13 de Julio de 1976
LA REDENCIÓN
Escribe, hijo mío:
Te he hablado de ello repetidamente, ahora deseo recapitular las varias alusiones hechas, como conclusión del tercer libro
destinado a volver a llevar a escena el único problema verdaderamente importante de la Pastoral en mi Iglesia.
Todos los demás problemas se deben introducir en este objeto fundamental de toda actividad pastoral.
Muchos en mi Iglesia, hijo mío, no tienen las ideas claras sobre la razón primaria de su vocación.
Esto es verdaderamente
paradójico.
Yo, Jesús, quiero que Obispos, sacerdotes y fieles sean mis corredentores. En medida diferente, pero los quiero a todos
corredentores, esto es, deben continuar Conmigo el Misterio de la Redención.
Pero ¿qué quiere decir redimir si no liberar a las
almas de la vejación de Satanás, la más horrible y la más nociva?
¿Quién es Satanás? ¿Quiénes son las legiones a Él sometidas?
Satanás es criatura de Dios, que se rebeló contra Dios.
Satanás, después de Dios, en el Mundo invisible y visible era la criatura más poderosa, más grande, maravillosa en su
bondad y santidad.
Fue ésta su ilimitada potencia y belleza lo que le perdió, porque fue tan tremendamente orgulloso de ellas como para considerarse
igual a Dios.
De aquí su rechazo a someterse a Dios, de aquí su perdición eterna, de aquí su implacable odio hacia Dios, hacia la Virgen que de
hecho lo ha sustituido a él, en el primer puesto de la creación.
La Virgen no sólo es la razón de su derrota, haciendo Ella posible la
Redención por su humildad, sino que ahora es Ella la primera, después de Dios, del mundo invisible y visible y ninguna criatura
podrá jamás igualarla.
Tremenda realidad
Satanás es persona verdadera, viva y real, poderosa y malvada, corrupta, capaz únicamente del mal, es más, todo el mal ha entrado
en el mundo por culpa de él.
Satanás es una tremenda realidad con la que, lo queramos o no, debemos contar.
Satanás es el sádico por excelencia: no condicionado por el tiempo ni por el espacio, puede obrar simultáneamente en varios
lugares.
Desde su rebelión contra Dios nunca ha cesado por un instante de urdir conjuras, crímenes, delitos nefandos de todas clases.
Satanás está siempre al acecho, listo para tender lazos a las almas incautas e imprudentes para hacerlas víctimas suyas.
Hay en la tierra no millares, sino millones de personas que sufren físicamente, moralmente y espiritualmente por culpa de Él.
Hay
algunas personas en los manicomios no por verdadera enfermedad sino por culpa de él, que ha sabido camuflar su presencia hasta
el punto de llevarlas al envilecimiento y a la desesperación.
Tiene al mundo bajo su odiosa tiranía, y el mundo estúpidamente no cree en él.
Lo que se ha dicho de Satanás, se ha de decir también de las innumerables legiones de sus secuaces: un número impresionante.
Lucha contra el pecado
Redimir quiere decir rescatar de la esclavitud, es decir, liberar a las almas de esta odiosa y perversa tiranía.
Yo, Jesús, me he hecho Carne para esto, para esto renuevo el Misterio de la Cruz en el Misterio de la santa Misa; perpetúo mi
presencia en el mundo en los Santos Sagrarios, misterio de infinita humildad.
Satanás es soberbia ilimitada.
Yo, Jesús, soy humildad Infinita. Ahora bien, que Obispos, sacerdotes y fieles no comprendan que la finalidad fundamental de su vocación es liberar a las almas de
los asaltos de las potencias del Infierno, o sea de los demonios, es verdaderamente paradójico.
Que hayan camuflado su pastoral con miles de actividades e iniciativas pero que no sirven para esta finalidad, es tan evidente que
el no admitirlo es ceguera completa.
Pero Obispos y sacerdotes, ¿ven o no ven su fracaso? ¿No sienten la necesidad de buscar las causas de su fallida pastoral?
¿No emerge clarísimo en la Revelación la finalidad de la Redención, que es la lucha contra Satanás y el pecado?
¿Pero no ven Obispos y sacerdotes que toda cualquier actividad, si no está injertada en esta lucha, es estéril como se vuelven las
ramas que no están injertadas en el tronco?
Mirar a Jesús
He dicho ya claramente la suerte de un ejército cuyos líderes, oficiales y soldados no creen en el enemigo, en su potencia, en su
astucia.
Esta es la situación de la Iglesia hoy.
No se llegará nunca a ver, a admitir la trágica situación de la Iglesia si no se me mira a Mí, Hijo de Dios y a mi Madre santísima.
Con la humildad, con la pobreza y con la oración nosotros hemos hecho frente al Enemigo.
Ahora es el momento de Mi Cuerpo Místico: o se toma el único camino justo - ¡y Yo Soy el Camino! - o ¡la avalancha os
dispersará!
Te bendigo, hijo, y no temas. La verdad no debe temer a nada.
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