La cuerda de la campana
Además de las visiones, tuve que sufrir muchísimo por causa de Satanás. El espíritu maligno sabía que yo soy un instrumento en manos de Dios y puedo ayudar a salvar a muchísimas almas con la oración y el sacrificio. Todo lo que se gana para Jesús es pérdida para Satanás. Mi vida estaba llena de tentaciones y mortificaciones.
En una ocasión el demonio me llevó al campanario de la iglesia. Me ofreció la cuerda de la campana invitándome a que me colgara. Yo estaba entonces muy abatida y no encontraba razón para seguir viviendo más. La tentación era tan fuerte que casi estaba condescendiendo. De repente, la campana grande empezó a tocar. Era el mediodía. Como de costumbre recé el Ángelus y mientras rezaba sentí que la opresión diabólica iba disminuyendo. Estuve escondida en el campanario hasta el anochecer, cuando mi madre superiora, con la ayuda de una lámpara llegó y me encontró cerca de las diez de la noche. Me dio una Medalla y rezamos. Satanás, batiendo en retirada, como un animal asqueroso, me dijo:
–¡No importa que esta vez no pude llevarte conmigo, pero te aseguro que tú serás mía a la hora de la muerte!
En ese momento oí la voz de Jesús que dijo:
–¡Ella no será tuya, porque no tú, sino Yo soy el que derramé mi sangre por ella!
Entonces me sentí completamente aliviada en mi alma y en mi cuerpo y todas mis dudas desaparecieron.
La lancha salvavidas de la Gracia
Un jueves, al anochecer, Jesús me llevó al huerto de Getsemaní. Completamente agotada de tanto sufrir le pedí que me librara de cierta clase de sufrimientos, pero Él me contestó:
–Yo te di este sufrimiento como una gracia especial y es por esto que no te lo quitaré. El martirio físico y temporal es una lancha salvavidas para esas almas que navegan hacia el infierno con la multitud de sus pecados. Si te quito este sufrimiento, como tú Me lo pides, la lancha salvavidas, con todas las almas a ti confiadas, se hundirá para siempre. Te bendigo regalándote los sufrimientos de los mártires. Cada vez que tú aceptas este sufrimiento de mi mano, Yo puedo salvar muchas almas por medio tuyo. Mi querida hija, es una gracia misteriosa, un sufrimiento misterioso que te hace morir, aunque más bien tú vives de nuevo. Por este sufrimiento, Yo no sólo puedo salvar almas sino puedo también darle al mundo la gran gracia de la paz.
El quebrantamiento de los huesos
Una mañana, mientras rezaba, Jesús me llevó al Calvario y vi cómo los soldados quebraban los huesos de los dos ladrones crucificados con Él. Era algo terrible; yo estaba feliz de que no le quebraran los huesos a Jesús. Mientras estaba meditando en esto, Él me dijo:
–Si el amor misericordioso del Padre celestial no hubiera decretado que Yo me muriera antes, el enemigo hubiera quebrado mi sagrado Cuerpo así, como lo hicieron con esos dos. Querida hija, será un secreto para el hombre el por qué mi Padre celestial hizo esta excepción con su Hijo. Esto será revelado a los ángeles y a los hombres en el juicio final. Hija mía, únete a Mí y reza una acción de gracias por esto. Yo cargué en mis hombros todos los pecados más horribles del mundo entero mientras moría en la cruz. Por eso gané el favor de mi Padre celestial.
¡Era tan tierno Jesús cuando me decía todo esto!
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