Evangelio Miércoles II Semana de Adviento. Ciclo C. 12 de Diciembre, 2012.
Santoral: Nuestra Señora de Guadalupe
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (1, 39-48)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:
“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.
Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos
en la humildad de su esclava”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hoy la Iglesia Mexicana celebra con gozo la gran fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Son miles y miles de peregrinos los que se congregan en torno a la Guadalupana para venerarla y expresarle el gran afecto que le tienen; lo mismo que hiciera San Juan Diego cuando la madre del Cielo le dirigió la palabra y le mandó que dijera al arzobispo Juan de Zumárraga que le construyeran un templo en su honor en ese lugar. Desde entonces la devoción a la Virgen Morena se ha ido incrementado y extendiendo por toda América, incluso, por otros continentes. Ella es la misma que sale presurosa por las montañas de Judá a compartir con su prima Isabel la Buena Nueva que lleva en sus entrañas. Ella es la que hace saltar de gozo al niño que su pariente lleva en su vientre. Ella es la bendita entre todas las mujeres. Ella es la bienaventurada por haber creído en las promesas de Dios. Pero nuestra devoción a María no puede ser simplemente la manifestación de unos sentimientos externos, sino la contemplación de sus actitudes profundas para asumirlas como criterio de nuestra vida. Como María, aprendamos a acoger, anunciar y asumir el compromiso con todas sus consecuencias.
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