17 de julio 1976
LAUDABLE RENUNCIA
Hermano, soy el Arcángel Gabriel.
Tú ya eres sabedor de lo que yo soy para ti por Voluntad divina, y también por libre voluntad mía, porque no hay ni podrá haber
nunca contradicción en la Patria Celeste.
Estoy contento, hermano, de que tú me hayas deseado y llamado.
Estoy contento por este nuestro encuentro que esperaba.
Vosotros, militantes en la tierra, habéis consagrado este mes de julio al culto de la preciosísima Sangre, derramada por el Verbo
hecho Carne para la remisión de vuestros pecados, por vuestra reconciliación con Dios y entre vosotros.
Pero el Maligno ha envuelto a la humanidad en grandes tinieblas por lo que ya no ve.
Hermano, para desgarrar las tinieblas es cosa óptima tu propósito de renunciar a toda remuneración por la celebración de la Santa
Misa y no celebrar la Santa Misa sino ¡por las razones por las que Jesús, el Redentor, ha derramado Su Sangre!
De este modo te conformarás mejor a las intenciones de Jesús en el ofrecimiento que hace de Sí mismo al Don.
Abrirá los ojos
¿Comprendes, hermano, lo que quiere decir esto?
Quiere decir testimoniar a Jesús que has comprendido el porqué de la efusión continua de Su preciosísima Sangre
Quiere decir agregar un motivo, ciertamente no secundario, para hacer más estrecha, más profunda, más eficaz la unión con Él.
Será
uno de aquellos motivos que desde la unión te llevarán a la verdadera Comunión con la Víctima Inmaculada y Santa.
¡Verás, hijo, qué fecundo de bien será este propósito tuyo! Liberaras la Santa Misa de uno de los hilos que impide volar al alma,
desnuda de intereses humanos, hacia el Creador, el Redentor y Santificador.
El camino que vas a tomar será riquísimo en frutos.
No cedas a ninguna seducción: ¡Dios es Infinitamente rico!
Entre tus cotidianas vicisitudes, ha descendido un rayo de oro sobre ti; no permitas que se disuelva en la nada.
Yo, Gabriel, estoy cercano a ti. Intercedo por ti, velo sobre ti, rezo contigo. Sí, hermano, será para ti consuelo y ayuda el saber que
Gabriel, el Arcángel que fue encargado de llevar a cabo la Gran Embajada, pide a Dios, Uno y Trino, y a la Madre por ti. Recuérdalo,
hermano, nuestras oraciones estarán más unidas y por lo tanto acogidas con mayor agrado.
Hermano, todo lo que te he confiado en el presente mensaje, ha desencadenado la rabia del reino de las tinieblas. No podía ser de otra
forma, porque todo eso deberá marcar no pocas derrotas.
Convéncete de que tu propósito es cosa grande.
Si luego tu Director Espiritual quiere incluir este mensaje mío en el tercer libro, entonces será el inicio de una lenta pero
importante reforma que abrirá muchos ojos, ahora cerrados, a la luz.
Hasta pronto que nos volveremos a escuchar, hermano.
Soy el Arcángel Gabriel
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