13 de Junio de 1976
EL GRAN DESAFÍO
Escribe hijo mío:
Ahora te digo lo que los demonios pueden hacer con innumerables medios. Pero en primer lugar ¿Por qué pueden hacer tanto?
Es porque Yo los he creado libres y no les he quitado los dones naturales. Obran sin pausa, desde la caída del hombre,
induciéndolo con el engaño a desobedecerme a Mí, inculcando en el hombre su mismo tremendo vicio: la soberbia.
Obrando
contra el hombre, su falsedad y maldad se funden conjuntamente en una mezcla espiritual que abrasa y explota.
Ningún medio se desaprovecha, lisonjas, seducciones, sensualidad, moda provocativa, pornografía, fraude, hurto, violencia, terror
y todo cuanto su agudísima inteligencia les permite inventar.
Su grande y loco sueño es emular a Dios; ¡cómo Dios, quiere poseer un reino! Con la insidia tendida a los primeros padres, lo
logró en cierto modo. Con la caída de Adán y Eva, la humanidad le pertenece; sería suya en el tiempo y en la eternidad si no
hubiera intervenido Yo.
Nació así el río de aguas impuras con todos los males; nació el sufrimiento, nació la vergüenza, nació la concupiscencia, se
desbocaron todas las pasiones. Por aquel pecado ha entrado la muerte en el mundo, ha entrado el trabajo con sudor: es el mal que
ha nacido de Satanás y que se vuelca sobre la humanidad.
No juzguéis
El desafío fue lanzado, pero el desafío lanzado a Dios le costará caro, en el tiempo y en la eternidad. Los hombres que no han
aceptado la soberanía de este terrible tirano, los que verdaderamente creen en Dios, se preguntan asombrados: ¿Pero por qué
todavía puede tanto? ¿Por qué Dios, que es infinitamente más grande y más potente, no le impide actuar? ¿Por qué no lo encierra
en su Infierno?
A esta pregunta ya se ha respondido: no os toca a vosotros juzgar el obrar de Dios. ¿Quiénes sois vosotros para presumir de
poderlo hacer?
De todos modos Yo mismo os he iluminado, y vosotros sabéis las razones principales al menos. Dios no priva nunca a sus
criaturas de los dones dados gratuitamente. Son las criaturas las que pueden perderlos, como el don de la Gracia, destruido, sea en
los ángeles, sea en los hombres, no por parte de Dios sino por libre elección de los ángeles y de los hombres.
Los dones naturales permanecen también con el pecado. Pero Dios por un misterioso designio de su Providencia, somete el mal al
bien. También Satanás un día deberá reconocer haber servido siempre a Dios.
Las tentaciones que el Demonio despliega sobre el hombre sirven frecuentemente para hacer al hombre más prudente, mas asiduo
a la oración, esto es, sirven para empujarlo hacia Dios.
La tentación no rechazada, sino acogida y consumada en el pecado, sirve para humillar al hombre y castigarlo por su presunción.
Es difícil para vosotros penetrar en los misteriosos designios de Dios, todos de amor, de misericordia y de justicia.
En esta última palabra quiero detener de nuevo vuestra atención. Dios da a todos la gracia suficiente para salvarse. Quien la
rechaza comete una injusticia con relación a Dios. La justicia divina restablece el equilibrio roto por culpa de la criatura ingrata y
rebelde a los dones de Dios.
Justicia perfecta
Para vosotros cristianos bastaría saber que Dios es amor infinito. Por eso esto debería bastar para confiar ciegamente a Él sin la
presunción de querer criticar su obrar.
De todos modos, Satanás, el genio maléfico del mal, incapaz de bien, en el día del juicio final, con vergüenza desesperada, deberá
admitir haber prestado una grandísima contribución a la santificación y por tanto a la glorificación de una multitud de santos, de
mártires, de vírgenes, de bienaventurados comprensores del Paraíso.
¡Designio maravilloso, misericordioso, designio misterioso de la omnisciencia y omnipotencia divina! Confusión grande aquel día
de llanto y de amargura, pero también día de justicia perfecta.
Yo, el Verbo de Dios hecho carne, en presencia del Cielo y de la tierra, de todos los vivientes de mundo invisible y visible, en el
fulgor de mi gloria y majestad divina, mostraré mi potencia infinita.
Yo, la Resurrección y la Vida pronunciaré la sentencia sin apelación sobre quien ha ahogado la Vida divina y humana en la
muerte. Aquellos que hayan creído en Mí vivirán eternamente. Aquellos que no hayan creído en Mí tendrán muerte eterna, en
aquel lugar de tormento sin fin y sin esperanza.
¡Hijo mío, se necesita ser verdaderamente insensatos y ciegos para no ver!
Reza y repara. No te canses, ofréceme tus sufrimientos. Ellos me son gozosos porque con ellos puedes traerme almas.
Te bendigo.
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