Padre Shenan BoquetPresidente de HLI
Millones de católicos y millones de otras personas que admiran las enseñanzas de la Iglesia y sus obras sociales, todavía creen que Planned Parenthood (“Paternidad Planificada”, traducción libre), la más corrupta de las organizaciones, tiene como objetivo principal la salud de las mujeres y que sus desacuerdos con la Iglesia son de poca importancia.
Lo que distingue a Planned Parenthood de la Iglesia no es cuestión de un mero desacuerdo, como si Cecile Richards (la presidente de Planned Parenthood) y el Papa Francisco pudieran resolver sus diferencias con un simple diálogo. Se trata de una diferencia insalvable cuya raíz se encuentra en una visión equivocada de la dignidad humana y de la libertad por parte de Planned Parenthood. Desde su inicio, Planned Parenthood ha considerado a la Iglesia Católica su principal obstáculo en cuanto al logro de sus objetivos.
¿Y cuáles son esos objetivos? Incitar a la mayor cantidad de gente posible a aceptar el libertinaje sexual, la desintegración de la familia y de cualquier otra institución que se le atraviese en su camino.
Para lograr estos objetivos, Planned Parenthood tiene que esconder información vital acerca del daño que sus principales productos – el aborto y la anticoncepción – le causan a la salud de la mujer. Y para lograrlo, Planned Parenthood tiene que marginar a la institución que no ha dudado en declarar la maldad intrínseca de tanto sus medios como sus fines.
Hay una razón por la cual tantas personas están confundidas. Como el mal tiende a hacer, Planned Parenthood esconde su verdadera naturaleza alineándose con instituciones legítimas, tanto en cuanto les sirvan para sus propósitos. Por ejemplo, las Girl Scouts (“Niñas Guías”) se unieron a Planned Parenthood hace décadas. Y ahora, la organización que antes ejercía una floreciente y sana influencia en muchas niñas, es objeto de crecientes protestas por parte de ex miembros, que se oponen a la ideología sexual extremista que Planned Parenthood intenta trasmitirles. Otro ejemplo, es el hecho que desde hace bastante tiempo, innumerables escuelas preparatorias e intermedias han aceptado la “educación” sexual que, en gran parte, ha diseñado Planned Parenthood o que, de hecho, sus “instructores” están enseñando. Cada vez hay más padres de familia que se sienten indignados al ver que sus hijos o hijas, de hasta sólo 8 años de edad, llegan a casa preguntando cosas gráficas o explícitas acerca de la sexualidad humana.
Se trata de una maquinación. Primero Planned Parenthood obtiene una audiencia cuya atención logra cautivar (menores de edad). Luego les enseña a esos estudiantes conductas peligrosas. Después, les vende productos que se supone convierten en “seguras” esas conductas. Entonces, cuando esos productos fracasan, lo cual eventualmente ocurre tras un uso suficiente de los mismos, les vende la “solución” final del problema que la propia Planned Parenthood ha causado. Así es como funciona este ardid. La “educación” sexual lleva al uso de anticonceptivos y, luego, tras el fallo de éstos, viene el aborto. Y todo ello es financiado con los dólares del contribuyente. Después de todo, ¿quién más sino el gobierno federal podría esconder esa monumental estafa del escrutinio público durante tanto tiempo?
Observemos la destrucción que este malévolo plan ha causado en la vida de menores de edad y sus familias. Los niños y las niñas pierden su inocencia a una edad cada vez más temprana. Las tasas de enfermedades de transmisión sexual continúan ascendiendo vertiginosamente y los que lucran con ello siguen gozando de credibilidad en el campo de la “salud femenina”. Continúan vendiendo fármacos y productos que exacerban el problema al transmitir un falso sentimiento de “seguridad”.
Ahora la oficina del gobierno para la rendición de cuentas (GAO, por sus siglas en inglés), ha confirmado que el Obamacare (el plan nacional de “salud” de Obama) ha estado financiando el aborto a través de sus proveedores de seguros y las cuotas han estado escondidas del escrutinio público. Más de 1,000 aseguradoras han estado usando el dinero federal para financiar el aborto y la mayoría de ellas ni siquiera le dirán a usted si dan o no cobertura al aborto, en caso de que usted intente inscribirse en el Obamacare.
¿Quiénes serán los principales destinatarios de este diluvio de dinero ensangrentado? Usted lo adivinó: los “centros comunitarios de salud” y afiliados del mayor proveedor de abortos de EEUU, Planned Parenthood.
No hay manera de contar la cantidad de vidas perdidas o arruinadas por este programa tan terriblemente malévolo y, al mismo tiempo, lamentablemente exitoso en cuanto a sus propios objetivos. Y el otro número imposible de calcular es el de almas que se pierden. ¿Cuántas mujeres son engañosamente inducidas a pensar que el “procedimiento” que le van a practicar no es realmente la destrucción de un ser humano inocente? ¿Cuántos médicos son obligados, abiertamente o a través de la presión de sus colegas, a cometer procedimientos que ellos saben que matan a seres humanos o a recetar fármacos y dispositivos que inducen a la gente a pensar que pueden tener relaciones sexuales sin quedar tener nunca un embarazo? ¿Cuántas mujeres, como la pasٕó a Abby Johnson, van a trabajar para Planned Parenthood con la esperanza de que realmente van a ayudar a las mujeres, para luego darse cuenta de que todo lo que le importa a esta organización es ganar dinero? ¿Y cuántas mujeres luego se encuentran a sí mismas atrapadas financieramente en un empleo miserable, anti-mujer y anti-bebé?
La ideología de Planned Parenthood ha logrado corromper a casi toda la ayuda internacional y la industria del desarrollo, aún a muchas organizaciones cristianas, que ahora aceptan la falsa premisa de que los niños son una amenaza al progreso y el desarrollo.
Ello es a lo que HLI se tiene que enfrentar todos los días en todo el mundo.
La Iglesia predijo las nefastas consecuencias de la anticoncepción – práctica que Planned Parenthood proclama como “solución” a muchos problemas – en el número 17 de la Encíclica Humanae vitae del Papa Pablo VI, publicada el 25 de julio de 1968: (1) Un aumento de la degradación de la moralidad y de la infidelidad conyugal, (2) la falta de respeto del hombre hacia el equilibrio físico y psicológico de la mujer, (3) la imposición del control demográfico por parte de ciertos gobiernos contra sus propios pueblos y (4) la falsa creencia de que el ser humano tiene “derecho” a un dominio ilimitado sobre su cuerpo o el de los demás. Todas y cada una de estas consecuencias han ocurrido y siguen ocurriendo: promiscuidad, enfermedades de transmisión sexual, cáncer de mama causado por anticonceptivos hormonales y abortos, el aumento de las cifras de abortos, etc.
Si es que tuviéramos que sostener un diálogo con Planned Parenthood, que este comience sobre el fundamento de la verdad. Echemos a un lado las tonterías acerca de los temas en que estamos “de acuerdo”, como el de la salud femenina, cuando para esta organización ello sólo significa fomentar un comportamiento sexual arriesgado por medio del uso de peligrosos anticonceptivos para la mujer, que también causan la muerte de niños no nacidos en las primeras etapas del embarazo. No, intentar razonar con una entidad cuya orientación misma es malévola es empantanarse en una expectativa de una sola vía hacia el transigir continuamente con el mal. Si queremos saber qué pasa cuando una organización intenta transigir con Planned Parenthood y luego se da cuenta demasiado tarde de su error, recordemos lo que le ocurrió a la Fundación Susan B. Komen [1].
Ello es lo que hace el mal: se roba la legitimidad de los que tienen buena voluntad y sólo quieren llevarse bien con los demás, y luego los aplasta cuando intentan zafarse de una relación de una presunta “mutua colaboración”. No se trata solamente del riesgo que corren millones de vidas, sino también millones de almas. La salvación de las almas siempre ha sido la tarea de la Iglesia Católica, lo cual también es el por qué trabajamos tan duro en pro de la justicia y de la salvación vidas humanas.
Ha llegado la hora de restablecer los términos del debate. En HLI, apoyamos la iniciativa de nuestros amigos en la American Life League (“Liga Provida de EEUU”, traducción libre), quienes han lanzado la campaña “Defend the Family” (“Defendamos la Familia”, traducción libre) [2]. Fundamentalmente, se trata de un proyecto de orar para pedir a la Iglesia Católica que haga lo que ha hecho en otras coyunturas de la historia: declarar a una institución Enemiga de la Iglesia Católica. Así como ha sucedido en el caso de los masones y de la ideología del comunismo, es dolorosamente evidente que Planned Parenthood considera que la Iglesia Católica es su principal enemigo. De manera que ya hay precedente y justificación para emitir esa declaración.
Me asombra el hecho de que, a medida que viajo por el mundo, me encuentro con muchos obispos muy buenos que han sido engañados acerca de lo que hace Planned Parenthood. Estos obispos se sienten consternados pero al mismo tiempo agradecidos al enterarse de la verdad. Que nuestros esfuerzos estén caracterizados totalmente por la oración y el respeto. Pidamos al Espíritu Santo que haga lo que Él quiera en este asunto. Después de todo se trata de Su Iglesia.
Notas:
[1]. La Fundación Susan B. Komen se dedica a recaudar fondos para la investigación para la cura del cáncer de mama. Lamentablemente, esta institución es donante de Planned Parenthood. Se trata de una contradicción. Pues Planned Parenthood promueve y vende dos cosas que causan el cáncer de mama: anticonceptivos hormonales y “servicios” de abortos. Debido a la protesta de no pocos donantes, la Fundación le retiró sus contribuciones a Planned Parenthood. Pero poco después sucumbió ante la presión del gigante abortista y continuó dándole dinero. Véase: Susan Michell Tyrell, “Komen sees 22% decline in donations following Planned Parenthood funding controversy,”LifeSiteNews.com, 6 de enero de 2014, http://www.lifesitenews.com/news/komen-sees-22-decline-in-donations-following-planned-parenthood-funding-con.[2]. Véase:
http://www.all.org/nav/index/heading/MTE/cat/Mjky/.
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