8 de Octubre de 1975
RIGOR DE LA DIVINA JUSTICIA
Muchos no llegan a convencerse de la eventualidad de un grande futuro castigo. Muchos lo dudan: otros muchos lo
niegan terminantemente y afirman que un gran castigo debe considerarse contrario a la divina Misericordia.
Tampoco mis Apóstoles quisieron aceptar la idea de mi Pasión y Muerte; no quisieron aceptar mis palabras.
La
presunción impedía a mis Apóstoles el ver claro, esto es, los privaba del don de sabiduría.
Hoy para muchos se repite otra vez la misma cosa.
Yo, Verbo de Dios hecho carne, Dios como el Padre y el Espíritu Santo, he sido la Víctima por excelencia del rigor de
la Justicia divina.
El Amor por la humanidad perdida determinó por parte de la Santísima Trinidad el Misterio de la Encarnación, Pasión
y Muerte mía. Por la boca de la Sabiduría ha sido dicho: "Propter peccata veniunt adversa"16
.
El pecado es una deuda personal y social que el hombre como individuo y la colectividad contraen con Dios.
Dios
puede siempre pedir una satisfacción parcial y digo parcial porque ni el hombre como individuo ni la sociedad pueden
extinguir totalmente la deuda.
Por esto ha provisto Dios con el Misterio de mi Encarnación, Pasión y Muerte.
La misma e indivisible cosa
A los que con tanta seguridad afirman que no se necesita hablar de castigos, sino sólo y siempre de la Misericordia
divina,
Yo les respondo enérgicamente afirmando que Misericordia y Justicia en Dios son la misma e indivisible cosa.
Yo respondo que impunemente “Deus non irridetur”17
.
Yo respondo que cuando la iniquidad supera el nivel de flotación, como vosotros decís, entonces la Justicia divina
perseguirá sus inescrutables fines.
He dicho y repito que las ciudades de esta generación incrédula e impía, son peores que Sodoma y Gomorra; he dicho
que la corrupción ha entrado por todas partes, que el mal se difunde por la tierra con la violencia de un torrente que
desborda.
Ni siquiera mi Iglesia ha quedado inmune.
Muchos de mis sacerdotes se han contaminado.
El rechazo de Dios jamás ha estado tan universalizado.
16 Por los pecados vienen las contrariedades.
17 De Dios nadie se ríe.
La copa rebosa
¡Pobres sacerdotes míos, qué miopes están que ignoran y no ven ni comprenden como Dios aún en su ira es movido
como siempre por un designio de Misericordia!
Pero ¿Porqué tantos sacerdotes míos no piensan en mi terrible agonía en el Getsemaní? ¿Porqué no piensan que en mi
sudor de sangre, en el abandono de Mi Padre, pesaba todo el rigor de la divina Justicia sobre Mí, su Hijo Unigénito?
Es
porque me había echado encima todos los pecados de los hombres...
También esta Justicia era siempre fruto de un designio de Infinita Misericordia.
No serán la incredulidad y la necedad las que detengan el Brazo de Dios para no castigar a la humanidad orgullosa y
soberbia.
Mi Madre lo ha podido hacer. Los sufrimientos de los buenos y de los inocentes, el heroico ofrecimiento de
las almas víctimas, han podido mitigar y aplazar el ya decretado castigo.
Pero ahora la copa rebosa. La medida está colmada hasta lo inverosímil, el derrumbe está en marcha, aunque la ceguera
impide a los hombres ver el preludio de la inmensa catástrofe.
Mientras tanto la Misericordia divina, que muchos de mis sacerdotes no saben conciliar con la Justicia, ha puesto en
movimiento los numerosos fermentos para una Iglesia purificada y regenerada sobre nuevas estructuras y también para
una humanidad rehecha y liberada de todas las locuras del orgullo humano. Misericordia y Justicia, en paso a la par,
seguirán su curso.
Hijo, dilo: urge predisponer los ánimos a la oración, a la penitencia y a la conversión.
¡Tened confianza! Dios, aun en su justicia, es siempre Amor, y toda su acción es movida por el Amor.
Te bendigo: ámame mucho. Compénsame con tu amor las ingratitudes y las ofensas.
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