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Las investigaciones sobre pedofilia siguen en todo el mundo, siempre con el dedo acusador sobre la Iglesia Católica, y no les faltan motivos, porque han sido condenados varios sacerdotes católicos e incluso algunos superiores por encubrimiento, e incluso otros han muerto antes, y para otros, los delitos caducaron. Ha sido un horror lo que ha sucedido, quizás el peor pecado en la historia de la Iglesia.
Pero también hay que decir, que el manejo mediático y político de este tema es una forma de atacar a tal iglesia por elevación, en especial cuando se pone el acento en que los sacerdotes deben violar el secreto de confesión, porque “el enemigo” sabe que el sigilo de la confesión es poco entendible para la generalidad de las personas, incluso para los creyentes, y que es una falta grave que un sacerdote lo viole y no tienen opción, de modo que es un flanco fácil para atacar públicamente y generar animosidad contra la Iglesia.
Ahora los sacerdotes australianos podrían verse obligados a romper el secreto de confesión para denunciar el abuso sexual infantil, en medio de crecientes llamados para poner fin a los encubrimientos que involucran a la Iglesia Católica.
No es nuevo. En Estados Unidos, Irlanda o Suiza ya se intentó, por todos los poderes “ejecutivo, legislativo o judicial”, a raíz de los casos de abuso sexual a menores. Ahora toca Australia.
La primer ministro Julia Gillard criticó violentamente el miércoles el uso de las confesiones para evitar informar el abuso, diciendo que es un “pecado de omisión” y todos los adultos tienen el deber de proteger a los niños.
Ella anunció esta semana el lanzamiento de una Comisión Real para investigar los delitos relacionados con las organizaciones religiosas y no religiosas e insistió en que va a examinar no sólo el abuso, sino también el papel de las instituciones en el encubrimiento.
La mayoría de los abusos se producen en el entorno familiar y en el educativo. Pero no me cabe ninguna duda que los titulares se los llevará la Iglesia (y algunos con razón).
Aunque los términos de la comisión de referencia aún no se han decidido, la Sra. Gillard dijo que estaba preocupada por los adultos “que apartan sus ojos” de los delitos contra los niños.
En este contexto la Primer Ministro, Julia Gillard, y muchos otros parlamentarios han exigido que los sacerdotes que tengan conocimiento en confesión de pecados de pederastia los denuncien a la policía.
La Fiscal General, Nicola Roxon, dijo que los términos de referencia de la comisión aún no se han decidido, pero la falta de sacerdotes para reportar el abuso es “abominable”. Varios estados en los EE.UU. han dictaminado que el clero debe denunciar los casos de abuso infantil.
“Creo que toda la comunidad encuentra esa idea [que los sacerdotes no reporten el abuso] realmente repugnante”, dijo la Sra. Roxon a televisión ABC.
Un alto ministro de gobierno federal, Christopher Pyne, un católico practicante, también declaró que los sacerdotes deben reportar el abuso sexual infantil escuchado en el confesionario.
“Si un sacerdote, o alguien más, es consciente que el abuso sexual de niños está pasando, creo que hay una obligación de informar de ello a las autoridades competentes”, dijo.
Mientras, el Cardenal Pell, Arzobispo de Sidney, ha recordado que los sacerdotes que escuchan confesiones de abuso sexual infantil deben guardar silencio porque “el secreto de confesión es inviolable”.
Él dijo que los sacerdotes deben evitar tomar confesiones de colegas sospechosos de pedofilia, pero que no se puede denunciar el delito a la policía.
“Si eso se hace fuera del confesionario puede ser transmitido”, dijo. “Pero el secreto de confesión es inviolable Si el sacerdote sabe de antemano acerca de esta situación, el sacerdote debe negarse a escuchar la confesión”. El estricto secreto de confesión se cree que tiene más de 1000 años de antigüedad.
Tal vez para un no católico el tema puede ser incomprensible. La película «Yo confieso» de Alfred Hitchcock y protagonizada por Montgomery Clift no tuvo el éxito esperado precisamente por eso, no se terminaba de entender. En el secreto profesional hay límites que ni siquiera el sigilo sacramental puede saltarse, por ejemplo, aún en caso de que peligre la vida del sacerdote (como en la película) puede revelarse nada, que sin embargo sí es un eximente del secreto profesional.
Que la señora Gillard, o el ministro de Justicia no lo entiendan entra dentro de lo aceptable, habrá que aclararlo las veces que sean: nada justifica que se rompa el “sigilo”, porque por muy horrible que sea el pecado para Dios no lo es.
Pero también dentro de las filas de la Iglesia también existe incomprensión. Elobispo Geoffrey Robinson, declaró que el Cardenal Pell “no estaba en sintonía con todos los obispos de Australia” y que él “estaría dispuesto a romper el sigilo sacramental para denunciar un abuso”, porque él dice que hay que pesar el mal mayor.
Pero por otra parte, él no está seguro de que la obligatoriedad de denunciar los delitos de abusos sexuales que se revelan en el confesionario haría una diferencia, porque los delincuentes en este campo, de la pedofilia, no van a confesarse y lo confiesan; se han convencido a sí mismos de que lo que están haciendo es lo correcto.
Los sacerdotes, en los casos en los que el penitente confiesa un crimen pueden animarle a enfrentarse a su propio pecado y que haga lo correcto. Nada más. Ni siquiera pueden contarlo a petición del interesado (CIC, 1.550)
El sigilo –sello– obliga:
* por derecho divino: en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto,
* por derecho natural: en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor,; y
Bajo ninguna circunstancia puede quebrantarse el “sigilo” de la confesión. De acuerdo a la ley canónica, la penalización para un sacerdote que viole este sigilo sería la excomunión automática (Derecho Canónico 983, 1388).
El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983).
Además está protegido y reconocido en muchas legislaciones civiles.
También es un buen momento para explicar qué es la confesión, y animar a ella. También, como dice el Cardenal Pell, una ocasión para “limpiar el aire” y “separar la realidad de la ficción” con respecto a la actuación de la Iglesia, en especial en los últimos tiempos.
No está de más recordar que el cardenal fue acusado falsamente de cometer abusos, el día del juicio la víctima mentirosa, viendo lo que le estaba cayendo al obispo, se arrepintió y confesó su falsa acusación. De aquella época de sufrimiento, no sólo salió absuelto, sino también engrandecido a los ojos de sus conciudadanos, y con una sensibilidad especial en este tema.
Fuentes: Fr. John Zuhlsdorf, The Telegraph, Info Católica, Signos de estos Tiempos
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