Los chicos de Podemos y sus adláteres piden legalizar la eutanasia, es decir el suicidio asistido. Una nueva puerta al abismo del mal, donde se legaliza el derecho a morir "dignamente". Estamos ante el mismo dilema que supuso la despenalización del aborto, cuyo paso siguiente fue "el derecho al aborto". Los legisladores son muy cucos, la semántica de las leyes es tan espesa que sólo la comprenden quienes llevan toga. Pero lo que sí tenemos muy claro es que los cuidados paliativos no hacen la muerte menos digna, que ese supuesto coladero para la eutanasia.
Se han puesto también farrucos con la cuentas de la Iglesia. Llevan muy mal que se financie voluntariamente con una cruz en la declaración de la renta. Ya quisieran ellos poder subsistir de esa manera tan democrática, pero no es así, se les permite según el número de votos una financiación. Y ya sabemos qué pasa con esas financiaciones opacas de partidos, todos ellos con cuentas pendientes. Pues bien, aunque ellos no se autofinancian a sí mismos, ponen plazo a la Iglesia para que lo haga, sin caer en la cuenta que la x en la declaración de la renta es absolutamente voluntaria.
Los alternativos chicos de Podemos son anticlericales casposos del tipo clásico en la España del siglo XIX y XX. Si de ellos dependiera vendría otra desamortización como la de Mendizábal. Y así con aires de libertad volveríamos a ser un poco más esclavos de la intolerancia y la malicia soterrada en consignas buenistas y liberales.
Pues miren, yo no soy partidaria de liberalizar la eutanasia. En Holanda los ancianos huyen precisamente a España para vivir con tranquilidad sus últimos años. Temen ser una carga para la sociedad y que los incluyan en afiliados a las lista de la muerte digna, con psicólogo pagado por el Estado para aleccionar, que no vale la pena vivir según cómo.
Lo cierto es que la cultura de la muerte se impone de manera visceral en nuestra sociedad. La defensa del derecho a la vida y la gratitud permanente hacia quienes hicieron posible nuestra educación y crecimiento, debería llevarnos a luchar por mejorar las condiciones de vida de todos aquellos que dejaron sus lomos curvados al servicio de la sociedad. Es de bien nacidos ser agradecidos. Y no, no valen los casos patéticos para dar barra libre a la eutanasia o el aborto. Pero parece que caminamos hacia una sociedad que confunde el culo con las témporas como hubiera sentenciado Camilo José Cela.
Yo me permito dirigirme a los chicos de Podemos, llenos de ideales y consignas revolucionarias, para que reposen su mirada en frío, sin resquemores alimentados por tantas demagogias como nos han hecho tragar determinados medios. Lo cierto es que la Iglesia es una Institución milenaria, que ha cubierto las necesidades de la sociedad más paupérrima y lo sigue haciendo, con las aportaciones voluntarias de sus fieles. Cáritas no es una cuestión de privilegio social, sino de entrega generosa por parte de muchos. Los hospitales y colegios que llevan un ideario religioso, miren por dónde alimentan a esos señoritos de Podemos. Les han enseñado la opción preferencial por los pobres y fuera de misticismos, encuentran que sirviendo al partido lograrán cambiar el mundo.
Sin embargo, los católicos de a pie que creemos en la doctrina social de la Iglesia y en el principio de subsidiariedad, estamos por permanecer fieles al Evangelio y predicar a tiempo y destiempo que es la conversión del ser humano el mayor efecto de revolución que habrá jamás en la historia. Esa conversión nos lleva a preocuparnos por la misericordia y pone nuestras esperanzas por encima de las leyes que paulatinamente nos están llevando a una sociedad socialmente totalitaria, con una ideología perversa que llama a las puertas de lo que en el siglo XX se denominó "la banalidad del mal".
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