16 de Julio de 1976
Fiesta de la Virgen del Carmen
MI EVANGELIO
Muchos son los cristianos y los sacerdotes que, antes que sacar agua directamente de mi Evangelio para quitarse sed en las aguas
puras y límpidas de mi Palabra
- la mía es Palabra de vida, es Palabra eterna como eterno soy Yo, es Palabra que no cambia
porque es verdadera y la verdad es inmutable como inmutable soy Yo
- prefieren sacar agua de riachuelos contaminados. Haciendo
así dan lugar en lo íntimo de su espíritu a una erosión que los lleva lejos de la fe, hacia la ruina interior de su corazón.
Los fieles son responsables, pero los consagrados lo son no sólo personalmente, sino también por todas aquellas almas contagiadas
por ellos y a las que, según el plan de la Providencia, ellos debían guiar hacia la perfección cristiana.
Estos llamados no han querido convencerse de que estaba a su disposición un tesoro de inestimable valor espiritual, un tesoro
inigualable de potencia divina: ¡mi Evangelio!
¿Por qué es esto?
Han cedido a la tentación del Maligno, a los repetidos asaltos de la antigua Serpiente, y se han dejado prender del lazo del que
raramente logran después desligarse.
Se trata de almas
Es uno de los muchos aspectos negativos de la Pastoral moderna: la infestación de libros, periódicos, revistas que exhalan veneno
de sus páginas. Muchos sacerdotes han absorbido de ellas el alimento contaminado que ahora preparan a las almas.
La responsabilidad es gravísima. El mal se está haciendo crónico y ya está muy avanzado; es una lepra difundida y contagiosa.
Estos cristianos, estos ministros míos ¿ignoran que las fuerzas del infierno, como olas de un mar siempre en tempestad, no se
desaniman nunca, van y vuelven como las olas que rompen contra el arrecife?
Estos sacerdotes míos ¿ignoran la nobleza de su vocación, prenda de amor y de predilección? ¿Ignoran la responsabilidad
vinculada con su vocación?
¡Se trata de almas! Está en juego o su salvación eterna o su perdición irreparable.
Cuestión de justicia
Tú piensas, hijo mío, que ellos me considerarán intransigente.
Diles a mis sacerdotes que no es así.
No se trata de intransigencia mía, sino de anarquía existente en mi Iglesia.
Lo que para vosotros ordinariamente sería un deber
realizar con amor, en tiempos de crisis interior se considera un peso insoportable.
Por lo demás, hijo mío, si mis ministros meditaran el Evangelio, habrían aprendido una parábola importante, la de los talentos.
Quien recibe cinco debe responder restituyendo diez, quien recibe dos debe responder restituyendo cuatro. ¡Ay de aquellos que no
hacen fructificar los talentos recibidos!
Pero ¿cuál será la suerte de aquellos que se han servido de los talentos que han tenido no para cultivar la viña, sino para devastarla
con ingentes daños, muy superiores al capital recibido?
No es por tanto intransigencia, sino cuestión de justicia. Y Yo, Dios, soy justo, soy la Justicia perfecta.
¿No piensan muchos sacerdotes míos en el mal incalculable causado a las almas por la pésima administración de mis Sacramentos,
por las venenosas enseñanzas impartidas en las escuelas, por los malos ejemplos dados en cada momento?
¡Es terrible! No reflexionan, no meditan mi Palabra, que es Palabra de Vida.
¡Hijo mío, qué aberrante oscuridad, y cuánta culpabilidad!
Te bendigo, hijo. Reza y repara.
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