- No se puede ser cobarde ante la sodomía.
- Lo que dice la Iglesia sobre el catecismo se resume en odiar el pecado y amar al pecador.
- Los hechos homosexuales constituyen un grave desorden moral.
- Al tiempo, hay que acoger al homosexual y no discriminarle.
- La homosexualidad no es una enfermedad: es una inmoralidad.
- Pero todo lo anterior… ¡hay que decirlo!
Ante el silencio cobardón de tantos,
también de tantos clérigos que no debieran callar, me propongo escribir cinco artículos sobre lo que ocurre en Madrid durante estos días del
Orgullo Gay, en esta ocasión con capacidad mundial incluida. En definitiva, serán cinco artículos sobre la homosexualidad (ahora ya no se puede pronunciar esa palabra, sólo las siglas LGTBI) a la luz del catecismo de la Iglesia. Para ser exactos,
se trata de los puntos 2357-2359. Se leen en un minuto.
Iglesia no confunde género y sexo. Es más, reconoce que hay personas que tienen tendencia predominante hacia otra del mismo sexo pero recuerda que la Sagrada Escritura considera la sodomía como “depravaciones graves” y que por tanto “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”.
¿Y por qué son contrarios a la ley natural? “Son contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual”.
Conclusión: “No pueden recibir aprobación en ningún caso”.
Y la conclusión final: “las personas homosexuales están llamadas a la castidad”.
Ahora comparen esto con el bombardeo pro-gay que recibimos estos días donde la exhibición del Desfile del Orgullo gay no contradijera, no ya los principios del cristianismo, sino también los de la sensatez: Mientras, los obispos y el clero, en especial el madrileño, guardan un ominoso silencio al respecto, confundiendo a los fieles.
¿Faltas de caridad por parte del catecismo? En ningún caso. Lean y escuchen unas líneas más abajo: los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de indiscriminación injusta”.
En definitiva, odiar el pecado y amar al pecador. Porque la homosexualidad no es una enfermedad, es una inmoralidad. Y por el hombre es libre y las tendencias, son eso, tendencias, no naturaleza y, por tanto, pueden corregirse”.
¿Tan difícil es que obispos y sacerdotes, en especial el clero madrileño, encargados de impartir doctrina, no recuerden a sus fieles estos principios en estos días de invasión propagandística?
Eulogio López
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