461Por primera vez en mi vida tengo los ejercicios espirituales de este
tipo: cada palabra del sacerdote la
entiendo de modo singular y claro, ya que todo esto lo viví antes en mi
alma. Ahora veo que Jesús no deja en
incertidumbre a un alma que lo ama sinceramente. Jesús desea que un alma que se relaciona con
Él estrechamente, esté plenamente tranquila, a pesar de los sufrimientos y las
contrariedades.
462Ahora comprendo bien que lo que une más estrechamente el alma a Dios
es negarse a si mismo, es decir, unir su voluntad a la voluntad de Dios. Esto hace verdaderamente libre al alma y
ayuda al profundo recogimiento del espíritu, hace livianas todas las penas de
la vida y dulce la muerte.
463(192) Jesús me dijo que si tengo alguna duda respecto a esta Fiesta
o a la fundación de esta Congregación, o
respecto a cualquier cosa de que te hablé en el fondo de tu alma, te contestaré
en seguida por la boca de este sacerdote.
464Durante una meditación sobre la humildad me volvió la vieja duda de
que un alma tan miserable como la mía, no cumpliría la tarea que el Señor
exigía. En el mismo momento en que yo
analizaba esa duda, el sacerdote que predicaba los ejercicios espirituales,
interrumpió el tema de la predica y dijo justamente lo que yo tenía en duda, es
decir, que Dios elige generalmente a las almas más débiles y más simples como
instrumentos para realizar sus obras más grandes, y ésta es una verdad
incontestable. Veamos a quiénes eligió
como Apóstoles, o veamos la historia de la Iglesia, qué obras tan grandes
realizaron las almas que eran las menos aptas para hacerlo, porque justamente
en esa forma las obras de Dios se revelan como tales. Cuando mi duda cedió completamente, el
sacerdote volvió al tema sobre la humildad.
Jesús, como siempre durante cada predica, estaba en el altar y no me
decía nada, sino que con su mirada penetraba amablemente mi pobre alma que [ya]
no tenía ninguna excusa.
465Jesús, Vida mía, siento bien que me estas transformando en Ti, en lo
secreto del alma donde los sentidos perciben muy poco. Oh Salvador mío, escóndeme entera en lo
profundo de Tu corazón y protégeme con Tus rayos de todo lo que me aleja de Ti,
Te suplico, oh Jesús, que estos dos rayos que salieron de Tu Misericordiosísimo
corazón, alimenten continuamente mi alma.
466(193) El momento de la confesión.
El confesor
[178] me pregunto si en aquel momento estaba Jesús y si lo veía. Si, está y lo veo. Me ordenó preguntar por ciertas personas,
Jesús no me contestó nada, pero lo miró.
Pero terminada la confesión, mientras hacia la penitencia, Jesús, me
dijo estas palabras: Ve y consuélalo de Mi parte. Sin entender el significado de estas
palabras, en seguida repetí lo que Jesús me había ordenado.
467Durante todo el tiempo de los ejercicios espirituales estuve sin
cesar en contacto con Jesús y me uní a Él con toda la fuerza de mi corazón.
468El día de la renovación de los votos. Al comienzo de la Santa Misa como siempre vi
a Jesús que nos bendijo y entró en el tabernáculo. Luego vi a la Santísima Virgen con una túnica
blanca, un manto, azul, y la cabeza descubierta, que desde el altar se me
acercó, me tocó con sus manos, me cubrió con su manto, y me dijo: Ofrece
estos votos por Polonia. Reza por
ella. 15 VIII.
469En la noche del mismo día sentí en el alma una gran nostalgia de
Dios; no lo veo con los ojos del cuerpo como antes, sino que lo siento y no
comprendo; eso me produce un anhelo y un tormento indescriptibles. Me muero del deseo de poseerlo para
sumergirme en Él por la eternidad. Mi
espíritu tiene a Él con todas las fuerzas, no hay nada en el mundo que pueda
consolarme.
Oh Amor Eterno,
ahora entiendo en qué estrechas relaciones de intimidad estaba mi corazón
Contigo. ¿Qué podrá satisfacerme en el
cielo o en la tierra fuera de Ti?, oh Dios mío, en Quien se ahogó mi alma.
470(194) Una noche, cuando desde mi celda miré al cielo y vi un
esplendido firmamento sembrado de estrellas y la luna, de repente entró en mi
alma el fuego de amor inconcebible hacia mi Creador, y sin saber soportar el
deseo que había crecido en mi alma hacia Él, me caí de cara al suelo
humillándome en el polvo. Lo adoré por
todas sus obras y cuando mi corazón no pudo soportar lo que en él pasaba,
irrumpí en llanto. Entonces me tocó el
Ángel Custodio y me dijo estas palabras:
El Señor me hace decirte que te
levantes del suelo. Lo hice
inmediatamente, pero mi alma no tuvo consuelo.
El anhelo de Dios me invadió aun más.
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