En las cercanías de Gofená, coloquio durante la
noche con José de Arimatea, Nicodemo y Manahén.
23 de enero de 1947.
lEs
un camino muy dificultoso el que ha tomado Manahén para guiar a
Jesús al lugar donde le esperan. Es un camino todo él montano,
estrecho, pedregoso, entre espesuras y bosques. La luz de una
clarísima Luna en su primera fase a duras penas se abre paso entre
la maraña de las ramas. A veces desaparece por completo y Manahén
la suple con antorchas ya preparadas, que ha llevado consigo en
bandolera como armas bajo el manto. Él delante y Jesús detrás,
caminan en silencio en medio del gran silencio de la noche. Dos o
tres veces algún animal salvaje, corriendo por los bosques, hace un
rumor semejante a sonido de pasos, y ello hace que Manahén se
detenga receloso. Pero, aparte de esto, ninguna otra cosa turba el
camino, ya de por sí muy fatigoso.
«Maestro, aquello de allí es
Gofená. Ahora torcemos por aquí. Cuento trescientos pasos y estaré
en las grutas donde esperan desde la puesta del Sol. ¿Te ha parecido
largo el camino? Pues hemos venido por atajos que creo que mantienen
la distancia legal».
Jesús hace un gesto como
queriendo decir: «No se podía hacer de otra manera».
Manahén, atento a contar sus
pasos, se calla. Ahora están en un pasaje rocoso y pelado, que
asemeja a una caverna en subida entre las paredes del monte que casi
se tocan. Se diría que la fractura tan extraña es la
produjo algún cataclismo, una enorme cuchillada en la roca del monte
que hubiera cortado a éste al menos un tercio desde la cima. Arriba,
por encima de las paredes cortadas a pico, por encima del rumor
agitado de las plantas nacidas en el borde del enorme tajo, brillan
las estrellas; pero la Luna no baja aquí, a esta sima. La luz humosa
de la antorcha despierta a algunas aves de rapiña, que gañen
agitando las alas en los bordes de sus nidos entre las grietas.
2Manahén
dice: «¿Ahí es!», e introduce en una brecha de la pared rocosa un
grito semejante al quejido de un voluminoso búho.
Del fondo viene una luz rojiza
por otro pasillo rocoso que está cerrado por encima, como un zaguán.
José aparece: «¿El Maestro?» pregunta, al no ver a Jesús, que
está un poco atrás.
«Estoy aquí, José. Paz a ti».
«A ti, la paz. ¡Ven! Venid.
Hemos encendido fuego para ver sierpes y escorpiones y combatir el
frío. Yo voy delante».
Se vuelve y, por las
ondulaciones del sendero que va entre las entrañas del monte, los
guía hacia un lugar iluminado con lumbre. Allí está Nicodemo,
alimentando el fuego con ramajes y enebros.
«La paz
también a ti, Nicodemo. Aquí estoy, con vosotros. 3Hablad».
«Maestro, ¿nadie se ha
percatado de que venías aquí?».
«¿Quién se hubiera podido dar
cuenta, Nicodemo?».
«¿Tus discípulos no están
contigo?».
«Conmigo están Juan y Judas de
Simón. Los otros evangelizan desde el día siguiente del sábado
hasta el ocaso del viernes. Pero he salido de casa antes de la hora
sexta diciendo que no se me esperara antes del alba siguiente al
sábado. Ya es demasiado habitual en mí ausentarme durante varias
horas, como para que ello pueda suscitar sospechas en alguno. Estad,
por tanto, tranquilos. Tenemos todo el tiempo que queramos para
hablar sin preocupación alguna de ser sorprendidos. Este... es lugar
propicio».
«Sí. Madrigueras de serpientes
y buitres... y de bandidos cuando viene el tiempo bueno, cuando estos
montes se llenan de rebaños. Pero ahora los bandidos prefieren otros
lugares en que puedan abalanzarse más rápidamente sobre apriscos y
caminos de caravanas. Sentimos haberte traído hasta aquí, pero es
que de aquí nosotros podremos marcharnos por caminos distintos; sin
llamar la atención de nadie. Porque, Maestro, la atención del
Sanedrín está apuntada hacia los lugares donde hay sospecha de que
te estiman».
«Bueno, en esto disiento de
José. A mí me parece que ya somos nosotros los que vemos sombras
donde no las hay Y también me parece que, desde hace algunos días,
se ha calmado mucho la cosa...» dice Nicodemo.
«Te engañas amigo. Te lo digo
yo. Se ha calmado en cuanto que ya no existe el estímulo de buscar
al Maestro, porque ya saben dónde está. Por eso le vigilan a Él y
no a nosotros. Por eso le he recomendado que no dijera a nadie que
nos íbamos a ver. No fuera que hubiera alguno dispuesto... a
cualquier cosa» dice José.
4«No
creo que los de Efraím...» objeta Manahén.
«No, los de Efraím no, y
ningún otro de Samaria. Sólo por actuar de forma distinta a como
actuamos nosotros, los de la otra parte...».
«No, José. No es por ese
motivo. Es porque ellos no tienen en su corazón esa maligna
serpiente que tenéis vosotros. Ellos no temen ser despojados de
ninguna prerrogativa. No tienen que defender intereses sectarios ni
de casta. No tienen nada, aparte de una instintiva necesidad de
sentirse perdonados y amados por Aquel al que sus antepasados
ofendieron y al que ellos siguen ofendiendo al permanecer fuera de la
Religión perfecta. Y permanecen fuera porque, siendo orgullosos
ellos y siéndolo vosotros, no se sabe, por ambas partes, deponer el
rencor que divide y tender la mano en nombre del único Padre. Claro
que, aunque ellos tuvieran tanta voluntad como para eso, vosotros la
demoleríais, porque no sabéis perdonar, no sabéis decir, hollando
toda necedad: "El pasado ha muerto porque ha surgido el Príncipe
del Siglo futuro, que a todos recoge bajo su Signo". Yo, en
efecto, he venido y recojo. Pero vosotros, ¡oh, vosotros consideráis
siempre maldito incluso aquello que Yo he considerado merecedor de
ser recogido!».
«Eres severo con nosotros,
Maestro».
«Soy justo.
5¿Podéis,
acaso, decir que en vuestro corazón no me censuráis por ciertas
acciones mías? ¿Podéis decir que aprobáis mi pareja misericordia
hacia judíos y galileos y hacia samaritanos y gentiles, o incluso
más amplia para con éstos y los grandes pecadores, precisamente
porque ellos la necesitan mayormente? ¿Podéis decir que no
pretenderíais de mí gestos de violenta majestad para manifestar mi
origen sobrenatural y, sobre todo, fijaos bien, y, sobre todo, mi
misión de Mesías según
vuestro
concepto del Mesías?
Decid
sinceramente la verdad: aparte de la alegría de vuestro corazón por
la resurrección de vuestro amigo, ¿no habríais preferido, antes
que esta resurrección, que Yo hubiera llegado a Betania apuesto y
cruel, como nuestros antiguos respecto a los amorreos y los de Basán,
y como* Josué respecto a los de Ay y Jericó, o, mejor aún,
haciendo caer con mi voz las piedras y los muros sobre los enemigos,
como las trompetas de Josué hicieron respecto a las murallas de
Jericó, o haciendo caer del cielo sobre los enemigos gruesas
piedras, como sucedió en el descenso de Beterón también en tiempos
de Josué, o, como en tiempos más recientes, llamando a celestes
jinetes que corrieran por los aires, vestidos de oro, armados de
lanzas, formados en cohortes, y que hubiera movimiento de escuadrones
de caballería, y asaltos por una y otra parte, y agitación de
escudos, y ejércitos con yelmos y espadas desenvainadas, y
lanzamiento de dardos para aterrorizar a mis enemigos? Sí, habríais
preferido esto porque, a pesar de que me améis mucho, vuestro amor
es todavía impuro, y la seducción en cuanto a desear lo no
santo se la proporciona vuestro pensamiento de israelitas,
vuestro
viejo pensamiento. El
que tiene Gamaliel igual que el último de Israel, el que tiene el
Sumo Sacerdote, el Tetrarca, el labriego, el pastor, el nómada, el
hombre de la Diáspora. El pensamiento fijo del Mesías conquistador.
La pesadilla de quien teme ser aniquilado
por
Él. La esperanza de quien ama a la Patria con la violencia de un
humano amor. El suspiro de quien está oprimido por otras potencias
en otras tierras. No es culpa vuestra. El pensamiento puro como había
sido dado por Dios acerca de lo que Yo soy se ha ido cubriendo, a lo
largo de los siglos, de estratos de escorias inútiles. Y pocos
saben, con sufrimiento, restituir a la idea mesiánica su pureza
inicial. Ahora, además estando ya cercano el tiempo en que
será dado el signo que Gamaliel espera, y todo Israel con él, y
llegando ya el tiempo de mi perfecta manifestación , Satanás
trabaja para hacer más imperfecto vuestro amor y más torcido
vuestro pensamiento. Llega
su hora. Yo
os lo digo. Y, en esa hora de tinieblas, incluso los que actualmente
ven o están solamente un poco privados de vista, resultarán ciegos
del todo. Pocos, muy pocos, en el Hombre abatido reconocerán al
Mesías. Pocos le reconocerán como verdadero
Mesías, precisamente
porque será abatido, como le vieron los profetas. Yo quisiera, por
el bien de mis amigos, que supieran
verme y conocerme mientras es de día para poder también reconocerme
desfigurado y verme en las tinieblas de la hora del mundo... 6Pero
decidme ahora lo que queríais decirme. La hora avanza rápida y
vendrá el alba. Lo digo por vosotros, porque Yo no temo encuentros
peligrosos».
________________________
* como:
siguen comparaciones con las gestas narradas en: Números
21, 21 35; Deuteronomio 2, 26 37; Josué 6 8; 10; 2
Macabeos 5, 1 4.
«Pues lo que te queríamos
decir era que alguien debe haber dicho dónde estás, y que este
alguien ciertamente no somos ni yo ni Nicodemo ni Manahén ni Lázaro
y sus hermanas ni Nique. ¿Con quién más has hablado del lugar
elegido para refugio tuyo?».
«Con ninguno, José».
«¿Estás seguro?».
«Seguro».
«¿Y has dado orden a tus
discípulos de que no hablaran de ello?» .
«Antes de partir no les hablé
del lugar. Llegado a Efraím, di orden de que fueran evangelizando y
de actuar en representación mía. Y estoy seguro de su obediencia».
«Y... ¿estás Tú solo en
Efraím?».
«No. Estoy
con Juan y Judas de Simón. Ya lo he dicho. Él, Judas, porque leo tu
pensamiento, no puede haberme perjudicado con
su irreflexión,
porque nunca se ha alejado de la ciudad y en esta época no pasan por
ella peregrinos de otros lugares».
«Entonces... Ha sido Belcebú
en persona el que ha hablado. Porque en el Sanedrín se sabe que
estás allí».
«¿Y entonces? ¿Cuáles han
sido las reacciones del Sanedrín ante este movimiento mío?».
«Varias, Maestro. Muy distintas
unas de otras. Hay quien dice que es lógico: dado que te han
proscrito en los lugares santos, no te quedaba otra solución que
refugiarte en Samaria. Otros, sin embargo, dicen que esto revela de
ti lo que eres: un samaritano de alma, más que si lo fueras de raza;
y que ello es suficiente para condenarte. Bueno y todos están muy
contentos de haberte podido reducir al silencio y de poder señalarte
ante las masas como amante de samaritanos. Dicen: "Ya hemos
ganado la batalla. Lo demás será un juego de niños". Pero,
haz que eso no sea verdad. Te lo rogamos».
«No será
verdad. Dejad que hablen. Los que me aman no se turbarán por las
apariencias. Dejad que el viento cese del todo. Es viento de tierra.
Luego vendrá el viento del Cielo y se abrirá el entrecielo
apareciendo la gloria de Dios. 7¿Tenéis
algo más que decirme?».
«Respecto a ti, no. Vigila, sé
cauto, no salgas de donde estás. Y decirte que te tendremos
informado...».
«No. No hace falta. Permaneced
donde estáis. Pronto tendré conmigo a las discípulas y esto
sí decid a Elisa y a Nique que se unan a las otras, si
quieren. Decídselo también a las dos hermanas. Siendo ya conocido
el lugar donde me hallo, los que no temen al Sanedrín pueden ya
venir y experimentar recíproca consolación».
«No pueden
venir las dos hermanas hasta que Lázaro no regrese. Salió con gran
pompa. Toda Jerusalén ha sabido que se marchaba a sus propiedades
lejanas, y no se sabe cuándo va a volver. Pero su criado ha vuelto
ya de Nazaret y ha dicho también tenemos que decirte esto
que tu Madre estará aquí con las otras antes de que concluya esta
luna. Ella está bien, y también María de Alfeo. El criado las ha
visto. Pero tardan un poco porque Juana quiere venir con ellas y no
puede hacerlo hasta el final de esta luna. 8Y
también... como amigos fieles, aunque... imperfectos como dices, si
nos lo permites, quisiéramos ofrecerte una ayuda...».
«No. Los
discípulos que están evangelizando traen cada vigilia de sábado
cuanto necesitan ellos y cuanto necesitamos nosotros los que estamos
en Efraím. Más no hace falta. El obrero vive de su salario. Eso es
justo. Lo demás sería superfluo. Dádselo a algún necesitado. Lo
mismo he impuesto a los de Efraím y a mis propios apóstoles. Exijo
que a su regreso no
tengan
ni una moneda de reserva y
que toda dádiva sea repartida por el camino, tomando para nosotros
lo mínimo indispensable para la frugalísima comida de una semana».
«¿Por qué, Maestro?».
«Para enseñarles el desapego
de las riquezas y el dominio espiritual sobre las preocupaciones del
mañana. Y por esto y por otras buenas razones mías de Maestro, os
ruego que no insistáis».
«Como quieras. Pero nos apena
el no poder servirte».
«Llegará la
hora en que lo haréis... 9¿No
es ya aquella la primera luz del alba?» dice volviéndose hacia
Oriente, o sea, hacia el lado opuesto a aquel por el que ha venido, e
indicando un tímido claror que aparece lejano a través de una
abertura.
«Lo es. Tenemos que dejarnos.
Yo vuelvo a Gofená, donde he dejado la cabalgadura, y Nicodemo, por
esta otra parte, bajará hacia Berot, y desde allí a Ramá,
terminado el sábado».
«¿Y tú, Manahén?».
«Bueno, yo iré abiertamente
por los caminos descubiertos que van hacia Jericó, donde ahora está
Herodes. Tengo el caballo en una casa de gente pobre que por una
limosna no sienten repulsa de nada, ni siquiera de un samaritano como
creen que soy Pero por ahora sigo contigo. En la bolsa tengo comida
para dos».
«Entonces
nos despedimos. 10Para
la Pascua nos veremos de nuevo».
«¡No! ¡No querrás ya
arriesgarte a esa prueba!» dicen José y Nicodemo. «¡No lo hagas,
Maestro!».
«Verdaderamente
sois malos amigos porque me aconsejáis el pecado y la cobardía.
¿Cómo, reflexionando sobre el gesto que pongo, podríais amarme?
Decidlo. Sed sinceros. ¿A dónde habría que ir
para adorar al Señor en la Pascua de los Ácimos? ¿Al monte
Garizim? ¿O no debería, más bien, presentarme ante el Señor en el
Templo de Jerusalén, como deben hacer todos los varones de Israel en
las tres grandes fiestas anuales? ¿Habéis olvidado que ya se me
acusa de no respetar el sábado, a pesar de que Manahén lo
puede testificar , hoy sin ir
más
lejos, Yo, secundando vuestro deseo, de noche haya recorrido un
camino que armonizara vuestro deseo y la ley sabática?».
________________________
* al
monte Garizim, donde
los samaritanos tenían su Templo, opuesto al de Jerusalén
(Deuteronomio
1l, 26 32; 27, 11 13; Josué 8, 30 35; 2 Macabeos 6,
1 2).
«Nosotros también hemos estado
en Gofená por este motivo... Y ofreceremos un sacrificio para expiar
una involuntaria transgresión por un motivo ineluctable. ¡Pero Tú,
Maestro!... Te van a ver inmediatamente...».
«Si no me vieran ellos, Yo me
encargaría de que me vieran».
«¡Buscas tu destrucción! Es
como si te mataras...».
«No. Vuestra
mente está muy envuelta en sombras. No es como quererme matar. Es
únicamente obedecer a la voz del Padre mío que me dice: "Ve.
Es la hora". Siempre he buscado conciliar la Ley con las
necesidades, incluso el día que tuve que huir de Betania y
refugiarme en Efraím porque todavía no era la hora de ser
capturado. El Cordero de Salvación sólo puede ser inmolado en la
Pascua de los Ácimos. ¿Podréis pretender que, si eso he hecho
respecto a la Ley, no lo haga respecto a la orden del Padre mío?
Ahora marchaos, y no os aflijáis de esa manera. ¿Para qué he
venido, sino para ser proclamado Rey de todas las gentes? Porque eso
quiere decir "Mesías", ¿no es verdad? Sí, quiere decir
eso. Y "Redentor" también quiere decir eso. Pero la verdad
del significado de estos dos nombres no corresponde con lo que
vosotros os imagináis. 11De
todas formas, os bendigo, implorando que un rayo celeste descienda
sobre vosotros junto con mi bendición. Porque os quiero y porque me
queréis. Porque quisiera que vuestra justicia fuera plenamente
luminosa. Y es que no sois malos pero sois, también vosotros, "viejo
Israel" y no tenéis la voluntad heroica de despojaros del
pasado y haceros nuevos. Adiós, José. Sé justo. Justo como aquel
que durante muchos años fue para mí tutor y fue capaz de realizar
toda renovación para servir al Señor su Dios. Si él estuviera aquí
entre nosotros, ¡cómo os enseñaría a saber servir a Dios con
perfección; a ser justos, justos, justos! ¡Pero justo es que esté
ya en el seno de Abraham!... Para no ver la injusticia de Israel.
¡Oh, santo siervo de Dios!... Nuevo Abraham de corazón
traspasado pero de voluntad perfecta , él no me habría
aconsejado la cobardía, sino que me habría dicho las palabras que
usaba cuando alguna realidad penosa pesaba sobre nosotros:
"Levantemos el espíritu. Encontraremos la mirada de Dios y
olvidaremos que son los hombres los que causan el dolor. Y hagamos
todas las cosas que nos significan un peso como si el Altísimo nos
las presentase. De esta manera santificaremos hasta las más pequeñas
cosas y Dios nos amará". Eso habría dicho, incluso animándome
a sufrir los más graves dolores... Nos
habría
animado... ¡Oh,
Madre!...».
Jesús suelta a José le
tenía abrazado y, agachando la cabeza, permanece en silencio,
contemplando, sin duda, su ya cercano martirio y el de su pobre
Madre...
Luego alza la cabeza y abraza a
Nicodemo diciendo: «La primera vez que viniste* a mí como discípulo
oculto te dije que para entrar en el Reino de Dios y tener el Reino
de Dios en vosotros era necesario que renacierais en espíritu y
vuestro amor por la Luz fuera mayor del que por ella tenga el mundo.
Hoy, y quizás es la última vez que nos encontramos en secreto, te
repito las mismas palabras. Renace en tu espíritu, Nicodemo, para
poder amar la Luz que soy Yo, y
________________
* viniste,
en 116.4/11.
Yo more en ti como Rey y
Salvador. Ahora marchaos. Que Dios esté con vosotros».
12Los
dos Ancianos se marchan por la parte opuesta a aquella por la que ha
venido Jesús.
Cuando ya el ruido de sus pasos
se ha alejado, Manahén, que había ido hasta la entrada de la gruta
para verlos marcharse, vuelve y dice con cara muy expresiva: «¡Al
menos una vez serán ellos los que infrinjan la medida sabática! ¡Y
no se sentirán tranquilos hasta que no regularicen su deuda con el
Eterno con el sacrificio de un animal! ¿No sería mejor para ellos
sacrificar su tranquilidad declarándose abiertamente "tuyos"?
¿No sería eso más grato al Altísimo?».
«Ciertamente lo sería. Pero no
los juzgues. Son masa que fermenta despacio. Pero, en su momento,
ellos, cuando muchos que se creen mejores caigan, se erguirán contra
todo un mundo» .
«¿Lo dices por mí, Señor?
Quítame la vida, antes que permitir que reniegue de ti».
«Tú no me renegarás. Pero en
ti hay elementos distintos de los suyos para ayudarte a ser fiel».
13«Sí.
Yo soy... el herodiano. O sea, era el herodiano. Porque, de la misma
manera que me he apartado del Consejo, me he apartado del partido
desde que lo veo ruin e injusto como los otros respecto
a ti. ¡Ser herodiano!... Para las otras castas es poco más que
pagano. No digo que seamos unos santos. Es verdad que no lo somos.
Hemos incurrido en impureza por una finalidad impura. Hablo como si
fuera todavía el herodiano de antes de ser tuyo. Somos, por tanto,
doblemente impuros, según el juicio humano: porque nos hemos aliado
con los romanos y porque lo hemos hecho buscando nuestro propio
beneficio. Pero, dime, Maestro, Tú que siempre dices la verdad y no
te abstienes de decirla por temor a perder un amigo. Entre nosotros,
que nos hemos aliado con Roma para... gozar todavía de efímeros
triunfos personales, y los fariseos, jefes de los sacerdotes,
escribas, saduceos, que se alían con Satanás para destruirte a ti,
¿quién es más impuro? Yo, ya ves que, ahora que he visto que el
partido de los herodianos se pone contra ti, los he dejado. No digo
esto para que me alabes, sino para manifestarte cómo pienso. ¡Y
ellos hablo de los fariseos y sacerdotes, escribas y saduceos
creen que sacan un beneficio de esta inesperada alianza de los
herodianos con ellos! ¡Desdichados! No saben que los herodianos lo
hacen para ganar méritos ante los romanos y, por tanto, mayor
protección de éstos, y, después... definidos y terminados la causa
y el motivo que los une ahora, abatir a los que ahora toman como
aliados. Éste es el juego recíproco de los unos y los otros. Todo
está basado en el engaño. Y esto me repugna de tal manera, que me
he independizado del todo. Tú... Tú apareces como un gran fantasma
amedrentador. ¡Para
todos!
Y eres
también el pretexto para el sucio juego de los intereses de los
distintos partidos. ¿El motivo religioso? ¿El sagrado desdén hacia
"el blasfemo", como te llaman? ¡Todo engaños! El único
motivo es, no la defensa de la Religión, no el sagrado celo por el
Altísimo, sino sus
intereses,
ávidos, insaciables. Me
dan asco como cosa inmunda. Y quisiera... quisiera que fueran más
valerosos los pocos que no son inmundicia. ¡Ya me es gravoso llevar
una vida doble! Quisiera seguirte sólo a ti, pero te sirvo así más
que si te siguiera. Siento este peso... Pero dices que será
pronto... Como... 14¿Pero
realmente serás inmolado como el Cordero? ¿No es lenguaje figurado?
La vida de Israel está tejida con símbolos y figuras...».
«Y quisieras que conmigo fuera
así... No, mi caso no es una figura».
«¿No lo es? ¿Estás
completamente seguro? Yo podría... Muchos podríamos repetir
antiguos gestos haciendo que te ungieran. como Mesías, y podríamos
defenderte. Bastaría una palabra para que surgieran a millares los
defensores del verdadero Pontífice santo y sabio. Ya no hablo de un
rey terreno, porque ya sé que tu Reino es enteramente espiritual.
Pero, dado que humanamente fuertes y libres no lo seremos ya nunca,
pues, al menos, que sea tu santidad la que gobierne y dé nueva salud
al corrompido Israel. Nadie Tú lo sabes aprecia al
actual sacerdocio o a quienes te sostienen. ¿Quieres esto, Señor?
Ordena y yo actuaré».
«Ya has avanzado mucho en tu
pensamiento, Manahén. Pero todavía estás tan lejos de la meta
como la Tierra del Sol. Yo seré Sacerdote, y lo seré
eternamente, Pontífice inmortal, en un organismo que vivificaré
hasta el final de los siglos. Pero no seré ungido con el óleo de la
alegría, ni proclamado y defendido con actos violentos
expresión de la voluntad de un puñado de fieles que
llevarían a la Patria a una escisión más feroz aún y a hacerla
más esclava que nunca. ¿Y crees que una mano de hombre puede ungir
al Cristo? En verdad te digo que no. La verdadera Autoridad que me
ungirá Pontífice y Mesías es la de Aquel que me ha enviado.
Nadie, aparte de Dios, podría ungir a Dios como Rey de reyes y Señor
de señores para toda la eternidad».
«¡¿Entonces nada?! ¡¿Nada
que hacer?! ¡Oh, mi dolor!».
«Todo.
Amarme. En eso se resume todo. Amar no a la criatura que lleva por
nombre Jesús, sino
a lo que Jesús es.
Amarme con la humanidad y con el espíritu, de la misma forma que Yo
os amo con el Espíritu y la Humanidad para estar conmigo más allá
de la Humanidad. 15Mira
qué hermosa aurora. La luz tímida de las estrellas no llegaba hasta
aquí dentro; pero la luz segura del Sol, sí. Lo mismo sucederá en
los corazones de aquellos que lleguen a amarme con justicia. Vamos
afuera, al silencio del monte, exento de voces humanas enronquecidas
de intereses. Mira aquellas águilas. Mira cómo se alejan con
amplios vuelos en busca de presa. ¿Vemos las presas? Nosotros, no;
pero las águilas sí, porque el ojo del águila es más poderoso que
el nuestro y, desde arriba, donde se cierne en vuelo, ve un amplio
horizonte y sabe elegir. Yo también. Lo que vosotros no veis Yo lo
veo. Y, desde arriba, donde aletea mi espíritu, sé elegir a mis
dulces presas. No para despedazarlas, como hacen los buitres y las
águilas, sino para llevarlas conmigo. ¿Seremos así felices allí,
en el Reino del Padre mío, nosotros, que nos hemos querido!...».
Y Jesús, que, hablando, ha
salido a sentarse al sol a la entrada de la caverna, teniendo a su
lado a Manahén, le arrima ahora hacia sí y calla y sonríe
contemplando quién sabe qué visión...
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