9 de Mayo de 1975
LA REDENCION SE COMPLETA
- He aquí, en síntesis, lo que Él me ha dicho: "Propter peccata veniunt adversa".
La humanidad ha pecado en origen en Adán y Eva; luego los hombres han continuado pecando. Se necesitaba pagar y expiar; pero
la humanidad era impotente para expiar su deuda.
El Verbo se insertó en la humanidad con el Misterio de la Encarnación. Expía y da satisfacción por la Culpa y por las culpas de la
humanidad. Su triunfo está constituido por el Misterio de la Cruz: “Cum exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum"
Salva, expía, da satisfacción y redime con un sufrimiento infinito. Su triunfo brota de los insultos, de los escupitajos, de la
flagelación... De este modo glorifica al Padre y salva a las almas; reconcilia a la humanidad con la Divinidad y triunfa sobre sus
enemigos visibles pero sobre todo, sobre sus enemigos invisibles: Satanás y sus secuaces.
De su Costado brota el Misterio de la Iglesia, su Cuerpo Místico del que Él es la Cabeza.
Es ley natural que el sufrimiento de un órgano se refleje y repercuta en los otros órganos del cuerpo. Así la Redención, iniciada con
la Encarnación y consumada en la Cruz se completa en todos los miembros del Cuerpo Místico con el sufrimiento hasta el fin de
los tiempos.
Nuestras acciones humanas nunca son solamente personales; sus consecuencias, sean buenas o malas no son nunca sólo
personales, sino que repercuten positiva o negativamente en todo el Cuerpo Místico, del que cada uno es miembro.
Por eso el cristiano nunca es tan cristiano como cuando sufre, culpable o inocente, adulto o pequeño; su sufrimiento, como el de
Cristo, se vuelve patrimonio de todos, aunque conservando su valor personal.
El cristiano, se acerca tanto más a Cristo con su sufrimiento, cuanto más colabora en completar el Misterio de la Redención en la
Iglesia. Ésta, como Cristo, de cuyo costado ha brotado, triunfa en el dolor, en la humillación y en la persecución
Las injusticias espirituales
El no querer sufrir es falta de amor a Dios, es falta de justicia y de amor al prójimo y a los hermanos más necesitados de la
Misericordia divina.
Se deploran las injusticias sociales, y justamente, pero no se deploran para nada las injusticias espirituales perpetradas en perjuicio
de tantas almas que se pierden porque nos hemos negado a sufrir con Él por su salvación.
Terrible falta de sensibilidad cristiana que revela la tremenda crisis de fe; y con la fe está en crisis la esperanza y la caridad.
El no querer sufrir manifiesta la falta de justicia y de caridad hacia Dios y hacia los hermanos: de estas dos grandes virtudes que
constituyen el soporte de toda la vida cristiana.
Los rebeldes al sufrimiento corren el grave riesgo de auto eliminarse del Cuerpo Místico, corren el peligro de agostarse como
ramas secas e inútiles, es más, nocivas, buenas solo para el fuego. Falta en los cristianos la visión del gran valor de los bienes
eternos, para los que han sido creados y redimidos.
El no querer sufrir es un gravísimo mal de la sociedad materialista que, desgraciadamente, ha contagiado clero, religiosos y
religiosas.
En consecuencia, ella ha sofocado la verdadera y auténtica vida cristiana de fe, de esperanza y de amor; ella ha vuelto ciegas las
almas, ha hecho insípida a la sal y ha apagado muchas lámparas que habrían debido difundir luz y que ya no lucen más.
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