A la paz de Dios:
Aunque por nuestras latitudes estamos en tiempo de siembra, el evangelio de hoy habla de dar frutos, de dar buenos frutos.
¿Cómo podemos dar hoy los verdaderos frutos que pide la conversión? Se me ocurre que hoy, siendo San Antonio María Claret, podemos tomar las palabras que el papa Francisco dirigió el mes pasado a los claretianos reunidos en Capítulo General. De manera espontánea invitó a estos tres verbos:
Adorar: nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el sentido de la adoración. Incluso en la oración, no es cierto, rezamos, alabamos al Señor, pedimos, agradecemos. Pero la adoración, ese estar delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio, que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es imitación de cartón, es ídolo. Adorar. En esta etapa hagan un esfuerzo por crecer en este modo de oración: la adoración. Adoren, adoren a Dios. Ese perder tiempo sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar, solamente adorar, con el alma postrada.
Caminar. Dios no puede adorarse a sí mismo, pero Dios quiso caminar, no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo. Caminar es abrir fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra. Es verdad que hay que organizar cosas, que hay trabajos que exigen estarse quietos pero con el alma, el corazón y la cabeza, caminar, buscar. Ir a las fronteras, a las fronteras de todo tipo, incluso las del pensamiento. Los intelectuales de ustedes ir a las fronteras, abrir caminos. Buscar. O sea: no quietos. Porque el que está quieto, el que no se mueve se corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez, el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que se hizo compañero del camino, ¿no? Y nos puede ayudar ver en la Biblia como el Señor acompañó a su pueblo, incluso haciéndose cargo de los pecados y perdonando y peor. Acompañar. Es decir, caminar.
El tercero, acompañar. O sea, no caminar solo, ¿no? Porque es medio aburrido, sino acompañar al pueblo porque Dios caminó acompañando, ¿no? Y me viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el tonto con los que se escapaban de Jerusalén a Emaús, ¿no? Se les puso al lado y acompañó, acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta. Acompañar los momentos de alegría, acompañar la felicidad de los matrimonios, de las familias. Acompañar los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de pecado. Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba. Acompañar. Acompañar a la gente, acompañar tantos deseos que el Señor siembra en el corazón, dejarlos que crezcan bien ¿no?
Para dar fruto: adorar, caminar, acompañar.
Vuestro hermano y amigo
Óscar Romano, cmf.
No hay comentarios:
Publicar un comentario