12 de Junio de 1978
FE Y AMOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Escribe, hermano Don Octavio, soy Michele Rua.
He sido el primer sucesor de San Juan Bosco, le he conocido bien en la tierra, carácter jovial, sabía esconder el gran sufrimiento que acompañó su vida terrena. En esto le ayudó mucho su férrea Fe, jamás vaciló, le ayudó también mucho la grandísima devoción a María Auxiliadora, fe y amor a la Santísima Virgen fueron los rieles que lo guiaron en toda su atormentada vida y que le hicieron superar toda suerte de dificultades.
Juan Bosco fue un gran pionero de la Iglesia, fue un valeroso alférez que enarboló, en los albores de su vida sacerdotal, el estandarte de la nueva Iglesia y que consumó su vida de Sacerdote para regenerar la Iglesia, y regenerarla quiere decir hacerla nueva.
Juan Bosco, por la pureza diamantina de su vida, por el ardor de su fe, en él siempre operante, y por el fuego de su amor, sobre todo por los jóvenes abandonados a sí mismos, privados de aquel alimento espiritual sin el cual no es posible la vida de gracia, tuvo una visión clara y precisa de los males que en aquellos tiempos afligían a la Iglesia; por esto puso toda su vida a disposición de la gran causa, es decir, la renovación espiritual del Cuerpo Místico.
Fue ésta, su completa y generosa dedicación, lo que lo hizo tan agradable a Dios, que derramó sobre él ríos de gracias; pero fue precisamente esto lo que desató en su contra la ira y precisamente rabiosa reacción de las fuerzas adversas del infierno, que se sirvieron de su iglesia, la Masonería, de la que como todavía hoy, en aquel tiempo estaba llena Italia; pero don Bosco sabía bien de dónde venían las dificultades, conocía bien a sus enemigos, a los que con prudencia, pero también con valor, opuso siempre una tenaz resistencia, bien informado y bien consciente, de que aquellas fuerzas no habrían nunca de prevalecer contra la Luz contra la luz, la Verdad y la Justicia.
Hermano Don Octavio, pienso que tendrás curiosidad por conocer el porqué de éste mi preámbulo, la razón no falta y es ésta: tú has venido a encontrarte en el centro de una gran tempestad, tú, hermano mío, hace años que vives en un clima tempestuoso y que te mueves en medio de aguas agitadas; tú esperabas en tu corazón que el buen tiempo estuviera para comenzar, cuando de improviso, lanzado atrás por las olas, hete aquí luchando con esas ocultas potencias del mal, con asombro de tu parte. Por esto pienso que la figura de Don Bosco te puede ser de mucha utilidad.
No os desaniméis, la lucha será ganada
Don Bosco era la prudencia personificada, vigilaba atentamente para no pisar en falso, abierto y reservado, porque conocía profundamente a los hombres y por tanto sabía cómo tratar con ellos, y auxiliado en esto por un gran don, el discernimiento de las almas, por lo que pudo obrar siempre sobre seguro. Completaban luego estos dones otros no menos bellos y preciosos, como una profunda piedad, una gran sabiduría, una fortaleza de espíritu no común, humildad, clemencia, mansedumbre; en suma: era completo.
Don Octavio, tú lo sabes, que al enemigo se le derrota sólo con la humildad y la paciencia. Del Maestro Divino se pudo decir "coepit facere et docere"[83] y esto se debe poder decir de todos aquellos a quienes Él ha elegido para sus designios de amor, por tanto no os desaniméis, la lucha ha comenzado y la lucha será ganada; Él ha vencido al mundo, a la muerte y al infierno y así será para vosotros si permanecéis unidos a Él en una comunión perfecta, con la humildad, la paciencia y todos los demás dones que Él nunca niega.
Se os ha dicho con caridad y justicia; lo que importa es que se debe sofocar en vosotros todo resentimiento, toda sombra de resentimiento y en esto estáis faltos. El resentimiento jamás viene de Dios, pero no podéis vencer esa instintiva repulsa solos; rezad y ofreced sinceramente vuestros sufrimientos por su conversión, justicia y humildad pueden muy bien estar juntas.
Animo y adelante, nosotros estamos con vosotros. Dios os bendiga, ahora y siempre.
Michele Rua
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