Todos aquellos que sientan la tentación de comulgar estando claramente en pecado mortal -por ejemplo, adulterio-, deberían alejarse de los inicuos que con palabras de falsa misericordia les llevan a la segura condenación y, en cambio, leer las enseñanzas de los padres de la Iglesia.
Por ejemplo, San Basilio, en su obra Sobre el bautismo, aborda la pregunta de “si carece de peligro el que uno que no está limpio de toda mancha de cuerpo y espíritu, coma el cuerpo y beba la sangre del Señor": Tras mostrar lo que indicaba la ley mosaica acerca de los que se acercaba a las cosas sagradas en estado de impureza, dice:
Porque si aquel que se encuentra en sola impureza (y por ley sabemos típicamente la propiedad de la impureza), está sujeto a un juicio tan terrible, ¿cuánto más grave juicio se atraerá sobre sí el que estando en pecado se atreve a comer el cuerpo de Cristo? Limpiémonos pues de toda mancha (la diferencia entre mancha e impureza es cosa manifiesta para los prudentes y sabios), y así acerquémonos a las cosas sagradas, para que escapemos del juicio de aquellos que mataron al Señor, pues cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª Cor 11,27); y poseamos la vida eterna.
(San Basilio, Sobre el bautismo L2. cuestión 3)
San Efrén el sirio.
… En las aguas del bautismo, hermanos, os vestisteis las vestiduras blancas; no manchéis vuestras vestiduras con obras deshonestas. He aquí que os sentáis a un banquete que es la Iglesia santa, en la cual coméis el cuerpo vivo y bebéis la sangre propiciatoria. El que se sienta a este banquete y se deleita con estas delicias y a la vez obra la iniquidad y el pecado, ¡ay de él en el día de la resurrección; en aquel día en que el Rey vendrá con su pompa y establecerá su trono para el juicio y se sentará en él para tomar venganza y juzgar a las gentes y las tribus!
(San Efrén, Sermón del fin y de la amonestación, 7,13)
San Juan Crisóstomo, a aquellos que acuden ocasionalmente a actos festivos -bodas, bautizos (hoy primeras comuniones)- en los que se celebrará la Misa y tienen intención de comulgar.
Por tanto, os exhorto a todos a que no participéis de los divinos misterios negligentemente, y como obligados por la fiesta, sino que si alguna vez pensáis particpiar de la sagrada oblación, os purifiquéis desde muchos días antes por la penitencia, oración y limosna, y por ejercicios espirituales, y no volváis a lo que que habéis arrojado, como hacen los perros. ¿Acaso no es un absurdo tener tanto cuidado de las cosas del cuerpo que, al acercarse la fiesta, desde muchos días antes prepares diligentemente un hermosísimo vestido sacándolo del arca, compres el calzado, dispongas una mesa más abundante y espléndida, pienses, en fin, en un surtido variado de cosas de todas partes y te adornes y embellezcas de todas formas maneras posibles; y, en cambio, no tengas ningún cuidado de tu alma, abandonada, sucia, escuálida, consumida de hambre, permaneciendo impura; y que lleves allá un cuerpo engalanado junto a un alma desnuda y abandonada?
Y eso que el cuerpo lo ve un siervo como tú, y de cualquier manera que vaya dispuesto no sufre perjuicio, pero al alma la ve el Señor, que castiga rigurosamente la negligencia. ¿No sabéis que esta mesa está llena de fuego espiritual, y que así como las buenas fuentes hacen brotar con fuerza el agua, así esta mesa tiene también un llama inefable?
No te acerques, pues, llevando astillas, ni leña, ni heno, para que no aumentes el incendio y quemes el alma si se acerca a comulgar. Acércarte llevando piedras preciosas, oro, plata, para que con esto hagas más pura la materia, y re retires con grande ganancia. Si tienes algo malo, échalo, arrójalo de tu alma…
(San Juan Crisóstomo, Homilía 6)
Aprendamos de la Palabra de Dios y de los santos a vivir en santidad y a no ofender al Señor profanando lo más preciado que nos ha entregado: su cuerpo y su sangre. Desechemos la mentira de los falsos apóstoles que nos prometen misericordia y vida pero nos guían al pecado y la condenación segura.
Santidad o muerte.
Luis Fernando Pérez Bustamante
No hay comentarios:
Publicar un comentario