3 de Septiembre de 1976
VIDA POBRE
Don O.,
soy Padre A.,
soy el sacerdote que, aún pudiendo vivir acomodadamente, sin problemas económicos, por los bienes de los que mi familia
disponía, preferí la vida simple y pobre a imitación del divino Maestro.
He seguido sus palabras de vida, sus ejemplos luminosos
de pobreza, de humildad, de obediencia.
Amé, "toto corde"
52 11, al Sumo Sacerdote y amé el Sacerdocio.
Recé y sufrí por las vocaciones sacerdotales, fui celoso de la
salvación de las almas, fundé la Obra R. que para la tierra fue un fracaso, para el Cielo fue un triunfo. Que esto te diga, Don O.,
cómo el juicio de los hombres raramente coincide con el juicio de Dios.
¿Responden con fe?
Don O.: ¿cuántos son los sacerdotes que, animados de santo ardor y coherentes con la vocación recibida, responden con fe a las
fuertes llamadas del divino Maestro y de la Madre común, de la Madre de la Iglesia?
Don O., ¿qué visión tienen la mayoría de los sacerdotes, de Cristo Hijo de Dios, presente en el Misterio del Amor y de la fe en un
prodigio infinito de humildad?
Don O.: ¿no caen en la cuenta de que caminan por el borde de un pavoroso precipicio, con el Maligno al lado que, astuto e
insidioso, los sigue para perderlos eternamente?
Don O.: ¿cómo es posible tanta oscuridad en los mismos Pastores de la Iglesia, muchos de los cuales tienen como problema de su
pastoral la salvaguarda de su prestigio personal?
¿Y cómo es posible que no adviertan la esterilidad de su actuación, terrible confirmación de un fracaso cuya evidencia no puede
escapar a nadie?
¿Cómo es posible persistir en una postura presuntuosa que ofende a Dios, ofusca a la Iglesia y desfigura en ella la fisonomía
impresa por su divino Fundador? ¿Puede todavía el Señor Dios permitir tanta abominación que envilece y desfigura a la Iglesia,
salida de su Corazón misericordioso?
Don O., La Iglesia no tiene necesidad de diplomáticos astutos, la Iglesia no tiene necesidad de gobernadores orgullosos, la Iglesia
tiene necesidad de Pastores santos que sepan unir a la paternidad una sabia firmeza, para poner fin al estado de anarquía que
todavía envilece a la Iglesia.
No deben ignorar que Satanás, el Príncipe de las tinieblas, el promotor de escándalos, de herejías y de cismas no se detiene jamás.
Satanás tiene fuertes y poderosos aliados en las logias masónicas, en los partidos políticos, ateos y hasta no ateos.
Sepan los Pastores de almas que, mientras pierden el tiempo en ribetes, celosos de su prestigio, Satanás descepa, devasta y
destruye la viña del Señor, precipita almas al Infierno, y se ríe de la necedad de sus adversarios porque nada hacen de eficaz para
contrarrestarlo.
Un deber suyo
El divino Maestro, Fundador y Cabeza de la Iglesia, curaba a los enfermos, arrojaba los demonios.
¿Qué es lo que hace ignorar a los Obispos este deber suyo?
¿Qué les induce a ignorar las palabras divinas en esta delicada materia?
¿Qué oscurece hasta tal punto su mente y sus ojos que no ven el número grandísimo no sólo de almas sino también de cuerpos
invadidos, subyugados por Satanás?
¡Cuántas personas de cualquier sexo, edad y condición social están influenciadas por él y
atormentadas en el alma y en su cuerpo!
¿Quién autoriza a los Obispos, no sólo a no ejercer este Ministerio fundamental, sino hasta llegar a prohibirlo a los sacerdotes, a
los que han conferido Orden de Exorcista?
¡Respondan los Obispos a estas preguntas!
¿No ven los Obispos las llagas de las que sufre el Cuerpo Místico del Señor?
¿Por qué su inmovilismo sobre tantos problemas que reclaman soluciones enérgicas, urgentes, improrrogables?
No advierten los presagios de la tremenda hora que se avecina, ignoran las llamadas angustiadas de la Madre...
Don O., ¡ánimo! Ya sabes el camino.
No te dé miedo el sufrimiento, no te espanten los demonios.
Te bendigo.
Padre A
52 De todo corazón
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