El anciano de días y el juicio.
9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y vi a un anciano de muchos días, cuyas vesti- duras eran blancas como la nieve y los cabellos de su cabeza como lana
blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego y las ruedas eran fuego
ardiente.
10 Un rio de fuego procedía
y salía de delante de él, y le servían
millares de millares, y le asistían millones de millones. Sentóse el tribunal, y fueron abiertos los libros.
11 Yo seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fué destrozado y arrojado al fuego para que se quemase.
12 A las otras bestias se les había quitado
el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo.
El hijo del hombre.
13 Seguía yo mirando en la visión nocturna; y vi venir en las nubes del
cielo a un como hijo de hombre,
que se llegó al anciano de muchos
días y fué presentado a éste (1).
14 Fuéle dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio
es dominio eterno que no acabará
nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá.
15 Turbéme sobremanera, yo, Daniel,
en mi cuerpo, y las visiones de mi mente me asombraron.
16 Lleguéme a uno de los asistentes y le rogué que me dijera la verdad acerca de todo esto. Hablóme él y me declaró
la interpretación:
17 Esas grandes
bestias, cuatro, son cuatro reyes que
se alzarán en la tierra.
18 Después
recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos.
19 Sentí entonces
el deseo de informarme más exactamente acerca de la bestia cuarta, tan diferente de todas las otras, sobremanera espantosa, de los dientes de hierro y las garras de bronce,
que devoraba y trituraba y hollaba
las sobras con sus pies,
20 así como
también acerca de los diez cuernos que tenía en la cabeza, y de aquel
otro que le había salido y ante el cual se le habían caído tres, y que
tenía ojos y boca que decía grandes
arrogancias, y parecía más grande que todos los otros.
21 Vi yo que este cuerno hacía guerra a los santos y
los vencía,
22 hasta que vino el anciano
de muchos días y se hizo justicia a los santos del Altísimo y llegó
el tiempo en que los santos se apoderaron
duraderamente del reino. El cuarto reino.
23 Díjome así: La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que
se distinguirá de todos los otros reinos y devorará la tierra toda y la hollará y la triturará.
24 Los diez cuernos
son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros, y derribará a tres de estos reyes.
25 Hablará
palabras arrogantes contra el Altísimo,
y quebrantará a los santos del Altísimo, y pretenderá mudar los tiempos
y la ley. Aquéllos serán entregados
a su poder por un tiempo, tiempos, y medio tiempo.
26 Pero se sentará
el tribunal y le arrebatarán el dominio,
hasta destruirle y arruinarle del todo,
27 dándole el reino, el dominio
y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo, al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno y le servirán y obedecerán
todos los señoríos.
28 Aquí acabó la plática. Yo Daniel,
anduve sobremanera turbado por mis
pensamientos, demudado el color, y
guardé todo esto en mi corazón.
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(1) Este personaje, semejante a un hijo de hombre, es el rey Mesías, a quien será conferido todo poder. Jesucristo hace alusión a este pasaje ante el Sumo Sacerdote (Mt., 26, 64). Que este reino sigue el sirio, no prueba que le haya de
suceder inmediatamente. Es la misma ley que
observamos en todos los profetas.
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