Mientras la institución familiar permanece en el centro de las preocupaciones del Papa Francisco y de la Iglesia, a medio camino entre los dos sínodos dedicados a la familia, la agencia
I.Media se ha encontrado con el secretario del Consejo Pontificio para la familia, monseñor Jean Laffitte.
El obispo francés ha hecho balance de los trabajos del último sínodo pero también de las sugerencias del Papa Francisco para simplificar los procesos de nulidad matrimonial.
Además, el secretario del dicasterio
alienta una “verdadera preparación al matrimonio” y un “acompañamiento de los matrimonios celebrados”, en un contexto de incultura religiosa y de relativismo ético.Con los sínodos de octubre de 2014 y de octubre de 2015, el Papa Francisco ha hecho de la familia una de las prioridades de su pontificado. ¿Cómo explicar esta opción?Al final del pontificado de Benedicto XVI, hubo un sínodo sobre la nueva evangelización. Más de 100 padres sinodales citaron entonces a la familia como medio y lugar necesario para una nueva evangelización.
La familia no es sólo objeto de evangelización, es en primer lugar sujeto de evangelización, esencialmente por su testimonio. Por eso conviene que esté impregnada del Evangelio.El Papa Francisco, por otra parte, ha percibido que
la familia necesitaba ser alentada, reanimada. Se trata de ir al encuentro de las familias, para medir, en un paso pastoral, los sufrimientos y las heridas que son suyas.
Como nos encontramos en un contexto general de relativización de la institución familiar,
es más necesario que nunca profundizar el designio de Dios sobre el amor humano, el matrimonio y la familia.¿Cuáles son en su opinión los puntos cruciales que han emergido del sínodo precedente y deberían ser objeto de nuevas reflexiones el próximo octubre?Hay dos acciones que han sido destacadas. La primera es
reafirmar el valor fundamental de la institución familiar. Esto explica que hayan podido abordarse diversas cuestiones como el descenso de la natalidad, o los peligros de extender el término “familia” a uniones que no tienen nada de familiar, a uniones de otra naturaleza. Se trata de mostrar que la familia, célula fundamental de la sociedad, contribuye a su bien común.
La segunda acción se dirige a los cristianos.
El matrimonio es un sacramento. El Concilio Vaticano II dice que en el momento de este sacramento, Cristo va al encuentro de los esposos para permanecer con ellos.
Pocas personas tienen conciencia de la santidad del matrimonio cristiano, porque muchos, actualmente, han crecido en un mundo privado de toda cultura cristiana.
Algunos piden el sacramento del matrimonio cuando nunca pisan la iglesia y no tienen la menor idea de lo que es un sacramento.La Iglesia tiene el deseo de acoger, y al mismo tiempo, no puede dar un sacramento sin importar las condiciones. D
e ahí la preocupación de un gran número de padres sinodales de reforzar y profundizar en una verdadera preparación al matrimonio, que para algunos significa un catecumenado real.
Otros padres sinodales también se han referido a la necesidad de un
acompañamiento de los matrimonios celebrados. Todo eso es lo esencial de lo que los padres sinodales han expresado, aunque algunos –en particular medios de comunicación- hayan acentuado ciertas cuestiones pastorales.
Respecto a la mejor preparación al matrimonio, el Papa sugirió recientemente a los miembros del Tribunal de la Rota Romana tener más en cuenta el criterio de la fe de los esposos en el momento de su “intención matrimonial” (un tema ya mencionado por Benedicto XVI). ¿Qué piensa usted?
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