13 de Junio de 1976
VERDAD DE FE
Remacha, hijo, esta verdad: de toda la Revelación y especialmente del Evangelio resulta claramente la existencia de Satanás y de
sus legiones. Por esto es verdad de Fe.
El negar esta verdad es comportamiento herético. El negarse a enseñar esta verdad es igualmente herético.
Herejes por tanto son
los que de mala fe niegan esta realidad.
Negar la existencia del Demonio significa también negar la caída del hombre; es negar el pecado original y por tanto la Redención
y, por consiguiente, la Iglesia.
Negar la existencia del Demonio quiere decir demoler el cristianismo, al negar de él el origen y la finalidad.
Negar la existencia del Demonio es negar no sólo una verdad revelada, sino quiere decir negar la evidencia, ya que no habría
ninguna explicación aceptable para aquellas cosas que han sucedido, que suceden y que sucederán, y que humanamente no se
puede explicar sin la intervención directa de Satanás.
¿Es concebible que un sacerdote pueda llegar a tanta incredulidad, sin la maléfica influencia de Satanás? Satanás nunca es ajeno a
estos horribles pecados de impiedad.
La mona de Dios
Alguien, hijo, te objetará que, ¡con todo lo que se ha escrito en estos Mensajes, Satanás ha sido elevado en su prestigio de Príncipe
de este mundo, si no glorificado!
Ciertamente no se puede negar que Satanás, por la superioridad de naturaleza, está en condiciones de poder conseguir ventaja, con
una cierta facilidad, sobre vuestras personas, sobre familias y sobre todas las estructuras religiosas y civiles, económicas y
políticas.
Él, no condicionado por el tiempo ni por el espacio, puede obrar en todas partes. Él, la mona de Dios, se esfuerza en obrar como
Dios, pero en modo opuesto.
Esto, naturalmente es loca soberbia, porque entre él y Dios hay una distancia infinita.
De su acción no salen sino rencores, envidias y celos, pleitos y fraudes, hurtos y blasfemias, obscenidades y violencias: es la
cloaca de todos los males.
Colosal error de la pastoral moderna, es precisamente, el no haber centrado el problema de la Iglesia, de la vida cristiana: Dios
Sumo Bien. Al lado opuesto: Satanás, el Maligno. Entre los dos, el hombre es el objeto de la lucha permanentemente en ejecución.
Dios, Amor infinito, inmola incesantemente a su Hijo unigénito para la salvación del hombre. Dios tiende hacia el hombre para
proporcionarle los medios necesarios de defensa y protección contra la obra de perdición del Maligno. Él, el Maligno, tiende hacia
el hombre para arrancarlo del Amor de Cristo y dirigirlo hacia el camino de la ruina eterna.
En el centro de este duelo, el hombre, libre e inteligente, puede decir sí, a su Salvador como puede decir también no, y hacer
tender su alma hacia el Seductor, hacia su condenación eterna.
Dramática alternativa
¡Trágica y dramática responsabilidad la de este hombre que, durante su peregrinación terrena, se encuentra siempre en la
alternativa de escoger¡ ¡Ésta es vuestra prueba!
La lucha interior que debéis necesariamente sostener es la razón de vuestra presencia en la tierra. Sobre los orígenes, las causas,
las finalidades de esta dramática lucha, vosotros, Cristianos, no habéis sido formados e instruidos más que superficialmente. De
aquí mi disgusto y mi dolor.
Mi Padre ha amado tanto a los hombres como para darme a Mí, su Hijo Unigénito, para salvación de ellos, y los hombres, también
por insuficiente conocimiento del único verdaderamente grande problema de su vida, y por el maléfico influjo de Satanás, hoy en
gran número se pierden.
¿Cómo pueden los verdaderos padres de las almas concederse paz? ¿Cómo pueden dormir sueños tranquilos? ¿Cómo puede un
Sacerdote mío no sufrir por la terrible realidad de la que él es parte?
Hijo, las cosas no habrían llegado a este punto si hubiera habido más Fe.
Y hubiera habido más Fe si este incomparable don me
hubiera sido pedido con perseverancia, si se hubiera desconfiado más de sí mismo y confiado mayormente en la Misericordia y
Providencia de Dios.
Hijo, ánimo, aunque las consecuencias serán gravísimas.
La purificación remediará la responsabilidad culpable de muchos en mi
Iglesia.
Te bendigo, y contigo bendigo a aquellos que se ponen a disposición de mi Providencia que tiende a aliviar tantos sufrimientos
que hay por culpa del Maligno.
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