11 de Septiembre de 1975
SE PONEN EL MONO
Vuelvo, hijo, sobre un razonamiento que ya te he hecho, pero sobre el que es necesario parar frecuentemente vuestra mente para
pensar y meditar, para después pensar y meditar de nuevo.
Quiero referirme a la renovación del santo Sacrificio de la Cruz
continuado perpetuamente en la Santa Misa.
Tú sabes cómo son de pocos los sacerdotes que se acercan al Altar para realizar la Acción tres veces santa con el debido espíritu de
fe y de gracia.
No hablamos de aquellos que profanan sacrílegamente mi Cuerpo y mi Sangre, y que no son pocos.
Hablamos otra vez de los que
se preparan para vestirse las vestiduras sagradas con la desenvoltura y con la mentalidad de los obreros que, antes de comenzar su
trabajo manual se ponen el mono charlando de esto y de aquello.
Sin ningún pensamiento de recogimiento, proceden a la celebración del Rito Sagrado, mientras su mente discurre por las cosas más
extrañas.
Llegan a la Consagración, bien lejos de darse cuenta de que en ese momento en sus manos se repite el prodigio de los
prodigios: se realiza la Encarnación, de Mí, Verbo de Dios.
"Et Verbum caro factum est"10. No se dan cuenta que en sus manos, en ese momento, provocan la intervención simultánea de la
Santísima Trinidad.
Mi Madre, con su fiat provocó la intervención simultánea
- del Padre que creó en Ella el alma humana de Mí, Verbo,
- de Mí, Verbo que me uní al alma creada por el Padre.
- del Espíritu Santo, causa eficiente de mi virginal concepción en el seno purísimo de María.
Desde ese momento fui verdadero Dios y verdadero hombre.
Entre las manos del sacerdote celebrante, en el momento de la Consagración se renueva realmente el Misterio de la Encarnación.
Muy pocos de mis sacerdotes piensan en esto.
Quitada esta fe, esta convicción vivida, resulta evidente el porqué el sacerdote celebrante realiza la más santa entre todas las
acciones, como el obrero realiza su trabajo cotidiano. El sacerdote se vuelve un obrero, eso es todo.
En su cara no vislumbrarás un sólo signo de compunción y de recogimiento. Así, con la misma indiferencia repugnante se continúa
hasta el fin, hasta la Comunión, obligándome a Mí, Víctima, a soportar el atroz sufrimiento de la Cruz.
El amor rechazado
Hijo mío, ¡hiere más agudamente a mi Corazón misericordioso, la actitud apática de mis sacerdotes que la rabiosa ofensa de los
sacerdotes míos que habitualmente me tratan así!...
Es el Amor que choca contra una barrera de frialdad, de indiferencia.
Es el Amor rechazado a pesar de todas las gracias dadas
gratuitamente y de ningún modo debidas...
No desciendo en particular para decirte todas las faltas de delicadeza y licencias que se toman en relación Conmigo y que bien se
cuidarían de tomárselas con tantas otras personas del mundo así llamadas importantes.
Sólo Conmigo todo es lícito...
Me ven y me miran como un vago y lejano recuerdo histórico, ignorando culpablemente la Realidad viva de la que ellos tienen
parte tan importante.
Aunque teóricamente admitieran que el santo Sacrificio de la Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz, en la práctica lo niegan con
un comportamiento que revela la ausencia de la fe, de la esperanza y del amor.
Hijo ¡Qué océano infinito de miserias, de profanaciones, de traiciones, de oscuridad espiritual!
¡Oh, si todos mis sacerdotes estuvieran animados por una fe viva, por un amor ardiente cuando me tienen entre las manos ¡cuántos
ríos de gracia podrían arrancar de mi Corazón misericordioso, aun para ellos y para las almas que ellos deben apacentar!
¿Por qué muchos sacerdotes míos están tan lejos y obstinados, están tan reacios a mis repetidas invitaciones a la conversión?
Orgullo, presunción, vanidad, impureza. ¡Cuántos se pierden, ellos, los corredentores!
¡Qué tormento tan atroz su infierno!
Eran los dispensadores y depositarios de los frutos de mi Redención.
Ellos, los amigos predilectos, no me han querido conocer, su obra en mi Cuerpo místico ha quedado estéril por haber apagado la fe
en su corazón, por haberse negado a seguirme en el camino de la cruz, por haber roto la unidad de mi Cuerpo místico.
Movido por el amor
Hijo, tú estás avisado por la insistencia con la que regreso a estos penosos asuntos.
Es urgente poner a la propia luz una situación en alto grado dolorosa, para que cuando el desmoronamiento inicie su acción
destructora, cuando se conozca la acción rigurosa de la Justicia de mi Padre, se sepa con claridad que no faltaron avisos,
intervenciones y llamadas, por muchos no escuchados, para evitar a la cristiandad los indescriptibles males que la esperan.
10 Y el Verbo se hizo carne
Todavía es necesario que se sepa, especialmente por los buenos, que el Padre, en el rigor de su Justicia, siempre está movido por el
amor porque Dios es Amor.
Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.
Al no haber acogido los hombres, y también muchos de mis sacerdotes, las reiteradas invitaciones a la conversión, no habiendo
sacado provecho de los castigos parciales, permitidos y queridos para llamarlos a la realidad, estallará sobre ellos la ira divina.
Han borrado a Dios de su Corazón.
En su necedad dicen que Dios no existe, y Dios borrará de la faz de la tierra los frutos de su locura y de su orgullo
Hijo mío, reza y haz rezar; el desmoronamiento está ya en marcha.
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