¡Buenos días, amigos!
De nuevo nos encontramos juntos para reflexionar y orar con la Palabra de Dios. Hoy el texto bíblico nos sitúa ante una de las exigencias más difíciles para todo cristiano: el perdón. Todos queremos ser comprendidos en nuestra forma de actuar y que no nos interpreten mal. Y sobre todo, que nos disculpen y perdonen, si hemos cometido algún error.
Lastimosamente en el corazón humano está muy arraigado el principio: “Venganza, sí; perdón, no”. Por eso las guerras y los enfrentamientos son constantes en la sociedad.
En este año del Jubileo de la Misericordia leemos estas palabras del evangelio que nos ayudan a descubrir cómo es la “justicia” de Dios. El Papa Francisco nos enseña que la omnipotencia de Dios es su misericordia y su perdón. Con toda razón decimos que perdonar es divino.
El periodista le pregunta al Papa: ¿Recuerda cuándo tuvo, de niño, la primera experiencia de la misericordia? Y el Papa le responde: “No tengo recuerdos concretos de cuando era niño. Pero sí de muchacho. Pienso en el padre Carlos Duarte Ibarra, el confesor que vi en mi parroquia ese 21 de septiembre de 1953, el día en que la Iglesia celebra a san Mateo apóstol y evangelista. Tenía diecisiete años. Me sentí acogido por la misericordia de Dios confesándome con él. El sacerdote era originario de Corrientes, pero estaba en Buenos Aires curándose de una leucemia. Murió al año siguiente. Recuerdo aún que después de su funeral y de su entierro, al regresar a casa, me sentí como si me hubieran abandonado.
Y lloré mucho aquella noche, mucho, oculto en mi habitación. ¿Por qué? Porque había perdido a una persona que me hacía sentir la misericordia de Dios.”
Pedro pregunta a Jesús cuántas veces tiene que perdonar. Y Jesús le responde contando la historia de aquel que debía una cantidad enorme a su señor (algo así como diez mil monedas de oro), pero fue perdonado. En cambio este a su vez fue incapaz de perdonar al compañero que le debía una pequeña cantidad. Sí, la venganza era una ley sagrada en todo el Antiguo Oriente y el perdón se consideraba algo humillante. Jesús enseña a sus discípulos que el perdón debe ser ilimitado. Quien ha experimentado la misericordia del Padre en su vida, no puede andar calculando las fronteras del perdón y la acogida a los hermanos.
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