Estimados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz y bien!
En las estanterías de las librerías es fácil encontrar abundantes libros de autoayuda llenos de recetas para ser feliz. El sociólogo Zygmunt Bauman propone dos valores básicos para ser feliz: la seguridad y la libertad. Para Bauman “nadie consigue ser feliz y tener una vida digna cuando falta uno de ellos. Seguridad sin libertad es esclavitud. Libertad sin seguridad es el caos total.” Vivimos un momento en que muchos rechazan cualquier discurso de tipo doctrinal porque parece que es contrario a la libertad. Otros, por el contrario, se agarran a una doctrina buscando seguridad en un mundo de incertezas. Sin caer en radicalismos, el Evangelio nos ofrece una doctrina segura sin privarnos de la libertad. Podríamos decir que es una doctrina que libera, al contrario de muchas doctrinas que son fuente de alienación.
El evangelio de hoy dice que “al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza” (Mt 7,28). Es la conclusión del conocido como Sermón de la Montaña, que ocupa tres capítulos enteros de Mateo (5-7). De los evangelios de estos días pasados, las Bianventuranzas, que están al inicio del discurso, ocupan un lugar destacado pues son una especie de autorretrato de Jesús. Es un camino seguro en el que a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres han encontrado la plenitud de la vida.
A diferencia de los escribas y fariseos, la doctrina de Jesús no estaba centrada en la observancia de las normas rituales ni de los preceptos religiosos sino en la invitación a seguirle y a participar de su vida. O lo que es lo mismo, a que la persona se adhiera al proyecto del Reino. Es una doctrina con la que sus oyentes se identificaron porque les hablaba al corazón. Las palabras de Jesús llegaban a los oídos de la gente que sufría como una voz liberadora. Eran el susurro de Dios que quería romper el yugo de toda esclavitud, haciendo las relaciones entre las personas más fraternas. Eran un camino seguro por donde podían llevar sus vidas porque defendían la dignidad de toda persona humana.
Hagamos de ese discurso nuestro proyecto de vida y veremos que aquella multitud tenía razón cuando decía que Jesús hablaba con autoridad. No tengamos duda, el Evangelio es una roca firme sobre la que podemos construir nuestra existencia.
¡Que tengan un buen día!
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