15 de Junio de 1978
SEÑAL DE FIESTA
Soy monseñor Pranzini, escribe.
¿Recuerdas, Don Octavio, el día en que en la Catedral de Mirandola te ordené sacerdote el 12 de marzo de 1932? Aquella noche cayeron doce centímetros de nieve, y yo, tu obispo, te dije que aquella nevada no era casual, sino que constituía una "señal", una señal de fiesta, una señal que la Providencia divina quiso dar para confirmar una intuición mía con relación a ti, para confirmarme que tu ordenación era cosa grande en la vida de la Iglesia. Te dije abiertamente que aquella nevada era de buenos auspicios, pero tú no parecías haberme comprendido, y así fue, de hecho no creíste en mis palabras. Aquella nevada a ti no te dijo nada, a mí me dijo mucho, me dijo que tu sacerdocio estaba marcado como no común y tuve la confirmación del Cielo... y tú ahora la tienes.
Conoces ya las características de tu misión sacerdotal: Poner sobre el tapete el problema central de la Pastoral de toda la Iglesia Universal. Es un problema de substancia, es un problema central, sin el cual no tienen razón de ser los demás problemas eclesiales. ¿Cómo, Don Octavio, se puede explicar que la Iglesia, verdadera, una, santa, católica y apostólica haya podido ser oscurecida hasta el punto de olvidar su razón de ser en el mundo a pesar de que en estos últimos tiempos haya tenido como Cabezas visibles a hombres santos, como lo han sido los Pontífices que se han sucedido en la silla de Pedro en los últimos cien años?
La Iglesia, misterio en el que lo humano y lo divino se encuentran
Don Octavio, sabes que la Iglesia es un misterio en el que lo humano y lo divino se encuentran, se entrelazan y se funden. La parte humana, si bien estando admirablemente unida a la parte divina, queda siempre humana y por eso está sujeta a los males que se derivan de una naturaleza herida y debilitada por el primer pecado. La historia se repite, aunque más que repetirse, la historia de la naturaleza humana desde el momento de su herida mortal está siempre bajo la implacable persecución de su mortal Enemigo, y si no se defiende, y no es defendida; es arrollada inexorablemente; pobre naturaleza humana.
Por otra parte, tú bien sabes que la Iglesia es un "cuerpo", un verdadero cuerpo; social, pero real y en cuyo vértice supremo está el Redentor Divino, Jesús, el Verbo de Dios hecho Carne, y junto con Él está su Vicario en la tierra. Ahora bien, la Cabeza divina y humana gobierna y mueve el cuerpo entero por medio de los miembros, ni más ni menos que como sucede en el cuerpo humano, de la cabeza parten todas las órdenes que mueven a los demás miembros. Así en la Iglesia: Su Cabeza y desde su vértice vienen los impulsos que ponen en movimiento a los diferentes miembros, pero mientras que los varios miembros del cuerpo humano, ojos, boca, piernas, brazos, etc. no son ni libres, ni inteligentes, y por lo tanto se dejan manejar libremente por el vértice, en el cuerpo social que es la Iglesia los miembros son libres e inteligentes y forman parte de aquel cuerpo herido y contaminado y, por tanto, son fácilmente influenciables por parte de su acérrimo enemigo: Las potencias tenebrosas del mal siempre al acecho, las que fuerzan su libertad, y mejor y más fácil lo pueden hacer cuando el sujeto, hecho blanco de su acción maléfica, ha dejado desarrollar en sí los gérmenes del mal inoculados en el momento de la caída original.
Ningún resultado positivo sin el sufrimiento
En otras palabras, Don Octavio, contaminados los cerebros de los que están al vértice de la Iglesia, la contaminación por fuerza mayor se extiende a toda la Iglesia… Se te ha dicho, y no lo olvides, que la oscuridad espiritual que envuelve a la Iglesia es originada por la soberbia.
Ahora compréndeme: El que llega al gobierno de las iglesias locales a través de embrollos e intrigas, que brotan de la ambición, es un intruso que no actúa movido por la humildad ni por el amor, sino todo lo contrario, actúa en la Iglesia movido por la ambición y por el egoísmo igual que un mercenario. He aquí porqué tantos hoy no son "padres", sino burócratas y funcionarios, que nada tienen que envidiar a burócratas y funcionarios de una sociedad sin Dios y, por tanto, sin amor.
Don Octavio, es terrible, pero así es. Comprende entonces porqué con tanta insistencia se te ha sugerido proponer de nuevo para estudio de la Iglesia el problema fundamental de su misma razón de ser en el centro del mundo y de los pueblos y esto es la lucha sin tregua entre Luz y Tinieblas, entre Dios y Satanás, entre el Bien y el Mal. No te asombre, pues, el sucederse de los mensajes impregnados todos por las mismas llamadas sobre el más gran- de problema de la Pastoral.
Estás trabajando para la Nueva Iglesia y debe ser motivo de gozo para ti que este trabajo esté estrechamente ligado a la Cruz. No habría ningún resultado positivo de tu misión sin el sufrimiento del que ya sabes y pronto sabrás más.
Dios omnipotente Uno y Trino, el Verbo Eterno de Dios personalmente presente en su Iglesia en unión con la Madre Santísima te bendigan, os bendigan, ahora y siempre.
Mons. Giovanni Pranzini
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