Juan José Aguirre (Córdoba, 1954) lleva más de 36 años en África sirviendo a los más pobres. Misionero comboniano, es desde el año 2000 obispo de Bangassou, diócesis de República Centroafricana, el segundo país más pobre del mundo y vapuleado duramente por el yihadismo.
PazyBien ha hablado con el
sobre cómo viven los cristianos la persecución y la pobreza, pero también sobre la visita del Papa Francisco a tierras africanas el pasado mes de noviembre.
Juan José Aguirre, obispo de Bangassou
¿Con qué peligros se convive en Bangassou?
En toda la diócesis de Bangassou, con 850 km de a punta a punta, hay peligros en abundancia. En mi diócesis, hay grupos guerrilleros salvajes que matan y roban, secuestran en la impunidad total desde hace ocho años y mantienen a jóvenes esclavizados de una manera inhumana. Además no falta el Sida, que toca al 15% de la población, la atención sanitaria es deficiente y la mortalidad infantil es alarmante.
¿Qué últimos atentados han vivido?
Hace apenas tres semanas los rebeldes sanguinarios del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), atacaron la ciudad de Bakouma, y sólo la misión católica. La saquearon habitación por habitación, rompieron lo que no podían abrir, destriparon colchones y pegaron a las dos hermanas de Costa Rica y el Salvador.
¿Qué significa ser cristiano en esta ciudad?
La fe es lo único que tienen seguro que nadie les va a robar. Viven de la esperanza y si un día la pierden, les queda la esperanza de volver a tener esperanza. El centroafricano, es en general religioso.
¿Ha sido útil la visita del Papa en noviembre pasado?
La visita del Papa Francisco a Bangui fue un acontecimiento providencial. Incluso los que le pidieron que no viniera por los posibles problemas de seguridad, hoy reconocen tranquilamente que su simple presencia, sin alzar mucho la voz, rompió barreras, borró líneas rojas, allanó obstáculos insalvables. Consiguió que la relación interrumpida entre musulmanes y no musulmanes en la ciudad de Bangui se reanudara, como por arte de magia. Realmente, pienso que fue algo muy grande.
A través de la Fundación Bangassou ayuda a miles de personas / AIN
Ha estado a punto de perder la vida en varias ocasiones por sus fieles, ¿estaría dispuesto a morir por ellos?
La vida es un regalo de Dios y creo que nuestra verdadera patria está en el cielo. Creo que Dios es el Señor de la historia y que seguir a Jesús es la más bella aventura que se pueda vivir. Si un día Dios quisiera que yo muera por este pueblo, por supuesto que estaría dispuesto aunque este pueblo se niegue rotundamente a ello, como ellos mismos me han dicho muchas veces.
¿Cómo se vive sabiendo que cada día puede ser el último?
Llevo varios meses viviendo normalmente pero con la desazón de ser consciente que he sufrido tres infartos, que tengo nueve muelles en mis arterias y que sufro momentos de estrés, calores sofocantes, largos viajes en coche por estas pistas de selva pueden provocar el estallido final. Eso te hace más espiritual o menos mundano, te afina el oído para saber distinguir lo importante de lo que es decorado.
¿Cuál ha sido el momento más duro que ha vivido en su vida misionera?
Ha habido muchos. Sin embargo, recuerdo el día que nos atacaron los Selekas en las inmediaciones de la catedral de Bangassou en marzo del 2013. Ese día nos pusieron la misión patas arribas. Mucha gente murió, muchos niños quedaron huérfanos, el volumen de sufrimiento aquel día fue inmenso.
También recuerdo otra experiencia ligada a la impotencia. La primera vez que vivía la muerte de una persona en África. Llevaba poco tiempo en estas tierras cuando decidí ir a un pueblecito de al lado. Al llegar escuche los gritos de una niña que padecía unos fuertes dolores abdominales. Creo que era una apendicitis que ya se había convertido en peritonitis. No teníamos ni un solo calmante. Sólo tenía 15 años y la vi apagarse en pocas horas sin poder hacer nada…rabiando de sufrimiento.
¿Cómo anima usted a los feligreses que se juegan la vida todos los días?
Los animo alimentando su fe. Hemos creado un Comité de Mediación para defender la cohesión social y una Plataforma de mujeres por la paz que gritan mucho y fuerte en favor del diálogo y el perdón. Pero todo eso está alimentado por el inmenso deseo de este pueblo de vivir en paz.
¿Cómo se explica la alegría cristiana, en medio de tanto sufrimiento?
Usted la llama alegría y es cierto. Pero lo contrario a la alegría, dicen algunos, no es la tristeza sino el miedo. Yo la llamo capacidad de desdramatizar, de no ahogarse en un vaso de agua, de hacer una lista de cosas positivas y soluciones al lado de cada lista de problemas.
A través de la Fundación Bangassou ayuda a miles de personas / AIN
Ante los ataques yihadistas en África y Oriente Medio, ahora también en Europa ¿qué se puede pensar?
Los cristianos perseguidos en cientos de zonas del mundo son una llaga abierta en el corazón de la Iglesia. Dios juzgará a todos aquellos que han ayudado a crear un monstruo como el ISIS o el Boko-Haram, en el mundo musulmán y fuera de él. Miles de cristianos son perseguidos y muchos son asesinados por su fe. Pero también en Oriente medio como en Asia, muchos musulmanes son también tratados como basura por el hecho de ser musulmanes o de otras confesiones religiosas. Los genocidios de hoy día nos encausarán el día de mañana.
De África se ha destacado siempre el drama de la pobreza y ahora del yihadismo, ¿cuál es el mayor peligro para el continente?
Sin duda creo que son las garras de los depredadores de fuera del continente, algunos también africanos, que trabajan para acaparar las materias primas de este rico continente: oro, diamantes, uranio, petróleo, manganeso, cobre, hierro, madera. Tanta materia prima pone los dientes largos a muchos países y compañías de países que prefiero no nombrar.
¿Qué santo es su modelo para sobrellevar el día a día?
San Daniel Comboni. Pocas veces en la historia de la Iglesia se ha encontrado un misionero que haya tenido que superar tantas y tan grandes tribulaciones. De hecho, para llevar el evangelio al África central atravesó el desierto del Sahara a lomos de camellos con 45 grados de temperatura. Quería hacer causa común con los africanos que en aquellos tiempos eran arrancados de sus tierras y vendidos como esclavos. Fue alguien del que nunca dejaré de aprender, alguien excepcional, alguien único e irrepetible.
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