191 + Una mañana, oí en el alma estas palabras: Ve a
la Madre General [103] y dile que
tal cosa, en tal casa no Me agrada. No
puedo decir qué cosa ni en qué casa, pero a la Madre General se lo dije, aunque
me costó muchísimo.
192
Una vez me cargué con una
espantosa tentación que atormentaba a una de nuestras alumnas en la casa de
Varsovia. Era la tentación del
suicidio. Sufrí durante siete días y
después de siete días Jesús le concedió la gracia y entonces terminó mi
sufrimiento. Es un gran
sufrimiento. A menudo me cargo con
tormentos de nuestras alumnas. Jesús me
lo permite, y los confesores [también] [104].
193
(95) Mi corazón es la
morada estable de Jesús. Además de Jesús
nadie tiene acceso a él. De Jesús recojo
fuerzas para luchar contra todas las dificultades y contrariedades. Deseo transformarme en Jesús para poder
dedicarme perfectamente a las almas. Sin
Jesús no me acercaría a las almas, porque sé lo que soy yo por mi misma. Absorbo a Dios en mí, para entregarlo a las
almas.
194 + 27 III. Deseo cansarme, trabajar, anonadarme por
nuestra obra de salvación de las almas inmortales. No importa si estos esfuerzos acortan mi
vida, dado que ella ya no me pertenece, porque es la propiedad de la
Congregación. Por la fidelidad a la
Congregación deseo ser útil a toda la Iglesia.
195
Oh Jesús, hoy mi alma está
como ensombrecida por el sufrimiento. Ni
un solo rayo de luz. La tormenta arrecia
y Jesús está dormido. Oh mi Maestro, no
voy a despertarte, no voy a interrumpir Tu dulce sueño. Yo creo que Tú me estás fortificando, sin que
yo lo sepa.
Hay horas enteras en las cuales Te adoro, oh Pan Vivo, entre una
gran aridez del alma. Oh Jesús, Amor
Puro, no necesito consolaciones, me alimento de Tu voluntad, oh Soberano. Tu voluntad es el fin de mi existencia. Me parece que el mundo entero está a mi
servicio y depende de mí. Tú, oh Señor
comprendes mi alma en todas sus aspiraciones.
Jesús, cuando yo misma no puedo cantarte el himno del amor, admiro el
canto de los serafines, tan amados por Ti.
Deseo, como hacen ellos, ahogarme en Ti.
A tal amor nada puede detenerlo, porque ninguna fuerza tiene poder sobre
él. Él se parece a un relámpago que
ilumina la oscuridad, (96) pero no se queda en ella. Oh Maestro mío, Tú Mismo modela mi alma según
Tu voluntad y Tus proyectos eternos.
196
Cierta persona se propuso
como tarea ejercitarme de distintos modos en la virtud. Un día me detuvo en el pasillo y empezó por
decirme que no tenía por qué llamarme la atención, no obstante me mandó estar
de pie durante media hora enfrente de la pequeña capilla [105] y esperar a la
Madre Superiora, y cuando aquella regresara después del recreo [106],
inculparme de diversas cosas, que ella me dijo para que me acusara de ellas. Aunque en el alma no tenía la menor idea de
eso, no obstante obedecí y esperé media hora a la Superiora. Cada hermana que pasaba a mi lado, miraba
sonriendo. Al haberme acusado frente a
la Madre Superiora [107], me mandó al confesor, cuando me acerqué a la
confesión, el sacerdote se dio cuenta en seguida de que eso era algo que no
procedía de mi alma, y que yo no tenía la menor idea de aquellas cosas y se
extrañó de que aquella persona hubiera podido decidirse a dar tales órdenes.
197
Oh Iglesia de Dios, tú eres la mejor madre, sólo
tú sabes educar y hacer crecer al alma.
Oh, cuánto amor y cuánta veneración tengo para la Iglesia, la mejor de
las madres.
198 Una vez el Señor me
dijo: Hija Mía, tu confianza y tu amor impiden Mi justicia y no puedo
castigar porque Me lo impides. Oh,
cuánta fuerza tiene el alma llena de confianza.
199
Cuando pienso en los votos
perpetuos y en quién es Aquel que desea unirse a mí, este pensamiento me induce
a meditar sobre Él durante horas enteras.
¿Cómo va a suceder esto? Tú eres Dios
y yo una criatura Tuya, Tú eres el Rey Inmortal y yo una mendiga y la miseria
misma. Pero ahora ya lo tengo todo claro
en realidad, (97) este abismo, Señor, lo llenarán Tu gracia y amor. Este amor llenará el abismo que hay entre Tú,
Jesús, y yo.
200
Oh Jesús, que profundamente
herida queda un alma cuando trata siempre de ser sincera y la acusan de
hipocresía, y la tratan con desconfianza.
Oh Jesús, Tú has sufrido esto también para dar una reparación a Tu
Padre.
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