15 de Junio de 1978
LA FINALIDAD DE LA CREACION
Escribe, hermano, soy Domingo Savio.
Al coro de los Ángeles y de los Santos que te han hablado y al coro de los Santos que te hablarán, uno mi voz también yo, pequeño santo del Paraíso. En el Paraíso no hay sino Santos, no puede haber sino Santos porque tres veces Santo es Aquel que ha querido el Paraíso desde toda la eternidad para que fuera la Patria, la Casa de las legiones Angélicas, que para Su gloria lucharon y luchan, y para que el Paraíso fuera también Patria y Casa de los hijos de los hombres que, a ejemplo y con ayuda las legiones Angélicas, fieles a su Creador y Señor, también ellos se batieron en una dura lucha por la gloria de Aquel a quien se debe todo honor y toda gloria siempre en los siglos eternos.
Hermano Don Octavio, veo lo que a ha rozado tu mente en este momento, si te respondo, tampoco yo podría dejar de hablarte del problema más importante con relación a la vida de los hombres en la tierra. Tú has pensado: Al menos tú dime algo nuevo… Cuántas cosas nuevas para ti podría yo decirte, pero no puedo sino recalcarte el camino de los que me han precedido en sus coloquios contigo, sólo ayer se te recordó la advertencia del Evangelio: "¿De qué le sirve al hombre ganar la estima, la gloria, la riqueza de todo el mundo si luego al final pierde su alma?"
Hermano Don Octavio, ¿cuál es la finalidad de la creación del hombre sino conocer, servir y amar a Dios en la tierra para después ir a gozar de Él en el Paraíso? ¿Se puede decir hoy que esta altísima finalidad sea querida y perseguida hoy por la gran mayoría de los hombres, de los jóvenes?, ¿se puede decir hoy que la humanidad tenga conciencia de la razón de su existir, de su peregrinar en la tierra?
La medida esta colmada
Tú tampoco ves, hermano mío, el extravío de los pueblos, de las naciones, de los particulares, de la juventud en general. Pavoroso extravío por el que ignorando el camino justo que se debe recorrer se han perdido y se pierden en tenebrosos laberintos de las más profunda degradación espiritual, moral y material. Los hombres, por no haber querido ni sabido buscar la Luz, han caído en las más horribles tinieblas, producidas por las desenfrenadas concupiscencias del espíritu y de la materia. No ves, hermano Don Octavio, cómo las cosas más abyectas y delictivas son acogidas por esta humanidad materializada hasta el punto de haber perdido completamente el sentido del bien y del mal, de la justicia y de las más pavorosas injusticias, el sentido de la verdad y del error. Se aplaude el aborto, el delito, se aplaude la corrupción, la violencia, la glorificación de la fuerza bruta, se aplaude todo lo que está contra la ley divina y la natural. Hasta este punto el acérrimo enemigo de la humanidad y de Dios está ahora empujando a la humanidad misma hacia el oscuro abismo en el que será, en grandísima parte, aniquilada.
La medida esta colmada, el vaso se derrama, la humanidad será, con su perversión, se está disponiendo a ser justiciera de sí misma. Hermano Don Octavio, la locura del materialismo y del racionalismo, que tan fuertemente ha penetrado en la Iglesia, ya está por cosechar sus frutos amargos de perdición temporal y eterna.
La iglesia deberá sufrir su tremenda pasión
El hombre no tiene necesidad de Dios, así se ha dicho, y, en este clima total, o casi, de materialismo y de racionalismo se ha preparado y se está preparando, en la más loca competencia entre los grandes de la tierra, el más ingente depósito de armas mortíferas listas para destruir la tierra, no una sola vez sino tantas y tantas veces. Hermano Don Octavio, aquí tienes los amargos frutos que la humanidad sin Dios y contra Dios está amontonando para esta generación insensata y sorda a todas las llamadas del Cielo. Esta afirmación mía no ha de entenderse en sentido totalitario... pero casi.
¿Y la Iglesia, puesta en el mundo como Maestra y Guía de los pueblos? ¡Oh!, la Iglesia, la Iglesia de Jesús, salida de la Herida de Su Costado, también Ella ha sido contaminada por el veneno de Satanás y de sus malditas legiones; no perecerá, en la Iglesia está presente el Divino Redentor, no puede perecer, pero deberá sufrir, igual que su Cabeza invisible su tremenda pasión.
Iglesia y humanidad entera saldrán de sus ruinas para dar comienzo a un nuevo camino de paz y de justicia, en el que estará verdaderamente en todos los corazones el Reino de Dios, aquel Reino interior que los buenos desde hace tiempo piden e invocan.
Hermano Don Octavio, también yo te digo ¡Animo! Llegará el momento en el que de ánimo, fe y amor habrá mucha necesidad, pero no temas, Él al momento preciso os dará aquello de lo que tendréis necesidad. Dios, sumo Señor de todas las cosas, a quien se debe todo honor y toda gloria en los siglos eternos, te bendiga, os bendiga esté y permanezca siempre con vosotros.
Domingo Savio
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