Queridos hermanos,
Jesús es siempre el protagonista del Evangelio. Más aún, Él es el Evangelio por excelencia. Pero en días como hoy Jesús pasa a un segundo plano del relato, algo que no nos habíamos encontrado hasta ahora en nuestra lectura del texto de Marcos. De todos modos, a pesar de esa discreta presencia, Jesús sigue siendo el protagonista: la muerte de Juan Bautista se nos narra para iluminar que Herodes había comenzado a temer a Jesús y a preguntarse por él. La fama del carpintero de Nazaret -el hijo de María- iba llegando a las alturas.
Como Iglesia universal evocamos hoy la figura de una mujer generosa, Águeda, que entregó su vida por la fe y no sucumbió a la tentación de disimular ni buscar seguridades. Mañana día 6 recordaremos a Pablo Miki y a sus compañeros de Japón, testigos también de la fe en Jesús mil trescientos años después de Águeda. Buena jornada hoy para recordar que -como afirmó muchas veces Juan Pablo II- el último siglo ha sido el más fecundo en mártires de toda la historia de la Iglesia. Hoy, 5 de febrero de 2016, muchos hermanos y hermanas nuestros, dispersos por los cinco continentes, aceptan ser perseguidos por no renegar de Jesús.
Juan Bautista brilla de un modo especial en el calendario de la Iglesia; en junio celebramos su natividad, a finales de agosto su martirio. Hoy, al hilo de esta lectura continua del evangelio, traemos a la memoria y a la celebración su figura, su condición de precursor de Jesús, de testigo de la verdad, de ejemplo de proclamación del querer de Dios y de penitencia.
Buena ocasión para poner el termómetro a nuestra vida, para preguntarnos cómo habríamos actuado en una escena como la que Marcos nos narra.
Dediquemos unos minutos a la Iglesia que sigue estando perseguida. Preguntémonos qué podemos hacer por estos hermanos nuestros. Pidamos la intercesión de los Mártires: Juan Bautista, Águeda, Pablo Miki… ¡Hermanos generosos y valientes: rogad por nosotros!
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