8 de Junio de 1976
EL DOBLE JUEGO
Escribe, hijo mío: Hay estructuras no esenciales, hay dispersión de riquezas robadas a los pobres. Esto causa la parálisis que inmoviliza un colosal conjunto de obras que no sirven ya, al menos así como hoy están estructuradas. Hijo, no tengas temor. Siempre te he dicho que la verdad forma parte esencial de la caridad y no es por el gusto de poner en evidencia miserias de toda clase por lo que te digo la razón del fracaso de las estructuras de la pastoral actual. En todo esto no se sabe ver el doble juego de Satanás, que obra sin problemas desde el exterior y desde el interior de la Iglesia.
- Desde el exterior: quien no ve sus instrumentos está ciego: El comunismo, encarnación de Satanás, y el capitalismo masónico.
En efecto, también la burguesía está resquebrajada espantosamente por el radicalismo masónico, fuerte por sus vínculos internacionales. Son armas con las que Satanás sin tregua busca desmoronar la Iglesia, y no se puede negar que, a través de tal aparato, en parte lo haya conseguido.
- Desde el interior: Satanás está provocando una tremenda y nunca tan universalizada crisis de fe en el clero. Las consecuencias son evidentísimas. Se sirve del progreso, de la tecnología moderna, toda o casi toda al servicio de Satanás, del mundo su aliado y de vuestras pasiones.
La concupiscencia del espíritu, es decir la soberbia, gravísimo pecado de la Iglesia de vuestro tiempo, y la concupiscencia de la carne han separado del Cuerpo de Cristo a muchos miembros destinados al servicio del bien común, Sacerdotes y almas consagradas.
Estas maniobras son dignas de quien fue el más bello y el más potente de todos, después de Dios, y que todavía es potente. Lo demuestra por la gigantesca mole de mal que obra en el seno de la Iglesia y en la comunidad humana entera.
Pecado de pereza
Frente a este formidable enemigo Yo, vuestro Dios, para liberaros de él, con humildad infinita me he hecho hombre, inmolándome a Mí mismo en la Cruz. Pero ahora condiciono vuestra salvación a vuestra adhesión y cooperación al Misterio de la Redención. Yo quiero una libre y activa participación por parte de todos los bautizados, no un consenso pasivo, como sin embargo hoy erróneamente se concibe el Cristianismo por parte de tantos cristianos.
Aquí hay un vacío espantoso, causado por la abulia anémica de tantos cristianos, tan gravemente enfermos de hacer temer por su curación.
Esta inapetencia de las cosas divinas, esta atrofia de la vida sobrenatural es pecado de pereza. Los Cristianos, que deberían estar vibrantes de vida, sedientos de luz y de verdad, se han reducido a tal estado que parecen agonizantes seres perdidos. Están sin fuerza y sin energía, sea por su culpa, sea por culpa de otros.
El príncipe de las tinieblas, mientras ha intoxicado a la Iglesia, despojándola en muchos de sus miembros de la vitalidad sobrenatural, mantiene bien vivas sus fuerzas, provistas de un odio tal que, cuando explote, se verán cosas jamás conocidas por la humanidad en gravedad y en extensión.
Malgastan el tiempo
¿A quién se imputa tal estado de cosas? A aquellos que han abierto de par en par las puertas al enemigo, a aquellos que ni siquiera creen en el enemigo, a aquellos que le han permitido una infiltración agotadora: se imputa a los que todavía hoy malgastan tiempo y energías propias y ajenas, que no podrán nunca mejorar una situación que es necesario tener el valor de denunciar como gravísima. Esta situación hay que imputarla en fin a aquellos que, a pesar de todo el aparato burocrático y todos los arreos, todavía no encuentran el camino justo, el único camino para dar de nuevo oxígeno a mi Iglesia que agoniza. Sí, hijo mío, admitir esta agonía induciría a hacer una marcha atrás tan enérgica como para impresionar saludablemente a cualquiera. ¡He aquí cómo han permitido a las fuerzas del mal reducir a mi Cuerpo Místico!
La iglesia no perecerá
Mi Iglesia debería estar formada por un inmenso ejército de valerosos hijos de Dios, de audaces y valientes soldados míos, vigilantes y activos. Todos llenos de entusiasmo, todos y no sólo una pequeña elite, armados espiritualmente y acorazados serían invencibles, porque Yo, a fin de que sean tales, les he dado todo lo necesario. ¡Mi Iglesia no perecerá! Yo la regeneraré en el dolor, como en el dolor, en la humillación y en la sangre Yo he obrado el Misterio de la Salvación. Mi Cuerpo Místico derramará su sangre; Yo, su Cabeza, he derramado la mía, y la Iglesia, después del dos mil, regenerada y hecha nueva, remontará el camino, Madre y no madrastra de los pueblos. Reza, hijo mío, y no te preocupes del juicio negativo que brotará de la presunción. Tal juicio durará lo que una pompa de jabón. Te bendigo, hijo.
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