171
(86) Lucha por mantener el silencio. Como sucede normalmente, a los ejercicios
espirituales vienen hermanas de varias casas.
Una de las hermanas que yo no había visto desde hacia mucho tiempo, vino
a mi celda y dijo que tenía algo que decirme.
No le contesté nada y ella se dio cuenta de que yo no quería romper el
silencio. Me contestó: No sabía, hermana, que usted fuera tan rara,
y se fue. Entendí que esa persona no
tenía otro interés hacia mí que el de satisfacer su curioso amor propio. Oh Dios mantenme en la fidelidad.
172
El Padre [95] que dirigía
los ejercicios espirituales, era de América.
Vino a Polonia por poco tiempo y coincidió que nos predicara los
ejercicios a nosotras. En ese hombre se reflejaba
una profunda vida interior. Su aspecto
revelaba la grandeza del espíritu; la mortificación y el recogimiento
caracterizaban a aquel sacerdote. Sin
embargo, a pesar de las grandes virtudes que aquel sacerdote poseía,
experimenté enormes dificultades para revelarle mi alma en cuanto a las
gracias, porque en cuanto a los pecados es siempre fácil, pero en lo que se
refiere a las gracias, de verdad tengo que imponerme un gran esfuerzo y aún con
esto no digo todo.
173 Tentaciones de Satanás
durante las meditaciones. Me invadió
extrañamente el temor de que el sacerdote no me entendiera o no tuviera tiempo
para que pudiera exponerle todo. ¿Cómo
le hablaré de todo esto? Si fuese el
Padre Bukowski, me resultaría más fácil, pero a este jesuita lo veo por primera
vez. En ese momento me vino a la mente
el consejo del Padre Bukowski [96], quien me había dicho que cuando hiciera los
ejercicios espirituales, debería tomar nota, aunque brevemente, de la luz que
Dios me mandaría y por lo menos de eso darle cuenta, aunque brevemente. Oh Dios mío, un día y medio me ha pasado tan fácilmente: ahora está empezando la lucha de vida o
muerte. Dentro de media hora debe haber
la meditación y después tengo que ir a confesarme. Satanás me hace creer que si las Superioras
dijeron que mi vida es una ilusión, ¿para qué preguntar todavía (87) y molestar
al confesor? Después de todo, la M. X
[97] te dijo que Jesús no tiene ese tipo de relaciones con almas tan
miserables; lo mismo te dirá ese confesor.
¿A qué hablar de esto? Al fin y
al cabo no son pecados, y la Madre X te dijo explícitamente que todos esos
contactos con el Señor Jesús son un sueño, pura histeria, pues, ¿para qué
hablar de eso a ese sacerdote? Vas a
hacer mejor si lo rechazas todo como una ilusión. Mira, cuántas humillaciones sufriste y
cuántas sufrirás todavía, además las hermanas saben que eres histérica. ¡Oh Jesús!, grité con toda la fuerza de mi
alma. Justo en aquel momento el Padre
salió para dar la conferencia. Habló
brevemente, como si tuviera prisa.
Terminada la conferencia se sentó en el confesionario. Miré alrededor, ninguna hermana se
acercaba. Me levanté rápidamente de mi
reclinatorio y en un momento estaba junto a la rejilla. No hubo tiempo para ninguna reflexión.
174
En vez de hablar al Padre
de mis dudas que me fueron infundidas respecto a Jesús, comencé a relatarle
todas las tentaciones que he descrito arriba.
Sin embargo el confesor se dio cuenta en seguida de mi situación y
dijo: Hermana, usted no confía en Jesús,
porque se comporta con usted con tanta benevolencia. Pues, hermana, esté completamente tranquila. Jesús es su Maestro y su comunión con Jesús
no es ni una histeria, ni un sueño, ni una ilusión. Sepa hermana, que está en el buen camino. Trate de ser fiel a estas gracias y no debe
evitarlas. No es nada necesario que
usted hable de estas gracias interiores a las Superioras, si no fuera por una
orden clara de Jesús, y antes consulte al confesor. Pero si Jesús pide alguna cosa que está al
exterior, entonces, tras consultar al confesor, usted debe cumplir lo que el
Señor pide, aunque eso la cueste muchísimo.
Y por otra parte, usted, hermana tiene que hablar de todo con el
confesor. No hay absolutamente otro
camino para usted. Ore, hermana (88),
para obtener un director espiritual, porque en el caso contrario, usted
desperdiciará estos grandes dones de Dios.
Le repito otra vez esté tranquila, usted está en el buen camino. Ignore todo y siempre sea fiel al Señor
Jesús, sin reparar en lo que digan de usted, hermana. Precisamente con tales almas miserables el
Señor Jesús trata de esta manera y cuánto más usted se humille, tanto más Jesús
se unirá a usted.
175
Cuando me alejé de la
rejilla, una alegría inconcebible inundó mi alma hasta tal punto que me retiré
a un lugar apartado en el jardín, para esconderme de las hermanas y permitir al
corazón desbordarse plenamente hacia Dios.
La presencia de Dios me penetró por completo y en un solo momento toda
mi nada se sumergió en Dios y en aquel momento sentí, es decir distinguí las
Tres Personas Divinas que habitaban en mí, y la paz que tenía en el alma era
tan grande que me asombraba yo misma, de cómo había sido posible estar
intranquila.
176
+ Propósito: Fidelidad a las inspiraciones interiores,
aunque eso me costara no sé cuánto. No
hacer nada por mi misma sin consultar antes al confesor.
177
+Renovación de los
votos. Desde la primera hora, cuando me
desperté, en seguida mi alma se sumergió entera en Dios, en este océano de
amor. Sentía que estaba toda sumergida
entera en Él. Durante la Santa Misa mi
amor hacia Él alcanzó una gran intensidad.
Después de renovar los votos y de la Santa Comunión, de repente vi al
Señor Jesús que me dijo con benevolencia:
Hija Mía, mira Mi Corazón
misericordioso. Cuando me fijé en
este Corazón Santísimo, salieron los mismos rayos que están en la imagen, como
Sangre y Agua, y entendí lo grande que es la misericordia del Señor. Y Jesús volvió a decir muy amablemente: Hija
Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía. Me queman las llamas de la misericordia, las
quiero derramar sobre las almas, [y]
las almas no quieren creer en Mi bondad.
De repente Jesús desapareció.
Sin embargo, todo el día mi espíritu estuvo (89) sumergido en la
sensible presencia de Dios, a pesar del ruido y de la conversación que suele
haber después de los ejercicios espirituales. A mí eso no me molestó nada. Mi espíritu estaba en Dios, a pesar de que
exteriormente yo tomaba parte en las conversaciones y hasta fui con una visita
a Derdy [98].
178
Hoy empezamos la tercera
probación [99]. Nos reunimos las tres
junto a la M. Margarita, porque las demás hermanas tenían la tercera probación
en el noviciado. La Madre Margarita
empezó con una plegaria y una explicación sobre lo que consiste la tercera
probación, y recordó lo grande que es la gracia de los votos perpetuos. De repente me vino un gran llanto. En un solo momento, delante de los ojos de mi
alma aparecieron todas las gracias de Dios y me vi tan miserable e ingrata
frente a Dios. Las hermanas empezaron a
reprenderme ¿por qué se puso a llorar tanto? Pero la Madre Maestra me defendió
y dijo que eso no la asombraba.
Terminada la hora fui delante del Santísimo Sacramento y como la
miseria y la nada más grandes, le suplique por Su misericordia y que se dignara
sanar y purificar mi pobre alma. De
repente oí estas palabras: Hija Mía, todas tus miserias han sido
quemadas en el fuego de Mi amor, como una pajita arrojada en unas llamas
enormes. Y con esta humillación atraes a
ti y a otras almas todo el mar de Mi misericordia. Y contesté: Jesús, forma mi pobre corazón
según Tu divina complacencia.
179
Durante todo el periodo de
la probación mi tarea fue la de ayudar a la hermana en el vestuario [100]. Esta tarea me dio muchas ocasiones para
ejercitarme en las virtudes. Más de una
vez, iba tres veces [seguidas] a llevar ropa interior a ciertas hermanas y no
era suficiente para satisfacerlas. Pero
conocí también grandes virtudes de algunas hermanas, que pedían siempre
traerles (90) lo peor de todo el vestuario.
Admiraba ese espíritu de humildad y de mortificación.
180
+ Durante el Adviento se
despertó en mi alma un vivo deseo de Dios.
Mi espíritu anhelaba a Dios con toda la fuerza de su ser. En aquel tiempo el Señor me dio mucha luz
para que conociera Sus atributos.
El primer atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su
Santidad. Esta Santidad es tan grande
que delante de Él tiemblan todas las Potencias y todas las Fuerzas. Los espíritus puros encubren sus rostros y se
sumergen en adoración permanente, y la única expresión de su adoración sin límites
es Santo… La Santidad de Dios es derramada sobre la Iglesia de Dios y sobre
cada alma que vive en ella pero no en grado igual. Hay almas completamente divinizadas, pero hay
también almas apenas vivas.
El segundo atributo que el Señor me dio a conocer, fue Su
Justicia. Su Justicia es tan grande y
penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas y delante de Él
todo se presenta en desnuda verdad, y nada podría continuar subsistiendo.
El tercer atributo fue el Amor y la Misericordia. Y entendí que el mayor atributo es el Amor y
la Misericordia. El une la criatura al
Creador. El amor más grande y el abismo
de la misericordia los reconozco en la Encarnación del Verbo, en Su redención,
y de esto entendí que éste es el más grande atributo de Dios.
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