Almas víctimas
Después de la sagrada Comunión el Salvador me comunicó su gozo, diciéndome:
–Regocíjate Conmigo, hija mía, encontré almas víctimas. Sus superiores no deberán atacarlas cuando estén ayunando, orando y haciendo vigilia nocturna. Yo redimí al mundo con el sufrimiento y orando durante la noche. La reparación es un cambio de vida, de actitudes. Aquellos que han maldecido deben bendecir, los que han robado deben restituir, los que odian deben amar, los que han servido a su cuerpo deben servir a su alma y los que han ignorado mis mandamientos de ahora en adelante deben guardarlos, si no no hay una verdadera conversión. Desearía ver escrito en las puertas de cada convento y de cada familia creyente: “¡Reparación y sacrificio!” Hija mía, di esto a todos: “Si el espíritu de reparación florece en las almas, tendré misericordia de Hungría y de todo el mundo”.
¡Saludo a Hungría!
En una ocasión el Salvador me dijo:
– ¡Yo saludo a Hungría! Sacerdotes míos, hermanos míos, regocíjense Conmigo. El fruto de su reparación ha madurado; si siguen perseverando así, cosecharán un fruto aún más abundante. Quiero felicitar al pueblo húngaro por guardar la imagen de mi Madre Inmaculada en su moneda. Esto es un gran consuelo para Mí, Me glorifica a Mí y a mi Madre Inmaculada en la tierra e igualmente en el cielo. Muchos vieron en estas monedas la imagen de mi Madre Inmaculada y esto despertó en ellos la fe que casi habían perdido, y esto los condujo de nuevo a la salvación. La gente debe saber que, a causa de esta imagen de la Virgen María en sus monedas, va a tener muchos enemigos. Satanás, mi adversario, luchó por largo tiempo contra el pueblo húngaro; él quiere aniquilarlo, ¡pero no triunfará! Vendrá gente que luchará por quitar la imagen de mi Madre Inmaculada, no solamente de las monedas, sino también de los corazones. Pero si la imagen de mi Madre Inmaculada desapareciera de los corazones de la gente, entonces la nación se irá por el camino de la perdición, Yo retiraré mis benditas manos de ella y el suelo se volverá rojo con la sangre. Si ustedes quieren que la imagen de mi Madre Inmaculada no desaparezca de sus corazones, deberán conservarla en sus monedas.
Este mensaje, como Jesús me dio a entender, iba dirigido al jefe de estado (Miktos Horthy, protestante). Pero como yo no sabía nada de política no entendí por qué Jesús me había confiado esta tarea.
¡No todos!
Jesús dijo:
–Sacerdotes míos, mis queridos apóstoles, anuncien con fervor la verdad al mundo y digan a todos que sin el arrepentimiento lo único que les espera es la destrucción. Pero con el arrepentimiento y la reparación podrán experimentar un milagro: Yo derramaré mis gracias sobre el mundo y concederé la paz prometida por medio de mi Madre Inmaculada.
Mientras Jesús hablaba, rayos de luz salían de su persona y un gozo indescriptible fluía de sus palabras. Esta luz y este gozo iluminaban a toda la Iglesia y a los sacerdotes, y a través de ellos, a todo el mundo. Esta visión me dio mucha alegría. Entonces el rostro de Jesús se oscureció cuando dijo: “¡No para todos!” Con esto entendí que esta luz no será gozo para todos ya que no todas aquellas almas que se habían consagrado al Señor, se arrepentirían ni lo seguirían por el camino de la reparación, especialmente en las ciudades y entre los de la clase alta.
La salvación de la Iglesia
El Salvador me pidió que rezara por aquellos que trabajaban incansablemente para Él. Cuando la gran obra de la reparación comenzó a florecer, Jesús me dijo con gran alegría:
– ¿Ves estas almas? Una sola alma, una sola fuerza, un solo corazón trabajan en ellos, y soy Yo. Mis sacerdotes le pusieron obstáculo al plan de la reparación, y sin embargo, sólo esta obra es la que ha impedido que Yo aniquile al mundo. En mi misericordia Yo no dejo fuera ni siquiera a los pecadores.
Y a las almas víctimas dijo:
–Amadas mías, no se escandalicen cuando vean la ingratitud del mundo y cuando Me ridiculicen y desprecien. No se desanimen. No hay resurrección sin crucifixión; pero mi victoria, mi reino y consuelo no demorarán.
Horas de reparación
El Señor pidió que los sacerdotes llevaran a cabo horas de reparación. Pero las autoridades no daban señales de entender. Entonces el Señor, firme, pero aún con su acostumbrado amor, dijo:
–Oh ciegos e ingratos sacerdotes míos, ¿por qué me causan tanta angustia? Yo esperaba gratitud y prontitud de ustedes, y ustedes me contestan ridiculizando y rechazando mi amor. ¿Por qué desean ustedes esconderle a la gente mi amor, mi misericordia y omnipotencia, cuando el enemigo está usando siempre nuevas armas contra Mí y contra aquellos que me aman? Ámenme como Yo los amo. Quieran lo que Yo quiero. Hagan reparación, hagan penitencia, alimenten la confianza y el amor a Mí en ustedes y en las almas confiadas a ustedes.
Luego dirigiéndose a mí, dijo:
–Hija mía, allí donde las almas abandonadas claman sin cesar, por misericordia recibirán mi paz a través de la reparación. Sin reparación no hay gracia, ni misericordia, ni unión. La salvación es diálogo y unión con Dios. Si aquellos que en sus almas mancharon mi belleza divina, reconocen su miseria y vuelven a Mí, serán perdonados; pero los que persistan en sus pecados, irán a la ruina.
El Salvador me enseñó cómo debía hacerse la hora de reparación, y cómo debían ser frecuentes dichas horas. “Mis sacerdotes deberán informar a la gente acerca de las horas de reparación. Deberán animar a las almas con cello, y permitir a estas almas hacer reparación de acuerdo a mi bendito llamado”.
Horas nocturnas de reparación
En vista de los tiempos críticos, Jesús pidió horas nocturnas de reparación. Me apremió para que rezáramos no tanto para que acortara el castigo, sino más bien para la perseverancia en la reparación. De este modo, nuestras plegarias serían oídas por el Padre celestial.
En una ocasión hice una hora de reparación por los sacrilegios cometidos con el robo en las iglesias. El Señor me mostró en una visión cómo ocurría un robo sacrílego, y dijo: “Ves, hija mía, por esto es que he pedido la hora de reparación durante la noche”.
Posteriormente el Salvador me mostró a aquellos consagrados que atacaban su proyecto de reparación. Cuando ellos iban a recibir la sagrada Comunión, vi al Señor en ellos cubierto de sangre y heridas, igual que lo veía en los sagrarios profanados en el robo de las iglesias. Me dijo: “Ves, hija mía, estos rosales dan espinas en lugar de rosas”.
La capilla de la reparación
Con frecuencia el Señor me hablaba de la capilla de la reparación que se iba a construir, urgiendo que se hiciera pronto. Le causaba profunda pena que algunos clérigos se opusieran obstinadamente. En 1942, después del primer bombardeo, el Señor me dijo:
–Ves, hija mía, Yo quería librar al país de esto. Pero ellos no quieren construir la capilla en honor de mi Madre Inmaculada y esta discordia destruye en ellos el templo de mi sagrado Corazón. Esta es una señal, la señal que ellos pidieron.
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