Queridos hermanos:
Durante todo este ciclo A del tiempo litúrgico y todo este año, los Evangelios del domingo nos han invitado a repensar las mil facetas del Reino de Dios. Hoy es una buena oportunidad para cerrar el año centrándose en Jesucristo Rey, máxima manifestación con su persona y sus obras de ese Reino. El texto nos sitúa ante el final de los tiempos y en la hora última de nuestra vida, momentos en que cada uno podrá mirar para atrás y verse tal cual es. Delante de nosotros estará el Hijo del Hombre, sentado para el juicio. Lo original es que el criterio para sentirse salvados o no, serán las obras, nuestra actitud hacia los pobres, los necesitados, los marginados sociales, los “descartados” como le gusta decir a nuestro Papa actual. Curioso que no exista una sola alusión a conductas específicamente religiosas o cultuales. Es más: Jesús se identifica con estos hombres afirmando que todo acto a favor del que pasa hambre, es inmigrante, está en la cárcel…, es aceptado como si se lo hicieran a Él mismo.
Los verdaderos jueces son los que pasan hambre, sed, son forasteros, desnudos, enfermos, están en la cárcel, ya que miden nuestra capacidad de amor y entrega y verifican si nuestro seguimiento de Jesucristo fue auténtico o no. Nada nuevo; es lo que hizo Jesús durante toda su vida, estar atento a los más débiles y abandonados. Su Reino no tiene que ver con el poder, el prestigio y la ideología. Es una pena que hoy muchos cristianos antepongan su ideología al Evangelio, en una sociedad que considera que la Iglesia es muy cercana a una determinada manera de pensar ideológica. Escuchemos lo que decía el Papa hace pocos días:
“Esto no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades, tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito es incomodo, tal vez porque se tiene miedo. Es extraño que si hablo de tierra, techo y trabajo, para algunos resulta que el Papa es comunista. No se entiende que el amor a los pobres está en el centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la Doctrina Social de la Iglesia” (Discurso del Papa Francisco a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares).
Está claro; el texto de este domingo no necesita matizaciones: ¿es qué los presos?, ¿es qué los extranjeros?... No pretendamos enmendar la plana a Jesús con nuestras ideas: “me hospedasteis”, “vinisteis a verme”, “me visitasteis”…son sus palabras. El Evangelio de hoy resume la vida de cada uno y todo lo que venimos reflexionando sobre el Reino, es la exaltación del reinado del amor sobre todas las cosas. Ante él se reúnen “todos los pueblos, todas las naciones”, lo decisivo en la vida no es lo que confesamos cada pueblo. Jesús parece abrir una vía de acceso al Padre distinta de lo sagrado: la ayuda al hermano necesitado. Por esa vía caminan muchos hombres y mujeres que no confiesan o no conocen a Jesús, eso no significa que la adhesión a Jesucristo quede anulada. Al contrario, la fe en Jesús siempre conduce al amor y esto es lo decisivo. No hay que esperar al último día. Ahora nos estamos acercando o apartando de los más afectados por la crisis económica, los extranjeros…, en definitiva nos estamos acercando o apartando de Dios.
PD: propongo para la homilía u otro momento de la Eucaristía escuchar una vieja canción de Manzano:”Con vosotros está, y no le conocéis” y ver un dibujo de José Luis Cortés.
LETRA DE LA CANCIÓN: CON VOSOTROS ESTÁ
CON VOSOTROS ESTÁ, Y NO LE CONOCÉIS
CON VOSOTROS ESTÁ, SU NOMBRE ES EL SEÑOR
Su nombre es el Señor y pasa hambre, y clama por la boca del hambriento, y muchos que lo ven pasan de largo, acaso por llegar temprano al templo.
Su nombre es el Señor y sed soporta, y está en quien de justicia va sediento, y muchos que lo ven pasan de largo, a veces ocupados en sus rezos.
Su nombre es el Señor y está desnudo, la ausencia del amor hiela sus huesos, y muchos que lo ven pasan de largo, seguros del calor de su dinero.
Su nombre es el Señor y enfermo vive, y su agonía es la del enfermo, y muchos que lo saben no hacen caso, tal vez no frecuentaba mucho el templo.
Su nombre es el Señor y está en la cárcel, está en la soledad de cada preso, y nadie lo visita y hasta dicen: “Tal vez ese no era de los nuestros”.
Su nombre es el Señor, el que sed tiene, él pide por la boca del hambriento, está preso, está enfermo, está desnudo, pero él nos va a juzgar por todo eso.
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