8 de Junio de 1976
RÍO CENAGOSO
Escribe, hijo:
Es mi intención afrontar la problemática de la pastoral presente poniendo primero en evidencia las lagunas.
A quien objeta que no es positivo hacer esto, responde que no es sabio no buscar las causas que dan lugar a las enfermedades del
cuerpo; un cuidadoso diagnóstico siempre es la primera tarea de un médico consciente.
Es sabiduría, por analogía, que pastores y sacerdotes, ya que a ellos está confiado el cuidado de mi Iglesia, hagan un diagnóstico
objetivo y valeroso de los males que afligen a mi Cuerpo Místico.
Si no vale esta razón para convencerlos, no valdrá ninguna otra.
¿Por qué se han acumulado tantos males en mi Iglesia?
Las razones son varias, y veremos algunas de ellas a continuación, pero queda la razón central, la falta de toma de una posición
contra Satanás, como ya he dicho en otros mensajes.
Él es la primera causa del mal y el río cenagoso de toda la corrupción que,
desde la caída del hombre, se vierte sobre la humanidad.
Esta martilleante afirmación quiero que tú la repitas todavía para que los sordos finalmente entiendan, si lo quieren entender. Así
pues, no es repetición casual, sino repetición querida.
En mi Evangelio está dicho que los hijos de las tinieblas son mucho más audaces que los hijos de la luz.
Todo el Evangelio es
verdad.
¡Fíjate cómo los hijos de las tinieblas se identifican con sus tenebrosos problemas! Los viven día y noche. Sus propósitos de mal
los tienen ocupados sin interrupción de tiempo; para estos problemas viven, obran, en ellos esperan
Mira con qué coraje actúan: no tienen miedo ni vergüenza de nada: afrontan incluso incomodidades y sacrificios, en suma no
sufren de esa anemia de la que están afligidos demasiados cristianos.
Ellos son una sola cosa con sus programas, tesis no ciertamente para la conquista de lo verdadero, de la libertad y de la justicia,
aunque hay entre ellos quien lo cree de buena fe.
Consecuencias ilógicas
La diferencia con aquellos que se consideran cristianos es grandísima. Estos últimos muy a menudo separan su vida de los
problemas religiosos y aun sociales que la existencia humana conlleva.
Yo veo a mis cristianos que, planteada su vida sobre
convicciones erróneas (no siempre por culpa de ellos, a menudo por defecto de formación, sea familiar o eclesial) se encaminan a
las más ilógicas y graves consecuencias.
"La religión es una cosa, los negocios otra".
En base en este principio equivocado, el hurto y el fraude se convierten en costumbre
de vida, por lo que no se hace escrúpulo de robar continuamente, de engañar y de explotar al prójimo de todos modos.
Las
ganancias ilícitas ni siquiera se confiesan, porque tal concepción ha llegado a ofuscar aun las almas de sacerdotes que no se
proponen semejantes "escrúpulos".
Tú no sabes, hijo mío, cuántos consagrados deberán pagar después de la vida terrena, o con el Infierno o con un tiempo
tremendamente largo de Purgatorio, los pecados por apropiación indebida por falta o por injusta retribución a dependientes, por
verdadero y propio fraude y por otras cosas más frecuentes de lo que se cree en mi Iglesia.
Escindir los problemas y los deberes religiosos y sociales de los demás deberes personales es simplemente absurdo. Así también
es absurdo el dicho "se vive una sola vez", entendido en modo de volver en la ocasión licito lo ilícito.
Los hijos de las tinieblas no son tan ilógicos: hijos de la luz sí.
Hacer la elección
Así, las almas son separadas de Dios, se encallecen en una moral amoral, volviéndose como crustáceos, difíciles de convertirse.
¿Cómo se puede (¡he aquí el error!) pretender formar colaboradores con cadáveres, o con anémicos crónicos, talmente graves que
no se pueden mover de ningún modo?
Se debe hacer comprender a los bautizados desde la primera infancia que no hay otra alternativa, como he dicho claramente en mi
Evangelio. No se puede servir simultáneamente a dos amos que tienen intereses y objetivos opuestos.
O Dios, o Satanás. El espíritu humano, no digo cada día, sino a cada momento, está en condición de hacer su elección. O se piensa
en una cosa buena, o bien se piensa en una mala.
O se hace una acción buena, o bien se hace una acción mala.
El problema de la pastoral es problema de fondo, antes que de estructura:
¡Dios, o Satanás, o el bien, o el mal!
Te bendigo, hijo mío.
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