7 de Julio de 1976
OBSERVAR LA REALIDAD
Escribe, hijo:
Soy L., que no regresa a ti después de un largo silencio, sino que soy L. que te sigue siempre. Como la mamá cuida al hijo
necesitado, así estoy yo cerca de ti y velo por ti.
Hijo, desde nuestro último coloquio te han sucedido muchas cosas, también
mucho sufrimiento. Pero este sufrimiento, como fresco rocío, hace más vigorosa tu vida espiritual y la vuelve fecunda del bien que
tú deseas.
Sé lo que piensas, pero ¡ánimo, hijo! Las almas necesitadas son tantas, las almas en peligro son tantísimas.
¡Ay, si faltaran almas
generosas, prontas a tenderles sus brazos para detenerlas del precipicio!
Hijo, ¡no temas! Se te ha dicho que pongas a un lado escrúpulos injustificados, dudas y temores.
Te será dado ese sentido de seguridad que hasta ahora no tenías y te será concedida una mayor energía contra las fuerzas del Mal.
Mira cómo ellas se han enfurecido con respecto a ti, y esto es una buena señal.
Has sufrido mucho por el plan de X.
¡Estáte tranquilo! Tienes mérito por haber obedecido a tu Director Espiritual.
No te preocupes por lo que C. piensa y dice de ti: palabras al viento. Ya habías sido advertido de Él. Recuerda las palabras de
Jesús:
"Bienaventurados los que sufran por amor de la justicia y de la verdad".
Id directos
Hijo, el tercer libro es de gran importancia.
Todo lo que se relaciona con Dios y las almas es de gran importancia, pero este tercer libro quiere traer de nuevo a escena el
problema fundamental de la Iglesia:
orientar las almas hacia Dios, encaminándolas y guiándolas al amor de Dios y al mismo
tiempo a la aversión de Satanás, que se identifica con el mal, porque es el Maligno y quiere llevaros al pecado.
¿Qué otra cosa ha hecho Jesús con las palabras y con el ejemplo sino esto?
Una vez más sea dicho a los sacerdotes que no hay tiempo que perder, que urge una revisión para no continuar desperdiciando
tiempo y sobrenatural en actividades inútiles.
Es tiempo de hacer a un lado ese formalismo vuelto estéril.
Se necesita poner los pies en la tierra, mirar cara a cara la realidad por
la que Jesús ha venido al mundo enviado por el Amor Infinito del Padre.
Jesús venido para arrancar las almas a Satanás mediante
un precio infinito de sufrimientos y de humillaciones, venciendo así a su malvado enemigo.
Pero Cristo es la Cabeza de la Iglesia y vosotros de la Iglesia sois los miembros. Como tales tenéis esta misma vocación porque
Dios llama a todos y quiere que todos, en sí mismos, completen la obra y la acción de la Cabeza.
¡Fuera los perifollos inútiles!
Id directos al objeto de la Redención:
amor a Dios y odio al pecado.
¿Por qué, hijo, se ha llegado a este punto?
Las causas son muchas y las responsabilidades no son todas de esta generación.
¡Adelante, hijo mío! No estás solo.
También nosotros aunque estamos en la gloria, no somos ni extraños, ni indiferentes a la lucha para dar nuevamente a la Iglesia el
papel que le toca en el mundo.
La batalla será dura y áspera, pero más espléndida será la victoria que obtendrá la Reina de las victorias sobre el Maligno y sus
pérfidas legiones.
Jesús, Luz del mundo, brillará con un fulgor jamás visto.
Por ti y por vosotros rezo e intercedo. Os bendigo.
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