VATICANO, 25 Oct. 15 / 05:52 am (
ACI).- Con una solemne
Misa en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco clausuró el Sínodo de la
Familia que desde el pasado 4 de octubre ha reflexionado sobre “La vocación y la misión de la familia en la
Iglesia y en el mundo contemporáneo”.
En su homilía el Pontífice comentó las lecturas de la liturgia del día que “nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, que se revela definitivamente en Jesús” y señaló que “sólo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves”. Además advirtió del riesgo de caer en una “espiritualidad del espejismo” y en “habituales de la gracia”.
Poniendo como ejemplo al pueblo hebreo deportado a Babilonia, afirmó que esta paternidad “les abrió una vía accesible, una vía de consuelo después de tantas lágrimas y de tantas amarguras”.
Por eso, “si el pueblo permanece fiel, si persevera en la búsqueda de Dios también en tierra extranjera, Dios cambiará su prisión por la libertad, su soledad en comunión: aquello que hoy el pueblo siembre con lágrimas, mañana lo recogerá en la alegría”.
“El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvífica de Dios en la propia
vida”, dijo.
“Nosotros, Pastores, hemos experimentado qué significa sembrar con dificultad, a veces con lágrimas, y alegrarnos por la gracia de una recogida que siempre va más allá de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades”.
Francisco manifestó que “Jesús es el sumo sacerdote grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el sumo sacerdote que ha tomado parte de nuestras debilidades y fue puesto en la prueba en cada cosa como nosotros, excepto el pecado”.
“Es el mediador de la nueva y definitiva alianza que nos dará la salvación”, añadió.
El Evangelio del día habla de la curación del ciego de Jericó, Bartimeo, quien le pide ayuda a Jesús. Un pasaje en el que Jesús “se deja tocar por su petición, se hace involucrar por su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente”.
“No le da ni indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’. Podría parecer una petición inútil: ‘¿qué puede desear un ciego si no la vista?’. Y sin embargo, con ese interrogatorio hecho ‘cara a cara’, directo pero respetuoso, Jesús muestra querer escuchar nuestras necesidades”.
“Desea con cada uno de nosotros un coloquio hecho de vida, de situaciones reales, que no excluya nada delante de Dios”.
Al curarle, Jesús le dice: ‘Tú fe te ha salvado’. “En efecto, sólo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves”, subrayó el Papa.
El Santo Padre explicó que los discípulos de Jesús, es decir, los cristianos, están llamados a “poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva”.
“Cuando el grito de la humanidad se vuelve, como en Bartimeo, todavía más fuerte, no existe otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús, y sobre todo imitar su corazón”.
“Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia” y “hoy es el tiempo de la misericordia”.
Francisco admitió que hay “tentaciones para quien sigue a Jesús” y “el Evangelio evidencia al menos dos”.
“Ninguno de los discípulos se detiene, como hace Jesús. Continúan caminando, van adelante como si no ocurriera nada. Si Bartimeo es ciego, ellos son sordos: su problema no es el problema de ellos”.
Y este “puede ser nuestro riesgo: frente a continuos problemas, mejor ir hacia adelante, sin dejarnos molestar” y actuando así “no pensamos como Jesús”.
“Se está en su grupo, pero se pierde la apertura de corazón, se pierden la maravilla, la gratitud y el entusiasmo y se corre el riesgo de convertirse en ‘habituales de la gracia’”.
“Podemos hablar de Él y trabajar para Él, pero vivir lejos de su corazón, que se extiende hacia quien está herido”.
“Esta es la tentación: una ‘espiritualidad del espejismo’: podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver aquello que realmente hay, sino lo que querríamos ver nosotros; somos capaces de construir versiones del mundo, pero no aceptamos aquello que el Señor nos pone delante de los ojos”.
“Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y en lugar de un oasis crea otros desiertos”, destacó.
Pero existe una segunda tentación, la de caer “en una ‘fe de mapa’”. El Papa explicó que “podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos ya nuestra ‘hoja de ruta’: sabemos dónde ir y cuánto tiempo dedicar; todos deben respetar nuestros ritmos y cada inconveniente que nos molesta. Tenemos el riesgo de ser como muchos del Evangelio que pierden la paciencia y le reprochan a Bartimeo”.
Pero “Jesús en su lugar quiere incluir, sobre todo a quien es tenido a los márgenes y le grita a Él”.
Las últimas palabras del Papa estuvieron dedicadas al agradecimiento de los participantes del Sínodo, que “hemos caminado juntos”.
“Les agradezco por el camino que hemos compartido con la mirada dirigida al Señor y a los hermanos, en la búsqueda de los senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia”.
“Prosigamos el camino que el Señor desea, pidámosle a Él una mirada sana y salvada, que sepa difundir luz, para que recuerde el esplendor que lo ha iluminado. Sin dejarnos nunca ofuscar por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios, que resplandece en el hombre viviente”.
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