María no eclipsa a Jesús
Yo era muy devota de María, pero cuando Jesús se me apareció, esa experiencia me llenó de tal forma que ya no podía pensar en nadie y en nada más que en Él. Por eso le pregunté un día a Jesús:
–¿Acaso no estoy ofendiendo a tu Madre, si Te amo a Ti?
–Si tú quieres alegrar el Corazón de mi Madre Inmaculada –me contestó Jesús sonriendo–, entonces dime: “Yo te amo”.
–¡Jesús mío, desde ahora te diré siempre “Yo Te amo” para darle gusto a tu Madre!
Si nosotros trabajamos para nuestra Santísima Madre como sus apóstoles, no debemos pensar, ni por un momento, que Jesús esté ofendido por esto. Por esto un día Jesús me dijo: “Mi Madre Virgen no existe por Ella misma. Mi Madre Inmaculada y Yo somos uno. Si alguien Me ama, mi Madre Inmaculada se regocija”.
La Madre de Jesús es indeciblemente feliz cuando nosotros le somos fieles a Jesús, Quien vive entre nosotros en el altar. En cambio, Jesús no es feliz si alguien descuida el honor a su Madre. Jesús dijo: “Todo lo que tú le digas a mi Madre Inmaculada, Me lo estás diciendo a Mí, y si tú le pides algo a Ella, tú Me lo estás pidiendo a Mí”.
¿Qué piensa Jesús de los hombres malvados?
En la pantalla de la televisión vi a un hombre que lanzó un perro tras unas personas que huían y el perro las despedazó. A mí me impresionó mucho que un hombre pudiera causarle tanto sufrimiento a otra persona y deseaba que el perro despedazara al hombre que lo había azuzado contra la gente. Entonces oí la voz triste de Jesús:
–Los que son torturados por otro hombre y mueren, reciben unas gracias especiales de mi parte y recibirán una indescriptible felicidad en la eternidad.
–¿Pero qué le ocurre a quien ha cometido un mal semejante?
–Aquel hombre también es mi hijo, también por él he muerto. ¿Y tú ahora, quieres golpearlo? El mal que él cometió Me da menos pena que si tú a quien Yo tanto amo, lo golpeas a él. Con este golpe tú Me hieres a Mí. Te ruego que no Me hagas daño. Mejor ruega por él para que pueda arrepentirse y no merezca ir a la eterna condenación sino que sea uno de los míos.
Entonces Jesús me mostró qué tan ardientemente ama a los pecadores. Él me ama a mí como los ama a ellos. Jesús cubre nuestros pecados con los cuales lo estamos lastimando. No me atreveré a cometerlos de nuevo, porque no quisiera causarle dolor. Entendí que en el juicio final, cuando veamos nuestros pecados ya perdonados, seremos resplandecientes a causa del amor de Jesús.
¿Qué piensa Jesús de nuestras acciones?
Un día le pregunté a Jesús qué tenía que hacer para complacerle. Me contestó:
–No importa lo que hagas, si estás sentada o acostada. Tú puedes hacer cualquier cosa. Lo único que importa es que tú estés siempre cerca de Mí y que Me ames. No debes nunca dar un paso lejos de Mí. Dime todo, también tus pensamientos. No dejes de hablarme. Lo único que te pido es que no Me ofendas. Yo haré el resto por ti: también Me encargaré del bienestar material y espiritual de tu familia. Si tú Me amas, tú no necesitas pedirme nada. Tú tienes solamente una tarea: ¡Amarme! Me gustaría que lo entendieras de una vez. Todo lo demás te será dado, mi pobre y preciosa hija.
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