querer confesarle y sin convertirse a
Él!».
6«¿Dónde
sucederá esto, Señor?».
«En Jerusalén. Ciertamente es
la ciudad del Señor».
«Entonces
nosotros no estaremos presentes porque en Nisán la Pascua nos
retiene aquí. Somos fieles a nuestro
Templo»
.
«Mejor sería que fuerais
fieles al Templo vivo que no está ni en el Moria ni en el Garizim,
sino que, siendo divino, es universal. Pero sé esperar vuestra hora,
la hora en que amaréis a Dios y a su Mesías en espíritu y verdad».
«Nosotros creemos que Tú eres
el Cristo. Por eso te amamos».
«Amar es dejar el pasado para
entrar en mi presente. No me amáis todavía con perfección».
Los samaritanos se miran de
refilón y callan. Luego uno dice: «Por ti, por ir donde ti, lo
haríamos. Pero no podemos, aunque quisiéramos, entrar donde están
los judíos. Tú esto lo sabes. Los judíos no nos aceptan...».
«Ni vosotros
a ellos. Pero estad tranquilos, que dentro de poco ya no habrá dos
regiones, ni dos Templos, ni dos modos de pensar opuestos. Habrá un
único pueblo, un único Templo, una única fe para todos los que
deseen la Verdad. 7Ahora
os dejo. Los niños ya están consolados y distraídos, y para mí es
largo el camino de regreso a Efraím para llegar antes de que
desciendan las tinieblas. No os intranquilicéis. Vuestros gestos
podrían llamar la atención de los pequeños, y no conviene que se
den cuenta de que me marcho. Seguid vuestro camino. Yo voy a estar
aquí. Que el Señor os guíe por los senderos de la Tierra y por los
senderos de su Camino. Idos».
Jesús se acerca al monte y deja
que se alejen. Lo último que se percibe, de la caravana que vuelve a
Siquem, es la alegre risa de un niño, una risa que se propaga por
los silencios del camino montano.
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