491Al entrar en la capilla, la Majestad de Dios me envolvió otra vez,
me sentía sumergida totalmente en dios, toda sumergida en Él y penetrada,
viendo cuánto el Padre Celestial nos ama.
Oh, qué gran felicidad llena mi alma por el conocimiento de Dios, de la
vida de Dios. Deseo compartir esta
felicidad con todos los hombres, no puedo encerrar esta felicidad en mi corazón
solamente, porque sus rayos me queman y hacen estallar mi pecho y mis
entrañas. Deseo atravesar el mundo
entero y hablar a las almas de la gran misericordia de Dios. Oh sacerdotes, ayúdenme en esto, usen las
palabras más convincentes sobre su misericordia, porque toda expresión es muy
débil para expresar lo misericordioso que es.
+
(203) JMJ
Cracovia 20 X 1935
492Ejercicios espirituales de ocho días.
Oh Dios Eterno,
Bondad misma, inconcebible en Tu misericordia por ninguna mente humana ni
angélica, ayúdame, una niña débil, a cumplir Tu santa voluntad, tal y como me
la das a conocer. No deseo otra cosa que
cumplir los deseos de Dios. He aquí,
Señor, mi alma y mi cuerpo, mi mente y mi voluntad, mi corazón y todo mi amor y
dispón de mí según Tus eternos designios.
493Después de la Santa Comunión mi alma fue inundada nuevamente por el
amor de Dios. Gozo de su grandeza; aquí
veo claramente su voluntad la cual debo cumplir y a la vez veo mi debilidad y
mi miseria, veo que sin su ayuda no puedo hacer nada.
494En el segundo día de los ejercicios espirituales.
Antes de ir al
locutorio del Padre Andrasz, sentí el miedo debido a que, después de todo, el
secreto existe solamente en el confesionario; fue un temor infundado. La madre Superiora me tranquilizó con una
sola palabra. Pero cuando entré en la
capilla, oí en el alma estas palabras: Deseo que para con Mí suplente seas tan
sincera y simple como una niña, así como eres Conmigo; de lo contrario te
abandonaré y no Me relacionaré contigo.
De veras, Dios
me concedió esta gran gracia de la confianza absoluta y, terminada la
conversación, Dios me concedió la gracia de una profunda serenidad y de luz
respecto a estas cosas.
495Oh Jesús, Luz eterna, ilumina mi mente, fortalece mi voluntad e
incendia mi corazón. Quédate conmigo
como me has prometido, porque sin Ti no soy nada. Tú sabes, oh Jesús mío, lo débil que soy seguro
que no tengo que decírtelo, ya que tú eres quien sabe mejor lo miserable que
soy. En Ti toda mi fuerza.
496(204) El día de la confesión.
Desde la primera
hora empecé a sentir la lucha interior tan fuerte como nunca antes. El abandono total de parte de Dios; sentí
toda la debilidad que soy, me agobiaban los pensamientos: ¿Por qué debería abandonar este convento
donde me quieren las hermanas y las Superioras?, la vida [es] tan tranquila;
ligada por los votos perpetuos, cumplo mis deberes con facilidad; ¿por qué
escuchar la voz de la conciencia? ¿por qué seguir fielmente la inspiración? ¿quién sabe de quién proviene? ¿no es mejor comportarme como todas las
hermanas? Quizá pueda sofocar las
palabras del Señor, sin hacerles caso.
Quizá Dios no me pida hacer cuentas de ellas en el día del juicio. ¿A dónde me llevará esta voz interior? Si la sigo, me esperan terribles
tribulaciones, sufrimientos y contrariedades; tengo miedo del futuro y en el
día de hoy estoy agonizando.
Ese sufrimiento
duró el día entero con igual tensión. Al
anochecer, al acercarme a la confesión, a pesar de haberme preparado antes, no
pude confesarme en absoluto; recibí la absolución, me alejé sin saber lo que
pasaba conmigo. Al acostarme, el
sufrimiento creció al máximo grado, o mejor dicho se transformó en un fuego que
como un relámpago penetró todas las facultades del alma, hasta la medula de los
huesos, hasta la más secreta célula del corazón. En ese sufrimiento no lograba hacer
nada: Que se haga Tu voluntad, Señor;
pero en algunos momentos ni siquiera pude pensar en eso; de verdad, me ahogaba
un miedo mortal y me tocaba el fuego infernal.
En la madrugada reinó el silencio y los sufrimientos desaparecieron en
un abrir y cerrar de ojos, pero sentía un agotamiento tan tremendo que no pude
hacer el más pequeño movimiento; poco a poco me volvía las fuerzas mientras
hablaba con la Madre Superiora, pero solamente Dios sabe cómo me sentí durante
todo el día.
497Oh Verdad eterna, Palabra encarnada que has cumplido la voluntad de
Tu Padre de manera más fiel, hoy me vuelvo mártir de Tus inspiraciones por no
poder realizarlas, visto que carezco de mi propia voluntad; a pesar de conocer
claramente Tu santa voluntad (205) dentro de mi, me someto en todo a la
voluntad de las Superioras y del confesor; yo la cumpliré en la medida en que
Tu me lo permitas por medio de Tu representante. Oh Jesús mío, antepongo la voz de la Iglesia
a la voz con la cual Tú me hablas.
498Después de la Santa Comunión.
Vi a Jesús, como
siempre, diciéndome estas palabras: Apoya tu cabeza en Mi brazo y descansa y
toma fuerza. Yo estoy siempre
contigo. Dile al amigo de Mi Corazón,
dile, que Me sirvo de tan débiles criaturas para realizar Mis obras. Después mi espíritu fue fortalecido con
una extraña fuerza. Dile que le permití conocer tu debilidad en la confesión, lo que eres
por ti misma.
499Cada lucha mantenida con valentía me trae alegría y paz, luz y
experiencia, animo para el futuro, honor y gloria a Dios y a mí la recompensa
final.
Hoy es la fiesta
de cristo Rey [185].
500Durante la Santa Misa rogué con fervor que Jesús sea el Rey de todos
los corazones, que la gracia de Dios resplandezca en cada alma. Entonces vi a Jesús, tal y como está pintado
en esta imagen, diciéndome estas palabras:
Hija Mía, Me rindes la mayor
gloria cumpliendo fielmente Mis deseos.
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