Erdogan, el líder islámico turco, amigo de Zapatero, se quita la careta día a día. Ya no necesita disimular su fanatismo.
El considerado bastión democrático contra el Ejército de Kemal Ataturk -ejército bastante bestia, por cierto- no es más que un fundamentalista con corbata que ha creado un ambiente en que se producen reclamaciones islámicas contra templos cristianos, sentencias judiciales bastardas y, de vez en cuando, algún que otro asesinato de cristianos que, naturalmente, siempre son obra de “incontrolados” o como diría Santiago Carrillo “milicianos desobedientes”. Les ordenas amenazar y acaban asesinando al amenazado: de matón a asesino hay poco camino.
Ahora, la presión del cofundador, junto a Zapatero, de la Alianza de Civilizaciones, se ejerce sobre un monasterio histórico, el de Mor Gabriel, en el sureste de Anatolia. Hablamos del siglo IV y se pretende asfixiarles económicamente utilizando las ambiciones de lugareños de la zona, y el muy legítimo poder judicial turco. Lo de introducir a lugareños reclamantes viene muy bien, porque disfrazas la persecución pública de reivindicación popular. Ahora bien, como siempre sucede con esta cristofobia hipócrita, la mentira precede a la injusticia. Los demandantes, que naturalmente han triunfado, pues para ello tienen el apoyo de la atmósfera imperante y del Erdogan; aseguran que en el terreno ahora ocupado por la comunidad monástica hubo antes una ermita. Lo cual está muy bien, dado que Mahoma no vendría al mundo sino tres siglos después de la construcción del monasterio. O sea, como aquel anticuario de Astorga que vendía crucifijos de 200 años antes de Cristo. ¡Qué amigos tienes, ZP!
Una pregunta: ¿por qué los comecuras son tan lerdos? Como dice el adagio: “Prefiero el malo al tonto, porque el malo descansa”.
Eulogio López
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