Queridos hermanos:
Se nos vuelve a hablar del Reino: “El Reino de Dios se parece…”. A través de dos parábolas aparentemente sencillas, Jesús nos habla de que las semillas crecen: “sin que se sepa cómo” y la respuesta no sabemos si está en el viento como diría Bob Dylan, o está en el agua que las riega, que al fin de cuentas pueden ser la misma cosa.
La primera parábola nos habla de una semilla que fue plantada por un hombre, “el duerme de noche y se levanta de mañana y la ve crecer, la tierra va produciendo su cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto se mete la hoz, porque ha llegado la siega”. Es un proceso misterioso que parece no requerir la acción del sembrador, la semilla crece animada por una fuerza al parecer interna o simplemente atmosférica. El Reino es el mismo Dios en cuanto es sembrado en nuestro interior, y por caminos que no conocemos, nos conduce a algo nuevo, hacía el futuro, hacia el crecimiento, que es más fruto de nuestra apertura y confianza, que de nuestros esfuerzos.
Es agua y es viento, agua que riega la semilla desde el costado de Cristo y viento del Espíritu, que actúa en nosotros y tiene un camino para cada uno, que da sentido a todo esto que llamamos vivir, aunque a veces no entendamos qué pasa, ni adónde vamos a parar. Hoy tenemos muchos motivos para no entender, que está pasando con el Reino en nuestro mundo, pero la parábola parece decirnos que el Reino siempre está presente y crece a su modo. Nos lo recuerda la primera lectura: “Yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes. Que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos”. Está claro, que los caminos de Dios son desconcertantes.
La segunda parábola nos apunta otro aspecto del Reino, es como un grano de mostaza: “la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. El Reino, no sólo es como veíamos en la parábola anterior –desconcertante-, es también sorprendente, es algo pequeño que se hace grande y llega a todos los hombres. Como dice el título de un libro: “La utopía ya está en lo germinal” (Benjamín González Buelta); es en las cosas pequeñas, en esas comunidades, grupos, asociaciones, donde parece que siempre estamos los mismos, “cuatro gatos” decimos…, es donde puede crecer la mostaza. La Utopía es el Reino.
¡Cuánto nos cuesta en la Iglesia aprender a vivir en minoridad! y no hablo de números que tanto les gustan a algunos, hablo de sentirse pequeños, de dialogar con otros, de escuchar, la Iglesia no acapara todo el Reino. Dios tiene sus caminos para llegar a todos los hombres, el Reino es de Dios, no perdamos nuestra capacidad de asombro, Él es el que hace crecer, el que salva. No queramos explicarlo todo, hay caminos en la historia y en la vida personal, que nos demuestran que con poco, se puede conseguir mucho, que lo que parecía insignificante, transforma muchas realidades.
En definitiva la primera parábola apunta más al plano personal. Dios está obrando en nuestro interior y la segunda nos recuerda, que debemos también descubrir el Reino en los que viven, piensan, se cobijan y anidan en diversas ramas que las nuestras. Como hombres de fe, con un corazón abierto y libre de prejuicios, lo que importa es abrirse al Reino, que busca crecer y expansionase en medio de los hombres. No le pongamos obstáculos, al contrario, estemos atentos a sus voces y sigamos sus pisadas, como el caminante perdido que ha encontrado el camino de su vida, y al despertar descubre que la semilla crece de noche, sabiendo que la respuesta está en el viento (Espíritu) y en el agua (Jesús y su Evangelio).
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