Leyendo el Evangelio de hoy nos encontramos con unos verbos, que podríamos llamar “verbos de misión”: llamar, enviar, dar autoridad, instruir. Jesús es quien llama, envía, da autoridad, instruye; los apóstoles son llamados, enviados, reciben autoridad, son instruidos. El importante en la Misión es Jesús y su Mensaje: los apóstoles son instrumentos libres y activos de Jesús. ¿Y hoy? Todo bautizado ha recibido la misma misión que Jesús confió a los apóstoles. Pero sólo si el bautizado escucha de corazón el Evangelio podrá entender lo que es: un llamado por Cristo, un enviado de Cristo, un agraciado para curar en nombre de Cristo, un discípulo de Cristo el Señor.
Los enviados de Jesús tienen un estilo propio de vida que deben cuidar, de lo contrario pude ocurrir que hagan muchas cosas, pero no introduzcan en el mundo el espíritu de Jesús; que trabajen mucho y den a luz viento: que se muevan mucho, pero que disparen al aire…
La autoridad que da Jesús a sus apóstoles es “sobre los espíritus impuros, no sobre las personas que se irán encontrando en el camino. El poder recibido es para liberar del mal a las personas, no para subyugarlas y oprimirlas. Las leyes son para el hombre, y no el hombre para las leyes. Los discípulos se abrirán paso en el mundo no dominando sino humanizando la vida de las personas, aliviando el sufrimiento y haciendo crecer la libertad y la fraternidad.
Y en el camino hay que ir ligeros de equipaje: llevar “sólo un bastón y sandalias”, porque somos caminantes, no personas instaladas y de oficina; personas no atadas a nada ni a nadie. El bastón de Jesús es para caminar, no para mandar. Pero también pide Jesús que sus discípulos no lleven “pan ni provisiones ni dinero”, es decir, a la intemperie para que no se olviden de los pobres que viven al día. El discípulo no puede vivir obsesionado por la seguridad que dan las cosas ni preocupado de su propio bienestar. Es muy difícil empatizar (sentir en el corazón) con los pobres y evangelizarlos cuando uno tiene las espaldas cubiertas en todo.
También pide Jesús a sus discípulos que no lleven ropa de repuesto (túnica), es decir la vestimenta del discípulo sencilla y al estilo de los pobres. Si nos alejamos de los pobres y de su forma de vivir, difícilmente podremos anunciar la Buena Noticia de Dios, el Padre de los olvidados. ¡En la trasmisión y aceptación del Mensaje cuán importante es la persona y la forma de vivir del mensajeo! Puede ocurrir que tenga unas ideas espectaculares, y que tenga el don de hablar, pero es solamente ”un címbalo y una campana que suena”.
Jesús imagina a sus discípulos liberados de ataduras, identificados con los últimos (los pobres) y totalmente confiados en el Padre Dios. Unos discípulos que no tienen otro ideal que pasar por el mundo haciendo el bien curando a los que sufren y buscando para todos/as la paz y la felicidad.
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