2 de Noviembre de 1975
DESESPERADA MALDAD
Hijo mío, no es nuevo el asunto del que te hablaré esta tarde.
Te he hablado de él varias veces en precedentes
Mensajes.
Se trata de la lucha que Satanás ha desatado contra el hombre.
Al no poder afrontar directamente a Dios, lo combate indirectamente descargando su desesperada maldad (hecha de
odio, envidia y celos) sobre el hombre destinado a colmar los vacíos abiertos con su rebelión a Dios.
Satanás es llamado Príncipe de las tinieblas porque su fundamental intento es el de oscurecer y ensombrecer la luz de
Dios en las almas.
Dios es Luz, Satanás es Tinieblas.
Dios es Amor, Satanás es Odio.
Dios es Humildad, Satanás es Soberbia.
La guerra declarada por Satanás al hombre en odio a Dios ha asumido proporciones tan vastas y grandiosas en su
horrible realidad que no tiene comparación en la historia humana.
La guerra, en general, está formada por una cadena de batallas.
Esta batalla, de una guerra que continuará hasta el fin
de los tiempos, es la más grande y pavorosa.
Su epílogo no está lejano, sucederá por la directa intervención de la
Madre mía y vuestra.
Ella aplastará de nuevo la cabeza de la Serpiente.
Ella, la humilde Sierva del Señor, por su humildad ha vencido la
soberbia y el orgullo, y definitivamente lo vencerá al fin de los tiempos.
Satanás es tinieblas y por tanto no ve. Su desesperado orgullo se lo impide.
Sin embargo teme la derrota de esta batalla,
que para él será motivo de vergonzoso envilecimiento, mientras para mi Iglesia purificada será motivo de un largo
período de paz y así también lo será para los pueblos nuevamente sanados de los muchos males de los que hoy sufren.
Por esto Satanás ha empeñado todas sus posibilidades y las de sus legiones.
Todas las astucias, todas las insidias de su naturaleza corrompida pero rica en innumerables dones de potencia, de
inteligencia y de voluntad, son usadas en su loca tentativa, nacida y madurada en él a partir del momento de su rebelión
a Dios.
Destruirme a Mí, el Cristo, el Verbo de Dios hecho Carne, y la Iglesia salida de mi Corazón abierto son la meta
desesperadamente anhelada, y tenazmente perseguida.
Cierran los ojos
Pero la loca ceguera le ha hecho cometer numerosos errores tácticos, típico aquel de descubrirse demasiado.
Un general perspicaz nunca deja entrever sus planes a sus enemigos, sabiendo bien que esto es una imperdonable
imprudencia. En cambio Satanás ha descubierto muchas de sus cartas.
Por esto Mi Vicario en la tierra recientemente ha podido decir que hoy en la Iglesia se verifican hechos que
humanamente no se pueden explicar: en ellos son evidentes las intervenciones directas del Príncipe de las tinieblas.
Sin embargo Obispos, Sacerdotes y la casi totalidad de los fieles no ven. No ven porque cierran los ojos a la luz,
porque tienen mente y corazón envueltos en la oscuridad.
Cuando Pablo VI dijo: "El humo del Infierno ha entrado en la Iglesia" ¿qué quería decir? El contagio de Satanás ha
entrado en la Iglesia. El contagio de Satanás es la soberbia, el orgullo.
Repito: Satanás en su 'loca, desesperada ilusión se propone como objetivo principal borrar de la faz de la tierra a Mí,
Verbo Eterno de Dios y naturalmente Conmigo a Mi Iglesia salida de mi Corazón abierto.
Quisiera aniquilar el
Misterio de la Encarnación, razón y causa de la liberación de la humanidad de su tiranía.
Con la caída de Adán y Eva pensaba haber derrotado a Dios, haber asegurado para siempre un completo dominio sobre
los hijos de la culpa; estaba convencido de haber arrebatado con el engaño y con la astucia a Dios Creador sus
criaturas sujetándolas a su indiscutible dominio, en el tiempo y en la eternidad.
Pero Dios es Amor y con unánime concurso de la divina Trinidad, fue decretado el Misterio de la Salvación: de aquí el
implacable odio de Satanás contra Dios y contra el hombre.
La victoria en sus manos
Actualmente Satanás, siendo tinieblas no tiene la justa visión de las cosas, está convencido de que tiene la victoria en
sus manos por lo que no sin dramáticas, horribles y pavorosas convulsiones dejará que se le escape su presa, que es la
humanidad contagiada por su mal: la soberbia y a presunción.
Esta guerra tendrá su epílogo al fin de los tiempos, pero le guerra es una cadena de batallas como dije; y la batalla
actualmente en acto es la más grande, después de la combatida por San Miguel y sus letones contra las potencias
rebeldes.
Muchas batallas luego se han combatido en el transcurso de los siglos pero ninguna de estas es equiparable a esta
presente batalla en la que están incluidas naciones y pueblos de todo el mundo.
Los hijos de mi predilección serán, más que los otros puestos en la mira y hechos blanco de una feroz persecución pero
de nada deben temer, en la hora de la prueba
Yo estaré en ellos.
Yo que soy la Sabiduría, la Misericordia, el Amor y la Omnipotencia sabré plegar las oscuras maniobras y el loco
orgullo de Satanás y de sus legiones para sacar de todo esto un triunfo; Mi Iglesia purificada.
¡Ay de aquellos, hijo mío, que se rehusan a ver! Basta un acto de sincera humildad para permitir que la luz se filtre en
sus almas.
Necios e insensatos si se obstinan en resistir al Amor que los quiere salvos.
¿No saben y no piensan a lo que están
renunciando? No saben y no piensan en aquello a cuyo encuentro se dirigen?
Ves en esto hijo mío, cómo mucha oscuridad se ha hecho en Mi Iglesia...
La tierra es lugar de exilio, la Humanidad entera está en marcha hacia la Eternidad.
El materialismo
El materialismo, encarnación de Satanás, negando y sustituyéndose a Dios pretende dar a los hombres un paraíso aquí
en la tierra, una felicidad que ella no posee y por tanto no puede dar.
¡Trágica mentira, astuto engaño al que muchos cristianos, sacerdotes y aún Obispos se han aferrado en nombre del
progreso, olvidando el fin de la Creación y el de la Redención!
He aquí porqué ya no se habla de los Novísimos, del verdadero enemigo del hombre, del pecado con el que la obra de
Satanás se identifica.
De esto son responsables no pocos Obispos, muchísimos Sacerdotes.
La casi totalidad de los cristianos se han dejado seducir desviándose de la recta vía. Mientras tanto cada hombre como
individuo está en marcha hacia la Eternidad, o de gozo eterno o de condenación eterna.
El hombre, presa de Satanás, está al centro de una furiosa lucha de Satanás, desencadenada para arrebatarlo a Dios
quien, con un designio providencial, ha enviado a la tierra su Verbo hecho Carne, para liberar al hombre y así
devolverle la primitiva grandeza, dignidad y libertad.
¿A quién le toca guiar al hambre en su camino y peregrinación terrena?
A Mi Iglesia.
Pero en mi Iglesia el Príncipe de las tinieblas ha traído temiblemente su contagio: soberbia y orgullo, oscureciendo las
mentes y endureciendo los corazones.
La iglesia es mía
Pero la Iglesia, hijo, ¡Es mía!
Ella ha salido de Mi Corazón Misericordioso y abierto.
Yo quiero a Mi Iglesia: una y santa, pura y resplandeciente de mi Doctrina y no dividida por herejes en oposición
perenne contraste entre ellos mismos. Y así será después de la purificación cercana.
Yo he triunfado como ya te dije, en el sufrimiento y en el dolor y así será también para Mi Iglesia.
He conocido horas de tinieblas, he conocido violencias y humillaciones de todo género.
Yo hasta he gritado: "Padre,
Padre mío ¿porqué me has abandonado?" Este grito lo elevarán al Cielo muchos hijos míos en el colmo de su pasión.
Pero ¿puede Dios que es Amor, abandonar a sus hijos a quienes ha amado y ama desde toda la eternidad?
La mujer en el parto gime, pero después se alegra porque ha dado a la luz un hijo.
Es tiempo de que el grano arrojado en el seno de la tierra se descomponga para luego dar mucho fruto.
Está próxima la hora en la cual mi Iglesia gemirá en la feroz e inaudita persecución para poder renacer Una, Pura,
Santa e Inmaculada.
Será la madre de los pueblos que se reunirán bajo sus alas y en la paz y en la justicia, será maestra y guía segura para
todos los hombres de buena voluntad.
He aquí porqué te digo: urge hacerlo pronto. Quiero que Obispos y Sacerdotes se preparen en la humildad y en la
penitencia, en la oración que debe ser unánime.
No han de olvidar que a Mi Pasión siguió Mi Resurrección.
Te bendigo hijo mío.
Ofréceme tus sufrimientos, consuela Mi Corazón traspasado por la dureza e insensibilidad de mis redimidos, de mis
ministros y de aquellos que Yo he llamado y he amado como hermanos y amigos.
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