Jueves 20 de Junio del 2013
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,6-11):
Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé que me los
toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quise desposaros
con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. Pero
me temo que, igual que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se
pervierta vuestro modo de pensar y abandone la entrega y fidelidad a
Cristo. Se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que yo
predico, os propone un espíritu diferente del que recibisteis, y un
Evangelio diferente del que aceptasteis, y lo toleráis tan tranquilos.
¿En qué soy yo menos que esos superapóstoles? En el hablar soy inculto,
de acuerdo; pero en el saber no, como os lo he demostrado siempre y en
todo. ¿Hice mal en abajarme para elevaros a vosotros? Lo digo porque os
anuncié de balde el Evangelio de Dios. Para estar a vuestro servicio,
tuve que saquear a otras Iglesias, aceptando un subsidio; mientras
estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, no me aproveché de nadie;
los hermanos que llegaron de Macedonia proveyeron a mis necesidades. Mi
norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Lo digo con la
verdad de Cristo que poseo; nadie en toda Acaya me quitará esta honra.
¿Por qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 110,1-2.3-4.7-8
R/. Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis
muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho
les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os
hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del
cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en
la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día,
perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos
han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del
Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro
Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los
demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Jueves 20 de Junio del 2013
Fernando Torres Pérez cmf
Al asunto de la oración se le ha dado muchas vueltas en la
Iglesia. En el pasado y hoy ha habido siempre maestros de oración que
han explicado en cursos y muchos libros el arte y la técnica para orar.
Para muchos cristianos orar se convierte a veces en una empresa difícil y
complicada. Que si me distraigo. Que si no sé meditar. Que si el tiempo
se me hace larguísimo. Que cuánto tiempo tengo que dedicar a la
oración. Algunos asimilan la oración a una especie de gasolinera. Al
orar se supone que se cargan de energía para luego poder aguantar los
vaivenes de la vida.
Jesús soluciona el problema de otra manera. Y hace de la oración
una cuestión mucho más sencilla. No se trata de usar muchas palabras
(casi por extensión podríamos decir que tampoco de estar muchas horas).
Que no por hablar mucho nos van a hacer más caso. Dios ya sabe de
nosotros más que nosotros mismos. Y tampoco se trata de pensar que todo
nos lo va a hacer Dios y que la oración es una especie de cupón de
compra de favores (más tiempo más cupones o puntos a nuestra
disposición). Hay que recordar siempre que el gran don que Dios nos ha
hecho ha sido la libertad y la capacidad de hacernos responsables de
nuestras decisiones.
Todo esto se concreta en una oración muy sencilla: el
padrenuestro. Apenas en unas pocas palabras y menos segundos y yá está
dicho todo lo que hay que decir: reconocer a Dios como padre, pedirle
que venga su reino, prometerle que vamos a perdonar y pedirle que nos
libre del mal. Y no es necesario decir más.
Lo que es necesario es ponerlo en práctica. Hay que recordar que
nuestra vida cristiana no se juega en las horas silenciosas de oración o
de capilla sino en la calle, en el trabajo, en la relación, en la lucha
por la justicia, en la construcción de la fraternidad, en la cercanía
con los marginados. La gracia y el amor de Dios ya están con nosotros.
Ya tenemos la cartilla rellena de puntos. Ya tenemos el perdón
concedido. Basta con un momento para tomar conciencia de ello y luego...
a la calle, a vivirlo. Porque la mejor alabanza que puede recibir Dios
es el amor mutuo entre sus hijos. O, como decía san Ireneo ya en el
siglo segundo, “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva”.
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