LAS PELIGROSAS COINCIDENCIAS ENTRE LAS ÉLITES EUROPEAS Y PAÍSES MUSULMANES
Lo que son capaces de hacer para tapar la evidencia
El odio a Occidente: un punto de unión entre el Islam y la izquierda europea
Hay varias respuestas posibles a esa pregunta. La más inmediata es que políticos y medios temen que esta ola de terrorismo genere un sentimiento de odio hacia los musulmanes. Sin embargo, muchos de esos medios y políticos no han tenido reparos en promover la cristianofobia en distintos frentes, a menudo de forma descarada. Resulta extraño, por no decir sospechoso, que sean los mismos quienes ahora intentan vendernos que el Islam es “una religión de paz”. Detrás de esa actitud hay múltiples explicaciones. Por una parte, la izquierda política y la mediática ven en el Islam a un aliado estratégico para reducir la influencia del Cristianismo en Europa. El Islam coincide con esa izquierda en su odio a Occidente y muy concretamente a sus raíces religiosas y culturales. Occidente es, a la vez, el bastión que resistió los embates del Islam durante siglos y el lugar en el que fracasó el socialismo marxista. En ambos casos el papel del Cristianismo fue fundamental. Por esa razón, la izquierda ha intentado fomentar durante años el llamado multiculuralismo, una doctrina que sostiene que todas las culturas y religiones son iguales, una doctrina que considera que la cultura occidental y cristiana -la única en la que han florecido con éxito la democracia y el respeto por los derechos humanos- no tiene nada que enseñar a las demás, ni siquiera al Islam.
Las amistades pagadas con el dinero del petróleo de países islámicos
Otra explicación es de índole económica.
Varios países islámicos están comprando amistades en Occidente con sus enormes beneficios del petróleo: desde medios de comunicación a equipos de fútbol,
pasando por partidos políticos, por citar a tres ejemplos de entidades que tienen una gran influencia en nuestra sociedad. Así, tenemos a políticos incapaces de condenar las violaciones de derechos humanos en países como Arabia Saudí e Irán, e incluso
medios que censuran noticias incómodas para una monarquía islámica que no admite a ningún refugiado procedente de Siria, hecho sobre el que callan ciertos
periodistas que se tiran todo el día demonizando a Trump por querer proteger las fronteras estadounidenses frente a esa ola migratoria en la que se cuelan, a menudo, elementos radicales como los que provocan atentados como los de anoche.
Una ola migratoria que genera perversos beneficios geoestratégicos
Pero la explicación más inquietante tiene un carácter geoestratégico.
Entre esas monarquías islámicas que compran influyentes amistades en Europa hay algunas que invierten sumas millonarias en extender el Islam por Europa. Esa propagación del Islam será tanto más rápida si Europa admite a esa ola de emigrantes musulmanes a los que les cierran sus puertas, de forma significativa, las monarquías del Golfo.
Esas monarquías quieren que dicha ola migratoria sirva para revertir lo que el Islam perdió hace siglos en los campos de batalla y logre, por fin, convertir Europa en parte de sus dominios. A los gobiernos europeos esa ola migratoria también le resulta beneficiosa a corto plazo. Tras pasarse décadas promoviendo el aborto y la contracepción,
Europa se enfrenta a un invierno demográfico que hará insostenibles los sistemas públicos de pensiones.
Los inmigrantes musulmanes suelen tener mucha descendencia y, a menudo, llegan a Europa buscando con desesperación una vida mejor, lo que les anima a aceptar trabajos mal pagados y muy duros que muchos europeos no quieren. Aquí tienen no sólo la posibilidad de conseguir dejar atrás la pobreza, sino también la promesa de unos servicios sociales de los que carecen en sus países de origen. El caso es que
estos flujos migratorios están dejando a sus países de origen sin el capital humano necesario para prosperar, convirtiéndolos, en no pocos casos, en dependientes de las divisas que envían los inmigrantes, lo que perpetúa el subdesarrollo en muchos de ellos.
A lo que se arriesgarían las élites europeas si clamasen contra el islamismo
Si la élite política de Bruselas quisiese de veras ayudar a esos pobres que emigran a Europa, lo haría ayudándoles en sus lugares de origen. Pero si lo hiciese, esa élite perdería una valiosa excusa para minar las raíces cristianas de Europa y para mantener, aunque sea malamente, las redes clientelares que han creado con el Estado del Bienestar. Por eso cada nuevo atentado supone un nuevo reto para esas élites, un reto que implica buscar las formas más disparatadas de disfrazar o disimular el terrorismo islamista para evitar, en lo posible, que se genere una reacción contra el Islam en Europa. Por eso con cada nuevo atentado nos insisten más y más con la monserga de la islamofobia, clamando a favor de ese timo ideológico que es el multiculturalismo. Y por eso esas mismas élites dedican menos energías a combatir el radicalismo islámico que a clamar contra la islamofobia. Saben que en cuanto empiecen a alzar la voz contra el extremismo islámico, presentándolo como la verdadera causa de esta ola de terror, lo que puede quedar a la vista es la dificultad para distinguirlo de las propias raíces del Islam. Por eso prefieren hablar de “terrorismo internacional” o incluso de “terror”, a secas. Por otra parte, concretar también podría dejar al descubierto el vacío moral que promueven esas élites políticas en Europa mediante el progresismo y el relativismo, un vacío que no consiguen llegar ni por asomo las constantes y vagas apelaciones a la tolerancia. Un vacío que lleva años desarmándonos ideológica y moralmente frente a un enemigo convencido de sus ideas hasta el fanatismo.
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