131
Oh Jesús, Tú puedes
ayudarme. Y a partir de aquel [momento]
empecé. Escondo todas las gracias en el
alma y espero a quien el Señor me mandará.
Sin dudar en nada en mi corazón, rogué al Señor que Él Mismo se dignara
ayudarme en estos momentos y el ánimo entró en mi alma.
132 (62) Debo mencionar todavía que hay algunos
confesores que ayudan al alma y son, según puede parecer, padres espirituales,
pero hasta cuando todo va bien; y cuando el alma tiene mayores necesidades,
entonces son indecisos y no pueden, o más bien no quieren entender al
alma. Procuran liberarse de ella lo
antes posible, pero si el alma es humilde siempre saca alguna pequeña ventaja. A veces, Dios Mismo envía un rayo de luz a lo
profundo del alma, por su humildad y su fe.
A veces, el confesor dice lo que no pensaba decir en absoluto y él mismo
no se da cuenta de ello. Oh, que el alma
crea que son las palabras del Señor Mismo; aunque tenemos que creer que cada
palabra en el confesionario es de Dios, pero lo de que he mencionado más
arriba, es algo que viene directamente de Dios.
Y el alma siente que el sacerdote no depende de sí mismo sino que dice
lo que no quisiera pronunciar. Pues, de
este modo Dios recompensa la fe. Lo experimenté
muchas veces en mi misma. Me sucedió una
vez al confesarme con un cierto sacerdote, muy docto y muy estimado. Siempre me era severo y contrario en esas
cosas, pero una vez me dijo: Debes
saber, hermana, que si Dios quiere que hagas eso, pues no debes oponerte. A veces, Dios quiere ser alabado de este
modo. Quédate tranquila, si Dios ha
empezado, terminará, pero te digo: La
fidelidad a Dios y la humildad, y una vez más la humildad. Recuerda lo que te he dicho hoy. Me alegré y pensé que tal vez aquel sacerdote
me hubiera entendido. Pero las
circunstancias fueron tales que no me confesé nunca más con él.
133
+ Una vez, me llamó una de
las Madres de mayor edad y de un cielo sereno empezaron [a caer] truenos de
fuego, de tal modo que ni siquiera sabía de qué se trataba. Pero poco después entendí que se trataba de
lo que no dependía de mí. Me dijo:
Quítese de la cabeza, hermana, que el Señor Jesús trate con usted tan familiarmente,
con una persona tan mísera, tan imperfecta.
El Señor Jesús trata solamente con las almas santas, recuérdelo
bien. Reconocí que tenía plenamente
razón, porque yo soy miserable, sin embargo confío en la misericordia de
Dios. Cuando me encontré con el Señor,
me humillé y dije: Jesús, según dicen, ¿Tú no tratas con las personas
miserables? Quédate tranquila, hija Mía, precisamente a través de tal miseria
quiero mostrar el poder de Mi misericordia.
Entendí que la Madre quiso
solamente humillarme.
134 (63) + Oh Jesús mío, me has
sometido a muchas pruebas en mi corta vida, entendí muchas cosas, incluidas
tales que estoy sorprendida. Oh, qué
bueno es someterse en todo a Dios y permitir a Dios obrar en el alma con toda
la plenitud.
135
En la tercera probación el
Señor me dio a entender que me ofreciera a Él para que pudiera hacer conmigo lo
que le agradaba. Debo estar siempre
delante de Él como víctima. En un primer
momento me asusté, sintiéndome infinitamente miserable y conociéndome bien,
contesté al Señor una vez más: Soy la
miseria misma, ¿cómo puedo ser rehén? Hoy no lo entiendes. Mañana te lo daré a conocer durante la
adoración. El corazón y el alma me
temblaban. Estas palabras se imprimieron
tan profundamente en mi alma. La Palabra
de Dios es viva. Cuando vine a la
adoración, sentí en el alma que entré en el tempo de Dios viviente, cuya
Majestad es grande e inconcebible. Y el
Señor me dio a conocer lo que son frente a Él incluso los espíritus más
puros. Aunque por fuera no veía nada, la
presencia de Dios me envolvió por completo.
En aquel momento mi mente fue iluminada de modo singular. Delante de los ojos de mi alma pasó una
visión, como aquella que el Señor Jesús tuvo en el Huerto de los Olivos. Primero los sufrimientos físicos y todas las
circunstancias que los aumentan; los sufrimientos espirituales en toda su
extensión y de los cuales nadie sabrá.
En aquella visión entra todo: sospechas injustas, pérdida del propio
buen nombre. He descrito eso de modo
resumido, pero el conocimiento de eso fue tan claro que lo que viví después no
difería en nada de lo que conocí en aquel momento. Mi nombre debe ser “víctima”. Cuando la visión terminó, un sudor frío fluyó
por mi frente.
136
Jesús me dio a conocer que
aunque no lo aceptara, no obstante podría salvarme y Él no disminuiría las
gracias que me había concedido y seguiría en la misma intimidad conmigo, esto
es que aunque no aceptara este sacrificio, la generosidad de Dios no
disminuiría. Y el Señor me dio a conocer
que todo el misterio dependía de mí, de mi consentimiento voluntario a ese
sacrificio con toda la conciencia de mi mente.
En este acto voluntario y consciente está todo el poder y valor delante
de Su Majestad. Aunque no me sucediera
nada de aquello a lo que me había ofrecido, delante del Señor es como si ya
todo (64) hubiera sucedido. En aquel
momento entendí que entraba en unión con la Majestad inconcebible. Sentí que Dios esperaba mi palabra, mi
consentimiento. De repente mi alma se
sumergió en el Señor y dije: Haz conmigo
lo que Te agrade, me someto a Tu voluntad.
Desde hoy Tu santa voluntad es mi alimento. Seré fiel a Tus demandas, con la ayuda de Tu
gracia. Haz conmigo lo que Te
agrade. Te suplico, Señor, quédate
conmigo en cada momento de mi vida.
137
Súbitamente, cuando acepté
este sacrificio con la voluntad y el corazón, la presencia de Dios me traspasó
totalmente. Mi alma fue sumergida en
Dios e inundada de una felicidad tan grande que no alcanzo a describirla ni
siquiera parcialmente. Sentía que Su
Majestad me envolvía. Fui fusionada con
Dios de modo singular. Vi una gran
complacencia de Dios hacia mí e igualmente mi espíritu se sumergió en Él. Consciente de haberme unido con Dios, siento
que soy amada de modo particular, y recíprocamente, amo con toda la fuerza de
mi alma. Un gran misterio se produjo
durante aquella adoración, un misterio entre yo y el Señor; y me parecía que
iba a morir de amor bajo Su mirada.
Aunque hablé mucho con el Señor pero sin una palabra. Y el Señor dijo: Eres
un deleite para Mi Corazón, desde hoy cada acción tuya, la más pequeña,
encuentra la complacencia en Mis ojos, cualquier cosa que hagas. En aquel momento me sentí reconsagrada. La envoltura del cuerpo es la misma, pero el
alma es otra, en ella mora Dios con toda Su predilección. No un sentimiento, sino una realidad
consciente a la que nada me puede ofuscar.
Un gran misterio se entrelazó entre Dios y yo. El ánimo y la fuerza quedaron en mi
alma. Al salir de la adoración, con
serenidad miré a los ojos de todo lo que antes tanto temía.
138
Cuando salí al pasillo, en
seguida tuve un gran sufrimiento y humillación por parte de cierta
persona. Lo acepté sometiéndome a la
voluntad superior y me estreché profundamente al Sacratísimo Corazón de Jesús,
el Señor, dando a conocer que estaba dispuesto a aquello a lo que me había
ofrecido. El sufrimiento brotó como de
debajo de la tierra, la misma Madre Margarita se extrañó. A las otras se les perdonan muchas cosas,
porque de verdad, no vale la pena hacerles caso, pero a mí no se me perdona
nada, cada palabra es analizada, cada paso controlado. Una de las hermanas me dijo: Prepárese (65),
hermana, a aceptar una pequeña cruz que la espera de parte de la Madre
Superiora, ¡cuánto lo siento por usted!
Y yo en mi alma estoy contenta de eso y desde hace mucho tiempo estoy
preparada para ello. Al ver mi valor, se
sorprendió. Ahora veo que el alma de por
sí no puede mucho, pero con Dios puede todo.
He aquí lo que puede la gracia de Dios.
Son pocas las almas que siempre están atentas a la inspiración de Dios,
pero aún menos numerosas son las almas que siguen fielmente la inspiración de
Dios.
139
Sin embargo, el alma fiel a
Dios no puede confirmar por sí sola sus inspiraciones, tiene que someterlas al
control de un sacerdote muy culto y experimentado, y hasta no tener certeza,
debe mantener una actitud de incredulidad.
Que no se fíe por sí sola de estas inspiraciones y de todas las gracias
superiores, porque puede exponerse a muchos daños.
Aunque el alma distingue en seguida las inspiraciones falsas de las
que proceden de Dios, no obstante debe ser prudente, porque hay muchas cosas
dudosas. A Dios le gusta y se alegra
cuando el alma no se fía de Él Mismo por Él Mismo; porque lo ama, es prudente y
pregunta, y ella misma busca ayuda, para asegurarse de que quien obra en ella
es verdaderamente Dios. Y al asegurarse
por un confesor instruido, esté tranquila y se entregue a Dios según sus
indicaciones, es decir según las indicaciones del confesor.
140
El amor puro es capaz de
grandes empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades,
si el amor [es] fuerte [a pesar] de grandes dificultades, también es
perseverante en la vida cotidiana, gris, monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es
necesaria, es decir hacer las cosas más pequeñas con gran amor, amor y siempre
amor.
El amor puro no se equivoca, tiene singularmente mucha luz y no hará
nada que no agrade a Dios. Es ingenioso
en hacer lo que es más agradable a Dios y no hay nadie que lo iguale; es feliz
cuando puede anonadarse y arder como un sacrificio puro. Cuanto más se entrega, tanto más es
feliz. Además, nadie sabe presentir los
peligros desde tan lejos como él; sabe quitar la máscara y sabe con quién
trata.
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